Berenice: un relato de obsesión

«La obsesión acompañada de sensibilidades extremas genera monstruos”

-Arturo Pérez-Reverte

Queridos(as) lectores(as):

Hace tanto que no nos encontramos. Espero estén bien y que cuenten con buena salud y no estén pasando por momentos (más) precarios.

En ésta ocasión vamos a analizar el cuento de Edgar Allan Poe, Berenice (1835), publicado por primera vez en el Southern Literary Messenger, con el fin de poder ilustrar, brevemente, el comportamiento de lo que conocemos en el psicoanálisis como neurosis obsesiva. Poe, a través del protagonista Egaeus, nos va delatando una historia sobre el futuro casamiento que tendrá con su prima, Berenice (hay que señalar que uno de los temas más obsesivos de nuestro autor son las mujeres y la tormentosa vida que tuvo con ellas). Egaeus nos va narrando que tiene ciertos ataques de origen mental que le llevan a una obsesionada lucha interna consigo mismo, con pensamientos que no le dejan ni un sólo momento. Como nos tiene acostumbrados Poe, Egaeus es un personaje muy profundo y dramático: “La miseria es múltiple. La desgracia afecta de diversas formas. Extendiéndose por el vasto horizonte como el arco iris, sus colores son tan variados, tan distintos y hasta tan íntimamente mezclados como los que nos presenta ese fenómeno”.

En un momento, Egaeus pasa a hablar de su hermosa prima, con la que hemos dicho que pronto habría de contraer nupcias, sin embargo, nos narra también sobre una extraña enfermedad que ha hecho que ella se vaya deteriorando con el tiempo, misma que no pasa desapercibido por su propio lamento: “¿Cómo es posible que de la belleza ha derivado un tipo de lo desagradable? ¿Del anuncio de paz, un símil de dolor?”. Sin embargo, nuestro protagonista hace notar que hay algo en ella que se mantiene casi perfecto, sin daño alguno por la misteriosa enfermedad y que detona una obsesión terrible en él: sus dientes.

Antes de seguir con el texto, debemos explicar la neurosis obsesiva. Para Sigmund Freud se trata de un trastorno de origen psíquico que provoca en quienes lo padecen una suerte de bombardeo de pensamientos sobre cosas que no existen o, peor aún, no son de su real interés. Los pacientes sufren de tal manera que su dolor se vuelve meramente interno; en algunos casos son incapaces de exteriorizarlos, generándoles una persistente angustia y hasta delirios. No es de sorprender que uno de los síntomas sea el insomnio o la fatiga constante. Aunque también es importante señalar que puede complicarse el dar con el diagnóstico adecuado de la neurosis obsesiva ya que muchos de los síntomas pueden pasar desapercibidos.

Volviendo a Egaeus, encontramos este interesante cuestionamiento: “O la memoria de la dicha pasada es la pena de hoy, o las agonías presentes tienen su origen en los éxtasis que pueden haber existido”. Podemos estar seguros del terrible proceso de confusión por parte del neurótico obsesivo que, por momentos, pareciera que ha perdido contacto con la realidad, dejando que su fantasía (sus miedos) se torne contra él de maneras brutales y sin piedad. “[…] un recuerdo que no quiere abandonarme, una memoria como de una sombra, vaga, variable, indefinida, irregular, sombra de la que no podré verme libre mientras brille el sol de mi razón”. Ese “recuerdo” podemos convertirlo a un sólo pensamiento, mismo que se vuelve constante y repetitivo una y otra, y otra vez, haciendo que la conducta del neurótico obsesivo se exprese según su estado de ánimo, “encontrando” en la compulsión a la repetición una suerte de cura del malestar que sufre notablemente. Es tanto el pesar que Egaeus sufre que expresa, a mi creer, una confesión típica de todo aquel que sufre un padecimiento mental sobre el otro:

«Mientras tanto, mi propio mal, pues se me ha dicho que no debía llamarlo con otro nombre, mi propio mal crecía rápidamente, hasta asumir, por último, un carácter monomaníaco de una nueva y extraordinaria forma, ganando sobre mí, el más incomprensible ascendiente. Esta monotomanía, si debo llamarla así, consistía en una mórbida irritabilidad de esas cualidades de atención. Es más que probable que no sea entendido, a la generalidad de los lectores una idea adecuada de esa nerviosa intensidad de interés con que en mi caso las potencias meditativas, para no emplear tecnicismos, se hundían en la contemplación de los objetos más comunes del universo».

Pero, ¿qué es lo que siente el neurótico obsesivo? “Un helado estremecimiento recorrió mi cuerpo; me oprimió una sensación de insuperable ansiedad y una curiosidad consumidora se apoderó de mi alma; y echándome hacia atrás en la silla, permanecí algunos instantes sin aliento, ni movimiento, con mis ojos fijos en su persona”. Podemos observar que es tanta la obsesión, valga la redundancia, del neurótico por aquellas ideas que le acechan en su mente, que le es imposible pensar en algo fuera de ellas, en algo más. Entendamos lo siguiente: en la mente del obsesivo, todos los pensamientos que provocan el malestar, se presentan de forma continua. Ahora bien, ¿de qué modo? Empecemos por señalar la desesperación provocada por la ansiedad: un constante flujo de sentimientos de culpa innentendibles, una notoria necesidad de verificar las cosas y, por supuesto, un delirio preocupante por mantener el control y el orden que deviene en la obsesión de limpieza.

Cuando Egaeus está por casarse con Berenice y descubre el velo que cubre su rostro, nos da la clave para entender la futura obsesión por los dientes de su futura esposa: “Desvié involuntariamente la vista de sus miradas vidriosas para pasar a la contemplación de sus delgados y encogidos labios. Los abrió y en medio de su sonrisa de peculiar expresión, los dientes de la cambiada Berenice se presentaron lentamente a mis ojos. ¡Quisiera Dios que no los hubiera visto, o que habiéndolos visto hubiera muerto!”. Cabe en estos momentos señalar algo de notable interés para nuestra comprensión de la neurosis obsesiva, que se trata justo de los mecanismos de defensa, y digo que es de notable interés ya que el origen de ellos es también de naturaleza obsesiva. Los mecanismos de defensa son varias veces expuestos de manera consciente, pero el neurótico obsesivo se hace de ellos, como ya se ha mencionado anteriormente, para intentar reducir el malestar de lo que está encubriendo con ellos. Y es justo en ese momento donde empiezan a ser notables las afecciones y alteraciones psíquicas, tales como la confusión, la pérdida de contacto (temporal) con la realidad, el sentimiento de abandono, incluso breves lapsos de delirio de persecución y la necesidad, curiosa, de querer huir. La desesperación se desata.

Sobre esto último, notemos qué expresa el protagonista:

«Pero no había partido del desordenado cuarto de mi cerebro, y no quería salir de él la pálida imagen de los dientes. Ni una mancha en su superficie, ni una sombra en su esmalte, ni un desperfecto en sus aristas, que el breve periodo de su sonrisa no hubiera bastado para grabar en mi memoria. Los veía entonces hasta con más resplandor que cuando los contemplé en realidad. ¡Los dientes!, ¡los dientes! — estaban aquí y allí por todas partes, y visible y palpablemente delante de mí «.

En el caso de Egaeus, los pensamientos se vuelven obsesivos casi de manera involuntaria, tan es así que pedía a Dios no haberlos visto o una vez que los vio, hubiera preferido morir al momento. Las ideas compulsivas se vuelven incontrolables. Todo en el mundo exterior parece que pierde importancia, centrando su atención delirante sólo en algo determinado, volviendo al afectado impulsivo y en muchas ocasiones agresivo. Como lo vimos también anteriormente, la compulsión a la repetición es algo persistente, sin embargo no habíamos hecho mención que toda acción se vuelca sobre lo simbólico. Es, de hecho, interesante notar que dichas repeticiones suelen encontrar cobijo en rituales de notable naturaleza mágico-mística. Lo que tampoco debe desviar nuestra atención es el comportamiento desenfrenado al intento desesperado de “hacer desaparecer” lo que le está pasando, donde el cuerpo se vuelve también su propio lenguaje. Todo, al menos desde la postura psicoanalítica, se vuelve analizable y encuentra una profunda relación significativa con la obsesión.

Para poder estudiar bien lo que la neurosis obsesiva tiene que ofrecernos, tenemos que aceptar el hecho de que su causa no es como tal una, sino todo lo contrario. Es necesario advertir que en un acto obsesivo que se está analizando hay varios porqués de por medio, en otras palabras, es una psicopatología multicausal. Lo que es de llamar la atención es que, al menos en algunos casos conocidos, la neurosis obsesiva recae en una fórmula de agentes que se suman para poder dar paso al trastorno. Por poner algunos ejemplos, hay factores externos e internos, pero siempre relacionados con el paciente. No es mi intención entrar en detalles neuroquímicos.

Volvamos con Egaeus:

«En los multiplicados objetos del mundo externo, no tenía pensamientos sino para los dientes. Los deseaba frenéticamente. Todos los otros asuntos y todos los otros intereses llegaban a absorberse con su única contemplación. Ellos, ellos solos estaban presentes a los ojos del espíritu, y ellos, en su individualidad solitaria, se convertían en la esencia de mi vida intelectual».

Si tomamos que los dientes de Berenice son algo que no podían ser controlados por Egaeus, en tanto que no le pertenecían pero que causaban una muy notable obsesión, podemos entender entonces que hay factores externos que dan paso al trastorno, ya que los individuos que se han visto relacionados en situaciones que no pueden controlar se sitúan a sí mismos en una predisposición del sufrimiento neurótico obsesivo. “[…] de Berenice, yo creía absolutamente que todos sus dientes eran ideas. ¡Ideas! ¡Ah!, aquí está el pensamiento del idiota que me ha perdido. ¡Ideas! — ¡ah!, por eso es que yo los codiciaba tan locamente. Sentía que sólo su posesión podía devolverme la paz, y restituirme la razón”. Como sabemos, al final del cuento de Poe, Egaeus es descubierto con la posesión de los dientes de Berenice, mismos que al parecer fueron extraídos del cadáver de la difunta una vez que había sido enterrada. Sin embargo, reforzamos lo que ya decíamos sobre el modo o las maneras en las que el obsesivo pretende curarse de su propia obsesión, y en éste caso llegando a la terrible acción de profanar una tumba para hacerse con aquellas “ideas” (los dientes), objeto real de su atención, inclusive de su amor.

La neurosis obsesiva se puede tratar desde el psicoanálisis, las psicoterapias y con el apoyo farmacológico, sin embargo, como sucede en la mayoría de los casos, cuando se emplean medicamentos para “tratar-curar” un padecimiento mental de éste tipo, apoyándose con antidepresivos e inhibidos selectivos de la recaudación de la serotonina, si no hay la manera de que el paciente ponga en palabras lo que desde el inconsciente le está afectando, la compulsión a la repetición resurgirá de manera constante.