Derecho al caos

«Necesitamos desesperadamente que nos cuenten historias. Tanto como el comer, porque nos ayudan a organizar la realidad e iluminan el caos de nuestras vidas».

-Paul Auster

Queridos(as) lectores(as):

Según la Real Academia Española, el caos es un «estado amorfo e indefinido que se supone anterior a la ordenación del cosmos». Si nos enfocamos en la definición que se le da en la Física y en la Matemática, se trata de «un comportamiento aparentemente errático e impredecible de algunos sistemas dinámicos deterministas con gran sensibilidad a las condiciones iniciales». Atendiendo ambas definiciones, nos topamos directamente con un origen que apuntala al orden, siendo a su vez que el orden es el origen… ¡Pero cuidado! Hay muchos puntos de vista al respecto y una notable discusión, así como el famoso ¿qué fue antes, si el huevo o la gallina?, sólo que en este caso qué fue antes, ¿el caos o el orden? Sea como sea, hay algo para resaltar en ambas definiciones: estado-comportamiento.

¿Pero qué tiene que ver este vago ejercicio físico con la tendencia de esta página? Que como suele suceder, el caos y el orden se hablan y entienden de varias formas, y como sé que ya estarán deduciendo en este momento, vamos a orientarlo al estado y comportamiento de la mente del ser humano. Después de todo, no es de gratis decir «tengo un caos mental».

Los caprichos sociales de la estabilidad

Es bastante común hoy en día que haya ciertos mandatos, conscientes e inconscientes, respecto al «estar bien» a todo momento y de cualquier forma. Pero qué tan desquiciante resulta cuando hay que esforzarse de más, sobre todo cuando las personas, los más cercanos, son los que hacen que se vuelva una clase de obligación. Nos resulta bastante sencillo tratar de hacer psicoanálisis salvaje (a lo bruto) a partir de alguien que se está quebrando ante tanta exigencia. Y parece bastante incoherente entender que los demás no son como nosotros y aún así juzgar, criticar y hacer que parezca que hacemos menos el conflicto del doliente. Entendamos algo: la crisis caótica de cualquier persona, no se puede tomar a la ligera.

Hace tiempo, recuerdo bien, estaba en casa de un buen amigo y llegó su hermana sufriendo un «ataque de ansiedad». Ella no nos saludó, se fue directo a su cuarto, sacando del mismo una almohada y se dirigió a la cocina a servirse un vaso con agua. Sin decir palabra alguna, se sentó en un sillón vacío frente a nosotros, abrazó la almohada y bebía de poco a poco del vaso, sin despegar éste de su boca. «¡Qué ridícula!», no faltará quien en este momento esté pensando esto, tal como mi amigo lo expresó. Acto seguido, surgió un discurso totalmente innecesario por parte de él para «hacerle ver a su hermana que estaba exagerando». Ella en cuestión sólo lo veía y su llanto aumentó considerablemente. No quise participar de ese (des)encuentro de hermanos, pero la incomodidad me hizo hacerlo. «Venga, aquí estamos, continúa… te esperamos». Eso le dije, ella continuó hasta que se pudo tranquilizar. Mi amigo me veía raro, como enojado (cosa que realmente no me importó), pero su hermana se puso de pie, me dio un beso en la frente, me dijo «gracias», sonrió y se fue. Más tarde, bajó una vez más a la sala y nos explicó que estaba teniendo ese ataque porque se encontraba muy preocupada por una situación personal. Pero cuando digo que «nos explicó», lo hacía mirándome sin voltear a ver a su hermano en ningún momento. En el caos, comprensión.

Caos, orden… ¡imaginación!

En su última novela, El peso de vivir en la tierra (2022), David Toscana nos ofrece un hermoso recorrido a través de la literatura rusa a partir de sus maravillosos personajes, aventurándonos hacia la búsqueda de libertad en un mundo en el que no la había. Pero, ¿cómo autores como Dostoievski, Tolstoi, Gogol, Chéjov, Bábel, etc., nos pueden ayudar en estos tiempos de caos? Recordándonos, para empezar, que la libertad esencial del ser humano radica en la propia imaginación. Muchas veces, tal y como lo sabemos bien, hay sentimientos que no se pueden expresar con palabras, al menos no de la manera tan exacta como quisiéramos, por lo que nuestra imaginación nos ayuda a enfocarlos en la expresión artística: pintura, música, escritura, baile, canto, etc. Por lo que el mejor consejo que se puede dar a una persona que está en un momento «caótico», en primer lugar es no decirle nada. Esperar a que se calme un poco la tempestad, escucharle e invitarle a expresarse de la mejor manera que crea posible.

El caos es en sí mismo un persistente recordatorio que todavía nos falta mucho por vivir. De hecho, ahora que hablamos de autores rusos, en su magnífico cuento La dama del perrito (1899), Antón Chéjov nos regala una reflexión final: «Y parecía como si dentro de pocos momentos todo fuera a solucionarse y una nueva y espléndida vida empezara para ellos; y ambos veían claramente que aún les quedaba un camino largo, largo que recorrer, y que la parte más complicada y difícil no había hecho más que empezar». ¿Y cuál es esa parte? La vida misma. Por eso es que es importante que tengamos derecho al caos, porque es una clase de punto y coma, un respiro, un «detente», para poder continuar. Así que, mis queridos(as) lectores(as), no mutilemos nuestro caos ni el de nadie, es muy necesario.

P.d. Tengo que aprender ruso…

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