«El hombre poco claro no puede hacerse ilusiones; o se engaña a sí mismo o trata de engañar a los demás»
-Stendhal (Henri Beyle)
Queridos(as) lectores(as):
Primero, antes que nada, quiero agradecer a quienes participaron en la dinámica sobre el tema a tratar en este encuentro que puse en mi cuenta de Instagram (@HCHP1). Pero, ¿por dónde empezar a tratar este problema? ¿Qué les parece que empecemos por reflexionar sobre el amor? Amor viene del indoeuropeo amma (voz que llama a la madre) y luego del latín amare (ofrecer caricias de madre). Cabe señalar que en esta etimología hay muchas ramas, pero no podemos hacer de este encuentro un clarificador total. Quiero que nos quedemos con esto que les he compartido. Lo importante es la presencia de la «madre» en ambos actos (llamar/ofrecer). Recordemos que el primer amor en nuestra vida es nuestra madre, así que podríamos entender que el amor a partir de ella es la búsqueda de lo «perdido». Es ofrecer, sí, pero también lo que se busca recibir.
Sin embargo, no podemos perder el piso cuando vemos que en el amor hay abusos particulares y subjetivos, donde se proyectan los miedos e inseguridades, no hablemos de odios, desprecios, dolores y, por qué no, faltas. Por eso es que es posible hablar de «el dolor de amar», pero no lo confundamos con «amar hasta doler». Si nos enfocamos en el amor, es necesario que podamos identificar los tipos que pueden existir, y para ello, creo que es importante aterrizar en un diálogo platónico, en esta ocasión nos puede aportar mucho el Banquete y, más adelante, tener con qué relacionarlo con el chantaje emocional.
Platón y el amor
Antes de hacer esta revisión, recordemos que para el filósofo griego, la primer aproximación al amor la encontramos en el Lisis, donde a grosso modo, se entiende que amor es «desear que la persona amada sea feliz, lo más posible». Pero esto se puede volver un verdadero problema inclusive hermenéutico (interpretativo). Es por eso que las reflexiones que encontramos en el Banquete nos pueden ayudar un poco más. Se desarrolla en la casa de Agatón, lugar en el que se hacen varios discursos para abordar el tema del amor. Vayamos viendo de qué tratan:
–Fedro: Eros como divinidad más antigua. Eleva al hombre hacia grandes metas y lo aleja de cosas malas.
–Pausanias: habla de dos Afroditas (Pandemos y Celestial). El primero se centra en lo material y que hace que el ser humano busque la realización de su fin sin preocuparse por el proceso. El segundo apuesta hacia el perfeccionamiento de lo moral, por lo que el ser humano da importancia a la Filosofía y a la educación física, así, se forja la sabiduría y el valor.
–Erixímaco: Eros es doble, en sentido de que habla de armonía y ritmo. Lo identifica con la fuerza universal de la naturaleza.
–Aristófanes: originalmente existían tres tipos de seres humanos, con órganos duplicados. Los machos, las hembras y los andróginos. En su arrogancia, conspiraron contra los dioses, siendo castigados por el todopoderoso Zeus, consciente de no poder eliminar a los humanos pues estos los adoraban, los parte en dos. Esto hace que «se busque a la otra mitad».
–Agatón: Eros es poseedor de grandes virtudes (belleza, juventud, valor, sabiduría, etc.). Inspira y alienta toda poesía. Lo ve como un contrario de la maldad. Su hogar es el alma de los seres humanos.
–Sócrates: Eros parte como una necesidad que se orienta hacia una meta, relacionándose con el deseo (exigencia). Es el anhelo perpetuo de lo bello y de todo aquello que sea bueno. Es un puente. Eros es un daimón (digamos, espíritu) que comunica lo divino a lo humano. El amor es rico (Poros) y pobre al mismo tiempo (Penia). Es creador de belleza, tanto en el cuerpo como en el alma.
El amor como arma
Una vez visto lo anterior, vamos a centrarnos en el chantaje. Primero, hay que buscar siempre tener claridad en nuestra falta, de ese modo no tenemos nada que ocultar. Pero no sólo eso, sino que con ello tendremos seguridad de no estar ofreciendo a un otro malicioso la herramienta, o el arma, que pueda usar contra nosotros aprovechándose de cualquier oportunidad que logre captar. Chantaje viene del francés chantage. En un sentido plenamente argótico, la expresión faire chanter (chantajear) habla de «torturar al reo para que confiese sus faltas». Ahora, ¿qué nos dice el Diccionario de la Real Lengua Española sobre el chantaje? Esto: «presión que mediante amenazas, se ejerce sobre alguien para obligarle a obrar en determinado sentido». ¿Ven cómo tiene sentido pensar en la falta que tenemos? Al abrirnos al otro, a quien «amamos» y que parece que «nos ama», le exponemos nuestra falta. De ahí que se vuelva una herramienta, un arma que puede ser usada en nuestra contra.
El acto violento es en sí una confesión de la carencia de amor en la vida del agresor. Así, el chantaje es el uso de cualquier medio para ejercer control o poder en alguien, justificándolo con una causa o intención amorosa. Es hacer uso de la falta descubierta para lograr un fin sin considerar el proceso (Pausanias, Pandemos). «Es que lo hago porque te quiero, porque me importas, no hay nada ni nadie más que tú para mí», esto nos hace pensar en Fedro. Pero no hay ni armonía ni ritmo, porque sólo hay un beneficiado (anti-Erixímaco). «Si no te parece, me voy, a ver si encuentras a alguien que te ame o que le importes tanto como a mí» (anti-Aristófanes, «tu otra mitad soy yo, no estarás nunca completo(a) sin mí»). «A ver quién te quiere con tantos defectos que tienes, ya verás que sólo yo te acepté y amé así como eres» (anti-Agatón).
Vivir sin chantaje
Si abrazamos lo expuesto por Sócrates y que a su vez lo expuso Platón en el Lisis, que grosso modo el amor apuntala siempre hacia lo mejor, hacia lo bello y hacia lo bueno, ¿por qué quedarse con quienes denigran, tratan mal, humillan y violentan con el discurso degenerado de «lo hago porque te amo»? El amor, una vez más, puede doler por todo lo que implica, pero no se puede apostar nunca por un «amar hasta doler». De este modo, el verdadero amor apuesta siempre por la dignidad del «bien amado», en el estricto sentido de que jamás se hará algo que pueda lastimar, dañar, perjudicar o joder al ser amado.
Por ello es que hay que amarse a uno mismo primero, saber establecer límites. Quizá con ello, tal como vimos en un encuentro anterior (Edificando muros) se «pierda» a muchas personas en el proceso, se terminen alejando y demás, pero es algo necesario en la búsqueda de un amor digno, de un saberse dar el lugar justo y generar el respeto obligatorio hacia nuestra persona.
El amor siempre llama al amor, no tengamos miedo en seguir esperando.