La persistencia de la inmediatez

Esto no es un caso. Es el resultado de un encuentro amigable a la hora de hacer fila en una sucursal bancaria al sur de la Ciudad de México.

El señor G. es una persona demasiado ocupada. Tiene un trabajo exigente, una familia que lo reclama (y le reclama), amistades que le buscan, sobrepeso y 46 años. Todos los días se levanta entre las 5 y 6 de la mañana, como no tiene un auto propio se mueve en transporte público. Por lo general llega a las 8 a su trabajo. Dice constantemente: «La vida me trae a toda prisa, ¡a veces siento que no me alcanza el tiempo!».

-Disculpe, Sr. G., ¿no le alcanza realmente el tiempo?

-Así es. Parece que necesito 33 horas al día para poder cumplir en todos lados y con todos.

-Cumplir con todo y con todos. ¿Eso le incluye a usted? Es decir, ¿usted está contemplado en esa lista?

-¿Cómo?

Al parecer le hizo corto circuito esa pregunta al Sr. G. La cola en el banco no avanzaba (porque de 10 cajas sólo había 2 abiertas). La plática continuaba. El Sr. G. me hizo notar que es un gran fanático de la tecnología, y quizá de manera un poco envidiable, «domina el mundo» desde su celular. «Lo bonito es poder hacer todo desde esta madre» -afirmaba en verdad orgulloso-. Un breve paréntesis, para mis lectores(as) no-mexicanos(as), en México usamos la palabra «madre» para un sin fin de cosas. En efecto, el Sr. G. había encontrado en su celular un aliado sin igual para enfrentar su tedioso día a día. Todo lo resolvía aquí y ahora. Pero, ¿y el proceso?

Por alguna razón pensé en la escena de la película «Mejor…imposible» (As Good as It’s Gets, 1997), cuando la amable mesera, Carol (Helen Hunt), le cuestiona al complicado Sr. Melvin Udall (Jack Nicholson) sobre su idea de usar cubiertos de plástico (mismos que traía siempre con él) aún cuando iba a comer a un restaurante sin usar los que les brindan a los comensales ahí, ya que «se pierde la experiencia completa de salir a comer». Sin atender a las razones maniáticas del Sr. Udall, cuando Carol habla de eso lo que hace es hablar del proceso que existe entre el punto A y el punto B. Lo que sucede entre lo que planteamos y lo que logramos.

Aristóteles hablaba sobre la búsqueda de la felicidad como la máxima meta del ser humano, pero entendía que la felicidad no era alcanzar la meta, al menos no la totalidad, ya que la felicidad empieza desde el planteamiento y se va desarrollando gradualmente a lo largo del proceso para cumplirlo. La inmediatez, el aquí y ahora, resta y casi elimina la importancia del proceso. Vivimos en un momento de la historia en la que tenemos que hacer muchas cosas en poco tiempo, todo se vuelve contra nosotros, contra nuestra salud física pero también contra nuestra salud mental.

Hace algunos años, un profesor que nos visitaba en la Universidad Panamericana para darnos pláticas a los alumnos y profesores de la Escuela de Filosofía, nos compartió una frase que desde entonces he tratado de llevar conmigo siempre:

No importa el tiempo en tu vida, sino la vida que pones en tu tiempo.

Muchos de ustedes, queridos(as) lectores(as), me podrán decir con justa razón que es muy fácil hablar pero que confrontar la realidad puede ser una auténtica desilusión. Vivimos corriendo, tenemos en verdad que hacer muchas cosas en poco tiempo. El crecimiento desmedido de la sociedad no ha ido de la mano realmente con el avance tecnológico. ¿Por qué? Resulta que una de las causas no tan evidentes la podemos encontrar en la deshumanización de la tecnología: hoy hablamos de cifras y no de personas. Hablamos de cantidad y no tanto así de calidad. Les pongo un ejercicio breve y consiso: piensen en el servicio público de transporte de sus ciudades y díganme si realmente son tan eficaces para atender la alta demanda sobre ellos.

El hecho de pensar, por ejemplo, que en la CDMX tienes que partir con casi una hora de anticipación, sino es que más, para poder llegar a tiempo (suponiendo, claro, que se tiene la virtud de la responsabilidad) a nuestro destino, nos hace pensar en lo que se deja de hacer en esa hora: no sé, quizá, ¿convivir un poco más con nuestra familia o nuestros amigos? ¿Con nosotros mismos?

El hecho de vivir atrapados en la inmediatez genera en nosotros una brutal necesidad de sentirnos acompañados porque justamente vivimos en esa falta. ¡Pero siempre estamos en falta! Sucede que ahora es más notoria gracias a las benditas (malditas) redes sociales que acercan a la gente lejana y alejan a la gente cercana a nosotros. Y lo que resulta todavía más alarmante es el hecho de que muy pocos pueden lidiar con su propia soledad. No saben qué hacer con ella. La desesperación se dispara y la frustración también. ¿Qué hacer para poder estar con la gente cuando ellos viven igual que nosotros?

Pienso en mis alumnos (18-23 años), que están en un momento envidiable de la vida. Y me preocupa cómo cada vez más escucho de ellos «lo único que quiero hacer es que llegue el viernes para estar en mi casa y poder acostarme… ¡No puedo más!». Y vaya que los entiendo pues confieso que muchas veces comparto el sentir.

Para ir concluyendo, el hecho de que tengamos grandes ventajas para vivir durante la inmediatez, tales como aplicaciones de celular que «vuelven más fácil nuestras vidas», no logran evitar que tengamos la sensación de que nos estamos perdiendo de algo. ¡Nos estamos perdiendo de tantas cosas! Pero es algo inevitable. Parafraseando a Jacques Lacan: «nunca ganamos del todo, pues siempre perdemos algo también». Quizá lo que podríamos empezar a hacer es analizar nuestra vida, ver qué cosas estamos haciendo de más que resultan realmente innecesarias y plantearnos nuevas prioridades que nos permitan no padecer el malestar diario.

La inmediatez puede, a la larga, resultar una enfermedad degenerativa que tiene un solo destino: el vivir sin vivir, lamentarnos hasta morir.

¿Realmente queremos vivir así?

¿Realmente queremos morir así?

Saludos.

¡Bienvenido, lector(a)!

¡Me da mucho gusto darte la bienvenida!

Como ya podrás haber advertido (al leer la descripción de esta página), en este espacio podremos entablar diálogos, siempre buscando ser respetuosos y prudentes, sobre las distintas cosas que acontecen día a día en nuestra realidad. ¡Quiero que hagamos todo esto juntos!

Si tienes alguna duda, algún comentario, quizá una sugerencia oportuna, me dará mucho gusto leerte. Poco a poco iré subiendo material para compartir contigo y con nuestra comunidad.

Por lo pronto, me despido.

Shalom!

Atte.

Héctor Chávez