Psicoanálisis a distancia

Queridos(as) lectores(as):

Estoy profundamente agradecido por sus participaciones que han tenido en las últimas entradas que he dedicado a esta situación mundial del COVID-19. Sin embargo, no me había tomado el tiempo de poder contestar a las dudas que muchos tienen sobre la posibilidad de tomar análisis a distancia o en línea. Por lo que daré un pequeño aporte en esta entrada para que puedan conocer un poco sobre el tema.

¿Es posible eso? Tenemos que ser ciertos en algo: la opinión sobre ello se encuentra, hasta el día de hoy, notablemente dividida, sin embargo, me parece que debemos enfocarnos en una advertencia que el propio Sigmund Freud hizo en 1922:

«El psicoanálisis no es un sistema como los filosóficos que parten de algunos conceptos básicos definidos con precisión y procuran apresar con ellos el universo todo, tras lo cual ya no resta espacio para nuevos descubrimientos y mejores intelecciones»

En otras palabras, Freud nos sugiere que el psicoanálisis está en constante renovación, no es algo que se quede como algo puro, algo que no pueda ser modificado, cambiado, renovado e, incluso, llevado a la revolución. Si no, basta con ver la propuesta del propio Jacques Lacan, por mencionar a uno de los más llamativos referentes del «cambio».

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Pero no es lo mismo…

Empecemos por preguntarnos: ¿qué es ir a psicoanálisis? De este modo, casi podría pensar que todos tienen la fantasía de justo ir a un consultorio, mismo que parece coincidir en tanto que es un lugar «muy serio», oscuro, con un diván que impone y un sillón a un lado, donde un hombre o una mujer se habrá de sentar a escucharnos… pero… ¿y qué más? ¿Nada más vamos a eso? ¿Nada más nos escuchan y ya? Vamos, es algo que sólo la experiencia del análisis puede resolver en cada caso, y cabe mencionar que toda experiencia es distinta y no desde la parte del paciente, sino la del analista y hasta la de ambos.

Claramente, el pensar el psicoanálisis en línea nos hace «desilusionarnos» de la fantasía que tenemos, pero debemos tomar en cuenta que no todo es fantasía. Lo que debe impulsarnos a todos es el deseo de analizarnos, de encontrarnos con ese otro (el analista, incluso alguien más… ¿quién será?) para poder comenzar esa aventura del autodescubrimiento. Ahora bien, si nos centramos en esta «extraña» «nueva» modalidad de tomar análisis en línea, ¿qué es exactamente lo que nos estamos perdiendo? Podemos hablar de la falta de contacto humano, en parte sí, sin embargo, el hecho de poder estar frente al otro, que ese otro nos escuche y nos haga devoluciones, permite que exista una relación, un vínculo entre ambos. Sí, no es lo mismo ni lo será, pero les puedo asegurar que sucede exactamente lo mismo en una sesión «normal» en un consultorio, porque no faltan los comentarios tales como «es que no es como lo vi en la serie/película».

Resistencias, problemas y pretextos

También es importante mencionar que siempre existe una resistencia para ir, en primer lugar, a analizarse, ya sea en el consultorio o en línea. ¿No les suena el famoso «y yo como para qué voy con un psicoanalista, eso es para locos»? Créanme, es perfectamente normal, porque la idea de recurrir a un profesional de la salud mental nos lleva al común pensamiento de «estar enfermos», y a eso se le suma el clisé clásico de locura (y vaya que cada quien entiende la locura a su manera). Y, como ya había mencionado en unas entradas anteriores, el psicoanálisis no es para todos. Por eso es que hay que estar seguros exactamente qué es lo que necesitamos. Por poner un ejemplo: no se va a cualquier médico por cualquier enfermedad que se padezca. Hay que ir con el especialista indicado para poder tratar lo que padecemos.

El segundo problema que, a mi parecer, recae en tomar psicoanálisis en línea es el espacio. No es lo mismo la intimidad de un consultorio en otro lado, que un cuarto en la casa o en la oficina, porque sucede que «las paredes son muy delgadas» y no existe la misma seguridad de que sólo son dos los que están escuchando cosas tan personales. Y sí, eso es un GRAN PROBLEMA, sin embargo, no debe ser EL PROBLEMA, pues debemos tener un lugar, un espacio muy nuestro que nos permita llevar a cabo la sesión. Muchas veces la «falta de espacio» es más un pretexto que es reforzado por la resistencia de ir a análisis.

Por último, y esto me parece que realmente se da en ambas partes, tanto con los pacientes como con los analistas: el cobro. Primero tenemos que entender algo, esto es un trabajo, serio y dedicado que ocupa tiempo y disposición del psicoanalista. No se trata de que nada más esté esa persona escuchando mis problemas y ya, porque para eso se puede platicar con alguien más, sin embargo, no sería lo mismo, no sería algo bueno, o al menos no tendría el mismo fin. Empezando porque no a cualquiera se le cuenta la intimidad de uno, y no, ni siquiera a nuestros padres ni mejores amigos, ni a nuestra pareja, ¡ni siquiera a Firuláis! No, hay cosas que no pueden ser contadas y que merecen la escucha de un tercero totalmente objetivo y profesional. Así que, aunque no sea en un consultorio de manera presencial, el análisis sí se cobra. Y el costo es algo que depende del psicoanalista, de lo que pueda llegar a un acuerdo con el paciente/analizando y demás que se trate en el dispositivo analítico.

¿Cómo tener psicoanálisis a distancia?

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Vivimos en la famosa Época de la Comunicación. Hay distintos medios, tales como Whatsapp (videollamada), Hangout, Zoom, Skype, etc. Por lo tanto están los celulares, tablets, computadoras, etc. Pero, vuelvo a insistir, esta experiencia es algo que debemos tener muy clara, siendo todavía muy sinceros con nuestro deseo de analizarnos. En el momento que estamos viviendo, como comentaba en la entrada anterior, hay muchas cosas que se nos están moviendo interiormente y que nos están demostrando cosas que «no sabíamos» de nosotros mismos. Es perfectamente entendible que muchos ya estén hartos, que haya quienes no puedan más con la convivencia tan monótona con las mismas personas todos los días, que el miedo y la ansiedad nos estén quitando el sueño y provocando que no podamos descansar, todo esto y mucho más se va haciendo parte del malestar.

La idea de tomar psicoanálisis a distancia es, como bien dice un amigo psicoanalista, «no abandonarnos con nosotros mismos sin más». El psicoanálisis sigue en pie de lucha ante el COVID-19, se sigue trabajando con el lenguaje, con lo que se expresa y con lo que no, se trabaja con el silencio, con las muecas, etc. Es en verdad importante tener con quién hablar y que esa comunicación transmita lo inconsciente para hacerlo consciente.

Te escuchamos…

COVID-19 y la ansiedad

Queridos(as) lectores(as):

Vaya que este tiempo de cuarentena está haciendo de las suyas con nosotros. Quizá para muchos sea hasta una bendición el hecho de no tener que salir, quizá para otros es una «probadita» de una vida distinta a la acostumbrada, sin embargo, sea como sea, el hecho es que hay algo que nos inquieta. ¿Qué será?

Claramente me podrían decir que la situación en la que nos encontramos es algo que «nunca habíamos pasado», ciertamente así es (pero la Historia nos desmentiría en cuanto a la sociedad misma por los acontecimientos pasados); situación que nos mantiene demasiado pensativos. ¿Y por qué no habríamos de estarlo? Es decir, no sólo hablamos de la situación médica en cuanto al COVID-19 y el miedo que nos causa el que nos lleguemos a infectar o que alguien cercano lo padezca, sino que hablamos también de las repercusiones económicas y laborales. ¿Quién, hoy por hoy, puede estar tranquilo en cuanto a seguir manteniendo su trabajo? Por ponerles un ejemplo, si no lo habían pensado, ahora lo hacen. Y aquello que nos inquieta nos ha provocado, en este momento, a empezar a preocuparnos. Una disculpa por ello, pero hay que hablar de esto y ponerle nombre: se llama «ansiedad».

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¿Qué es la ansiedad? 

En la segunda tópica freudiana, encontramos esta división: Ello, Yo y Superyó. Vamos a explicarlo de la manera más sencilla posible. Digamos que el Ello es la parte de la estructura de nuestra mente donde residen nuestras pasiones, nuestros deseos, lo más bestial del ser humano, nuestras pulsiones. Ahí yace la demanda constante de satisfacción del deseo. Sin embargo, no todo deseo es algo «bueno», en tanto que sin importar qué tanta satisfacción nos dé realizarlo, no es que la sociedad nos lo permita. Justo aquí entra la estructura del Superyó, misma que podemos verla como la autoridad que limita y que pone barreras a nuestros deseos. Pero, ¿cómo cumplir con las exigencias del Ello y al mismo tiempo no pasar de las limitaciones del Superyó? Pues aquí entra la tercera estructura, que es el Yo, misma que veremos como una suerte de negociador, que intentará satisfacer a las otras dos y generar cierto balance. Insisto, es una explicación rápida y lo más sencilla posible.

Ahora bien, la ansiedad la podemos ver como un conflicto mental que tiene que ver directamente con el Ello, con una sobrecarga de energía sin poder descargarla con facilidad. Es decir, no podemos satisfacer los deseos ni deshacernos de los miedos. Es pensar demasiado en el futuro, demasiado en el «qué pasará» sin tener certeza alguna. Imaginen la gran cantidad de pensamientos que se desbordan en nuestra mente y que no podamos ponerles un orden o, peor aún, no podamos darnos cuenta de lo innecesarios que son. Un ejemplo sería así: estás sentado en tu sala, entonces empiezas a pensar en tu trabajo, en si te pagarán a tiempo, que si tienes deudas que pagar, que si ya hiciste unos gastos y que quizá no te alcance para cubrir los demás, que te falta terminar una parte de tu trabajo, que si hay pan en tu alacena, que si ya habrá una solución al problema que traían en tu trabajo, que si tus hijos estarán bien, que si habrá mucha gente en el banco, que de qué lado mastica la iguana… ¡Un giro obsesivo terrible! Y la verdad es que no estás resolviendo absolutamente nada. Sólo le estás dando vueltas y vueltas a esos problemas y no sales de ahí. Es algo en suma desgastante mentalmente (y físicamente) hablando.

Pero, ¿qué hay detrás de la ansiedad?

Vayamos por partes. Todos esos conflictos mentales que estamos teniendo a la hora de padecer ansiedad, exactamente, ¿por qué es que nos sacan tanto de quicio? Es decir, no es de «a gratis» el hecho de que estemos pasando por tan mal momento, hay algo que nos se nos está haciendo presente de manera inconsciente. Si bien podríamos sostener que existe la confrontación con la «realidad» por parte de Yo y, por tanto, el miedo perfectamente entendible sobre algo directo (pensemos en un perro agresivo), no siempre es tan sencillo de deducir la causa detrás. Si nos quedamos con la situación del perro agresivo, ¿qué hacemos? Pues nos alejamos del perro, corremos o lo que tengamos que hacer para librarnos de él. Y ya. Sí, claro… qué fácil. Pero al menos es una respuesta.

Ahora bien, pensar de más las cosas. Nuestra neurosis puede desencadenar momentos de auténtico terror obsesivo, en tanto que justamente pensamos de más las cosas. Y aquí viene lo importante: ni siquiera han pasado. Es como anticiparse demasiado a cosas que ni siquiera estamos seguros que están por pasar o tan siquiera que tengamos cierta seguridad que pasarán. Como cuando estamos viendo una película de terror, ya de por sí la situación nos tiene tensos, pero empezamos a ser guionistas sobre la trama, especulando quién morirá y de qué manera, o si saldrá el monstruo en un momento o no. Y hacemos de la experiencia algo en verdad desquiciante. ¿Qué necesidad? Claro, volvemos al «qué fácil, no lo hagamos y ya». Pero no… desgraciadamente no es así de sencillo. Detrás de esto hay traumas no elaborados o trabajados que venimos arrastrando desde mucho tiempo atrás, desde que éramos niños incluso.

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Me fallo, te fallo, les fallo

Como ya hemos visto, estos conflictos mentales son en verdad cosa de atender, sin embargo, tenemos que tratar de tener claridad sobre las causas. Anteriormente vimos que, de un modo u otro, todo se centra en nosotros. Pero, ¿y si agregamos a otra persona en nuestra ecuación? ¡Hablamos del mundo del deber ser! Ese famosísimo mundo es uno que más malestar genera en nosotros, no sólo por las exigentes demandas de los demás hacia nosotros, sino por nuestra intransigente terquedad de cumplir con todos. Sabemos que estamos siempre ante la falta, es decir, estamos siempre ante un estado de insatisfacción y eso nos provoca que hagamos algo para tratar de que no sea así (suerte con ello). ¿Y el deber ser no es acaso una falta todavía más notoria? Claro que sí, porque debemos cumplir con las cosas que los demás esperan de nosotros, o al menos eso es lo que la cultura nos ha enseñando (impuesto).

Si ya de por sí tenemos este delirante comportamiento obsesivo sobre las cosas que vivimos y las que ni siquiera han pasado, esto de agregar al otro a nuestra agenda diaria es tremendo. Pero, ¿estamos libres de ello? Desde que formamos parte de una familia, de un grupo de amigos, de una sociedad, lamentablemente no. Estamos «condenados a ello». Sin embargo, hay de condenas a condenas.

Ansiosa ansiedad

Pero, ¿por qué es que ahora sentimos la ansiedad tan fuerte? Primero, porque estamos encerrados. Tal cual. De hecho me parece interesante cómo muchas personas han aprovechado lo que estamos viviendo para hacer comparaciones con los animales en los zoológicos y de su triste cautiverio: «Si así te sientes ahora, imagina cómo se sienten los animales en sus jaulas». Y sí, es una buena comparación. Estamos en demasía ansiosos porque no podemos salir, porque nuestras actividades se ven reducidas a un espacio cerrado o limitado, nuestra convivencia también se ha visto afectada y reducida a unos pocos (si es que a ninguno). Ya no hay distractores, ya no hay nada que nos haga pensar en otras cosas, que nos haga divertirnos o dejar atrás un poco al menos nuestras preocupaciones.

La realidad es que el encierro en casas o departamentos no es el problema, sino que estamos encerrados con nosotros mismos y lo que estamos viviendo no es más que la proyección de nuestra vida interior al 100%. Si la ansiedad está desatada, ¿qué tantas cosas tenemos dentro que se presentan como auténticos demonios?

¿Me dices que no estás ansioso? Ok, ¿me podrías decir por qué ahora sufres de insomnio constante y terminas durmiéndote después de las 2 de la madrugada? ¿Por qué esa necesidad tan «optimista» de hacer algo «productivo»? ¿Por qué esa tendencia a compartir absolutamente todo lo que haces en tu día en redes sociales? Vamos dejándolo ahí, ¿te parece?

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¿Qué hacer?

Definitivamente hay que hablarlo, hay que ponerlo en palabras. Lo más recomendable es buscar el apoyo de profesionales. Primero me atrevería a sugerir que fueran con algún psiquiatra, mismo que podrá dar un diagnóstico apropiado de la situación de cada uno de ustedes y darles, quizá, un apoyo farmacológico temporal. Pero, la otra parte de esta moneda es ir a terapia o a psicoanálisis. Pues esto debe ser en verdad trabajado, porque si no, sólo iremos arrastrando cada vez más nuestros problemas, traumas y malestar.

Hoy por hoy, muchos especialistas en salud mental están ofreciendo sus servicios en línea, situación que no a muchos les gusta, pero que como dice la sabiduría popular mexicana: «es lo que hay». Por lo pronto es una sugerencia, pero sí hay que hacer algo al respecto, es por nuestro propio bien y el de la gente que nos rodea. Evitemos problemas más graves.