El silencio y sus hechos

«Quien calla, otorga».

Queridos(as) lectores(as):

Hace tiempo, mi amiga Berenice me pidió que escribiera algo sobre el tema que se trata en una miniserie de Netflix, Desde dentro (Inside man, 2022), protagonizada por Stanley Tucci, David Tennant, Dolly Wells, entre otros. A modo de brevísimo resumen (sin spoilers), trata sobre un criminólogo que yace en el pasillo de la muerte de una prisión esperando su condena, mientras resuelve algunos casos siempre y cuando cumplan con sus exigentes demandas profesionales; hasta que un día se topa con uno en el cual todo comenzó con «guardar un perturbador secreto». No diré más.

Para muchos ha sido una muy buena mini serie, para otros ha sido aburrida, pero me parece que aborda el tema de callar y encubrir de un modo bastante interesante. ¿Qué harían ustedes si alguien les hiciera guardar algo y que después descubrieran el contenido perturbador del mismo? Cabe decir que ese alguien es muy querido y amado, por quien sienten cierta responsabilidad. Quizá muchos podrían contestarme que «harían lo correcto», pero creanme que a la hora de la verdad hay cosas que nos pueden llegar a traicionar. Dejemos eso en intriga por si les he picado la morbosidad como para ver de qué se trata esa serie.

*A veces creo que Netflix me debería contratar…

El callar

En la cultura occidental es muy común que el tema del silencio se desarrolle en muchos panoramas sociales. Desde una perspectiva se le ve como sinónimo de prudencia, en otra como cobardía, en otra como obediencia, etc. Depende la situación, el lugar y con quién. Sin embargo, el callarse siempre, en todos los casos, genera algo a nivel psicológico que da paso a incontables realidades en el individuo. Ciertamente en ocasiones se ejercitan las virtudes, pero en otras tantas se generan traumas, dolencias, resistencias, miedos, etc. Cuando empiezo este encuentro con el famoso refrán «el que calla, otorga», no es en vano. ¿Cuántas veces hemos sido testigos del poder demoledor de las cosas que se callan en la estabilidad mental de las personas, incluso de nosotros mismos?

En psicoanálisis entendemos que lo que no se pone en palabras, el cuerpo encuentra la manera de expresarlo, de ahí que demos directamente con la psico-somatización, y el cuerpo comienza a enfermar aunque no tenga un origen fisiológico. En nuestros días estamos muy acostumbrados, malamente, al «tú calla y aguanta», ante malos tratos, malas maneras y formas. «Es que cómo le voy a contestar al jefe», «cómo le voy a decir que no a mis padres», etc., y muchos cuestionamientos entendibles pero preocupantes. A ver, no se trata de aguantar, se trata también de guardar respeto por nuestra propia dignidad: nada ni nadie puede pasar por encima de nosotros sólo porque representa una autoridad. De ahí que los expertos en negocios sepan diferenciar la figura del jefe y del líder.

Saber hablar

Estoy más que seguro que esto que estoy por decir causará «ruido» en muchos de ustedes, sobre todo en quienes defienden a capa y espada los nuevos sistemas de crianza que se están teniendo con los niños, pero aún así no es mi idea ni mi intención entrar en polémica ni generar un interminable debate de proyecciones y resentimientos personales. Éste es un lugar de diálogo y lo que expreso aquí no es sino una opinión, misma que está abierta a la posibilidad de sostenerse o cambiar. Ahora bien, esa idea de «no les digas nada» que se tiene respecto a los niños por el «temor a traumarlos», genera muchos comportamientos que terminan por despreciar los límites y a la autoridad. Sé que he hablado de esta última en el punto anterior, pero a eso voy. Hablar con los niños y decirles cuándo están haciendo mal las cosas, es necesario y muy importante en la formación psicosocial y en el modo de relacionarse con los demás. Un regaño bien fundamentando con las palabras adecuadas, sin gritos ni ofensas, mucho menos con violencia física, puede ayudarles a tener claras las cosas.

El modo en el que hablamos configura el mundo en el que somos. Veamos: ¿por qué cuando pensamos en la noción de «queja» automáticamente pensamos en algo agresivo? La queja es una respuesta ante algo negativo que le sucede al sujeto. Es un «no dejarse». Sin embargo, hay modos de quejarse y precisamente es por eso que hay que tener la claridad que exigimos en los niños. El modo de hacer las cosas nos permite tener una convivencia más sana. Apostando siempre por la verdad. Porque si callamos y sólo nos guardamos las cosas, damos paso a muchos problemas, entre los cuales el mal entendido es uno de ellos, y lo que era algo quizá «casi insignificante» se vuelve un ver arder Troya. Y por esto último es que les invito a que vean la serie. El silencio puede resultar en un grave error y muchas cosas se pueden evitar al no tenerlo.

El valor de nuestro corazón

«Lo que no se sabe expresar, no se sabe».

-Miguel de Unamuno

Queridos(as) lectores(as):

¿Por qué será que las personas no saben o no sabemos decir las cosas y preferimos guardar silencio? «No sé qué decirte», «no tengo palabras», etc. Son sentencias que disimulan una realidad distinta. ¿O es acaso que en verdad nunca hay qué decir? Es muy común que cuando pasa una tragedia justo digamos «no hay palabras», pero lo cierto es que sí las hay, incluso hasta sobran, pero también existe un cierto temor a equivocarse en lo que decimos y que la situación se pueda tornar más dolorosa o por lo menos más incómoda. Es muy común hoy en día que el silencio predomine y pareciera que las muestras afectivas se ven limitadas a las circunstancias que sólo aceptamos. ¿Dónde queda entonces la empatía?

Dudar de lo que sentimos a la hora de querer expresarnos puede convertirse en una condena injusta. Pienso, por ejemplo, cuando un ser querido se acerca a nosotros para contarnos algo que le está pasando y que le está ocasionando mucho malestar, y a pesar de ello, «no sabemos qué decirle», sólo «podemos escucharlo» y ya. Y claro, le sugerimos que vaya con un profesional de la salud mental, con un sacerdote, un rabino o alguna «autoridad» más capacitada para poder ayudarle. En parte es una buena acción el escucharle y sugerirle que busque ayuda no está del todo mal, pero tenemos que tener presente que el primer apoyo es la red emocional que creamos con amigos y familiares, siendo la primer contención.

Confiar en el corazón

Cuando estamos pasando por un momento triste, difícil y desesperado, lo primero que buscamos es quien nos ayude a tranquilizarnos. Quizá no necesariamente que nos consuele, pero alguien que nos ayude a aligerar el agobiante peso que estamos cargando. Acudimos, pues, con algún buen amigo, con un familiar, incluso los animales de casa se vuelven excelentes terapeutas pues aunque no nos digan nada, nos dan un amor incondicional que nos ayuda a sentirnos mejor (como dato cultural: ¿sabían que el ronronear de un gato puede ayudar a controlar la frecuencia cardiaca, reduciendo el estrés?). Pero, a pesar de esto, en la actualidad el otro teme expresarse, teme decir «algo que no». Y claro, con tanto bombardeo publicitario de pseudo salud mental en el que le meten miedo a las personas por el «poder de la palabra», no hay quien quiera «hacerse responsable». No sabía que dar un abrazo, un consuelo, una caricia, un «aquí estoy contigo», fuera tan peligroso…

Obra: Gatos abrazados / Kerstin Haase (No cuento con los derechos de autor, es sólo por el uso ilustrativo sin intenciones de lucro)

Es muy común que, tal como decimos en México, ante situaciones así «nos agarren en curva» o desprevenidos y que, en efecto, no sepamos qué decir, pero eso no puede ser motivo suficiente para evadir responder a la demanda de apoyo, amor, comprensión y cariño del doliente hacia nosotros. Cuando se trata de un ser querido, ¿no es acaso suficiente el amor que sentimos por esa persona como para tratar de decirle las cosas desde el corazón? Cierto, no debemos caer en los vicios de la desesperación ante el ser amado que sufre y por querer ayudarle alimentemos su dolor, miedo o tristeza. Las palabras del corazón SIEMPRE deben ofrecer serenidad, paz y consuelo. «No tengáis miedo de expresar la ternura de vuestro corazón», nos recuerda constantemente el papa Francisco.

Es un momento importante

Sí, la idea es que cuando las personas tienen problemas de depresión, ansiedad, estrés, etc., acudan con profesionales de la salud para tratar cuanto antes eso y evitarles que se generen problemas más delicados. Pero no temamos ofrecer una escucha amable, unas palabras tiernas y cariñosas (nada de regaños ni «tú debes de…»), un bonito abrazo y hasta una mirada de confianza. Esos son los primeros pasos hacia la cura de un dolor del alma. Nuestra misión como seres humanos podemos encontrarla en una verdadera empatía, a partir del entendimiento de que estamos en esta existencia compartiendo con la alteridad misma. ¿Cómo queremos estar bien cuando unos sufren? No se trata de hacerla de super héroes (y mucho menos saliendo en videos o fotos presumiendo nuestra «buena acción») e intentar salvar a medio mundo. Empecemos por los que nos rodean, y no tengamos miedo de confiar en el corazón en ese momento.

También es muy común la idea de «esperar a que pidan ayuda». ¿Por qué? ¿Es que acaso vemos a una persona que se ha caído en la calle y esperamos hasta que nos pida, nos ruegue, ayuda? Qué posicionamiento tan cuestionable. El amor responde ante su ausencia. Y así como tenemos un corazón dispuesto a ayudar al otro, debemos ser conscientes que el nuestro también necesita ayuda de vez en cuando. El verdadero valor de toda expresión es la sinceridad con la que se genera. Reconocernos humanos es aceptar que siempre todos hemos de necesitar ayuda, y que ésta llega en primeros pasos que se abren hacia un sendero de mejora.

Si necesitan un abrazo, podrían empezar por pedirlo…

El placer de saberse ignorar

«El que conoce poco, lo repite a menudo».

-Thomas Fuller

Queridos(as) lectores(as):

Muchas gracias a quienes se han sumado al podcast de este espacio. Si todavía no lo hacen, no dejen de seguirlo y activar la campanita para recibir notificaciones. Por el momento acabó la primera temporada y estoy pensando en cómo mejorar y variar el contenido de la siguiente. Mientras sigamos teniendo estos encuentros de este lado. Así es, han leído bien, «saberse ignorar», y créanme que encontraremos la razón de ello. El día de ayer recibí una carta por parte de mi querido amigo, Sebas, desde Ecuador. Las relaciones epistolares son algo que, a mi creer, no deberían perderse sin más en nuestro tiempo. Por una cosa que me compartía, le sugerí que una parte del amor propio es «sabernos mentar la madre de vez en cuando», es decir, no hacernos caso siempre.

Cuando digo esto, me refiero a un ejercicio sincero del autoconocimiento que tenemos que tener en nuestra vida. Muchas veces, nos empeñamos en cosas que se vuelven meras obsesiones y que terminan por generar en nosotros profundos malestares. Hay ideas que se cuelan en nuestra mente y van de un lugar a otro tornándose en un auténtico suplicio. «Es que yo quiero», «es que yo debo», «es que tiene que ser», «es que, es que, es que…», y de ahí al infinito. ¿Por qué no somos capaces de analizar dichas ideas y caer en cuenta que, en la mayoría de las veces, se mantienen en nosotros por mero capricho o terquedad? Hay cosas de las que no habría que lamentarnos porque no sucedan o no se nos den en nuestra vida.

El deber ser (in)conveniente

Hemos hablado de este famosísimo tema ya en varios encuentros pasados, sin embargo, ¿qué pasa cuando el deber ser es en realidad un disparate sin fundamento? Es decir, muchas veces damos por sentado que las cosas deberían ser de tal manera. Pero, ¿cuántas de esas veces las pensamos a partir de un capricho desde lo que suponemos nos ofrecería algo mejor o más cómodo para nosotros? Por ejemplo: «¡Ay, es que no debería haber tanto tráfico ahora que estoy manejando!». Claro, puede haberlo cuando yo no esté directamente involucrado, pero cuando sí, pues por supuesto que no debería haberlo. Regresando a ese momento de queja, es fascinante ver cómo las cosas las vamos forzando directamente con (especialmente en contra) de nuestro malestar. Nuestro sentido del humor cambia, hacemos la cosas de malas, contestamos de manera agresiva, etc.

Mandando guardar silencio / Getty images

¿Qué sucedería sin en el momento en el que nos estamos quejando, mejor nos planteamos algo distinto que nos ayude a sobre llevar el momento? No sé, poner algo de música, aprovechar el tiempo y hacer una llamada a un ser querido, escuchar un podcast (sobre todo el de Crónicas del diván, claramente), etc., por mucho descubriríamos que el ignorarnos cuando estamos frustrados por algo así, nos ayudaría a incluso hacernos más responsables. Diría san Agustín de Hipona: «Conócete, acéptate, supérate». Si el malestar de nuestro padecimiento se pudiera evitar pensando y actuando de mejor manera, ¿por qué no intentarlo? En vez de lamentarnos por el «tráfico que hay cuando estamos manejando», que muchas veces es por salir tarde y no anticiparnos con las mil y un cosas que pueden pasar en el lugar donde vivimos, quizá podríamos pensar «¿qué puedo hacer para evitar el trafico cuando yo esté manejando?». Pero, cuando vemos que la responsabilidad recae sobre nosotros, ya no es tan sencillo quejarse, ¿cierto?

Callar al niño berrinchudo

No es nuevo, pero ciertamente vivimos en una sociedad en demasía infantilizada, en la que muchos de los individuos evaden toda responsabilidad personal y suelen cargarle los problemas a los demás. Nadie quiere hacerse cargo y menos de sus propias cosas. Están acostumbrados a que alguien más les resuelva la vida. Así es el pensamiento berrinchudo que muchas veces nos invade y nos lleva muy lejos de una vida más práctica y serena. Por eso es que debemos activar ciertos filtros que nos ayuden a lidiar con nuestra mente en momentos de aburrimiento, de frustración o de simplemente no saber qué hacer, pues hay razonamientos que sólo nos joden, pero que no ofrecen nada bueno al final. Por eso mencionaba el deber ser que se vuelve algo irritante y comodino, entre otros ejemplos que cada uno de ustedes se podrá ir dando.

El famoso «conócete a ti mismo» implica también un ejercicio de humildad y sinceridad en el que cada uno de nosotros habremos de ser responsables de cosas que están en nuestras manos y que realmente resulten favorables para nuestra persona, nuestra actividad laboral y demás, sin caer en el vicio de sobre pensar las cosas y pretender que las éstas serán siempre como queramos a la hora que exijamos. Sí, quizá descubran en esto una lucha interna contra la propia inmediatez que, de hecho, muchas veces responde a los caprichos, al niño berrinchudo, terco y grosero que piensa que el mundo le debe todo.

El placer de saberse ignorar, en verdad, también es necesario…

Las promesas del esperado amor

«¡Ah¡ Por tu felicidad yo daría la mía, aunque tú nunca llegaras a enterarte de nada».

-Edmund Rostand (Cyrano de Bergerac)

Queridos(as) lectores(as):

Una disculpa por ausentarme un tiempo por este nuestro espacio, pero he andado aprendiendo más sobre el mundo del podcast, recordándoles que la primera temporada de Crónicas del diván está en curso (no deje de seguir y activar la campanita en Spotify).

Ahora bien, uno de ustedes me hizo llegar varios mensajes que no había podido ordenar en cuanto al tema que me estaba pidiendo que compartiera una reflexión. Y me parece que no es nada nuevo y quizá muy sonado en la vida de cada uno de nosotros: ¿y qué pasó con el amor? No hay ser humano en esta vida que no ame y mucho menos que no busque ser amado. Hace unos días, mi querida Rocío compartió un reel en su Instagram, en el que hablaba sobre el famoso «peor es nada», haciéndonos pensar en lo horrible de esa situación al no poner en ningún lado a una persona. ¿Y su dignidad? Ella, después, aclara que entonces «mejor es nada». ¿Vemos la diferencia? Además, sutilmente se muestra un «no juegues con los sentimientos de alguien» y, entre esas palabras, «cuando no tienes claridad en los tuyos». Todo lo que se dice, todo lo que leemos. Parafraseando a Jacques Lacan: «Uno tiene responsabilidad de lo que dice, no de lo que el otro entiende».

La pegunta «¿y qué pasó con el amor?» me parece una que, al menos en muchos casos, costará mucho contestar y que la respuesta dé una verdadera satisfacción. Pero, hagamos un intento por analizar lo que hoy por hoy estamos viviendo.

En otros tiempos…

Muchos de nosotros crecimos con narrativas interesantes respecto al amor. La clásica historia de amor de los abuelos, la de los padres, los cancioneros (de esos que «ya no son como los de ahora»); muchos crecimos escuchando a José Luis Perales, Camilo Sesto, José José, Juan Gabriel, Roberto Carlos, etc., canciones bellísimas y cargadas de un sentimiento sin igual. Pero todas esas canciones, al menos vamos a quedarnos con el lado musical del pasado, tenían ciertas promesas del amor esperado. Ya fuera canciones de amor o de desamor, en ellas había una claridad que ayudaba o siguen ayudando a dar voz a nuestros sentimientos. Pero aquel romanticismo, aquel tributo al amor, pareciera que en este tiempo sólo se queda en una triste y prolongada añoranza del mañana que se quedó en el ayer.

Aunque no es nuevo, la demanda de amor en nuestros días mueve mucho a los individuos en la sociedad. Hay quienes no encuentran el amor que buscan (y quizá no se den cuenta de la alta exigencia que tienen sobre el mismo), otros lo encuentran pero no les es suficiente, otros sufren la duda de haberlo encontrado pero de no estar seguros si es conveniente o no, etc. Son tantos malestares que ponemos entorno al amor que, o lo hacemos imposible o nos estamos volviendo inaccesibles. ¿Qué será? Hace tiempo, ya varios años atrás, una persona tuvo sentimientos por otra, cosa que al parecer eran recíprocos, sin embargo, «a la hora de la verdad», resulta que la contestación fue «sí, pero no ahorita, mejor después». Y claramente ese «después» nunca llegó. ¿Les ha pasado?

El amor fuera del guión

Ciertamente, muchos crecieron o crecimos con los estándares del amor moderno «disfrazado» de «el de siempre». Tantas películas a la Disney, tantas narrativas tan de OTROS. El error que tenemos, no sólo en cuestiones del amor, es pretender tener lo que otros tuvieron. ¿Dónde queda el pensar en las distintas circunstancias? ¿Dónde queda el aceptar las alternativas? El amor no es NUNCA una alternativa, pero nos brinda varias. Es decir, pensar que el amor es o debe ser tal y como lo hemos visto en OTROS casos, es sentenciarnos a una insatisfacción eterna. Sin embargo, pasa algo curioso, cuando se dan detalles que parecen sacados de una película cursi y empalagosa (aunque muchas de ellas muy buenas), aparece el «ah, qué lindo(a), pero ahorita no». Y seguimos buscando el amor con nombre y apellido que «tanto hemos esperado».

En cuestiones del amor, el guión es siempre un crimen. Es decir, el amor debe sorprendernos, de manera espontánea, lo más maravilloso que permite el asombro. Si estamos exigiendo que el amor sea tal y como otros lo han encontrado, lo han vivido, etc., nos estamos volviendo ese «peor es nada» para alguien más. Porque quien impone sus reglas personales al amor, lo desvirtúa. Y quien se arranca la posibilidad de amor, de amar y de ser amado, renuncia poco a poco a su propia dignidad. El tema acá no son las promesas del amor esperado, sino las exigencias del amor sentenciado. Cambiar de perspectiva, quizá, nos ayude más a escribir y cantar cosas de amor, que ahogar penas y tragedias «por el amor que nunca nos llega».

Además, ¿quién dijo que el amor tiene un determinado tiempo y lugar de llegada?

Habemus podcast!

Queridos(as) lectores(as):

Tal como lo leen, ayer estrené la versión podcast de este lugar de encuentros. Esperen, no, no se me asusten, que no significa que dejaré de estar escribiendo. Les cuento un poco. Hace tiempo, varias personas me dijeron que les gustaba mucho el contenido que les ofrezco en esta página, pero había algunos que por x o y razón no podían leer completo. Otros me decían que me «extrañaban» en mi programa de radio cultural que tenía antes (In.Cultura) y que les gustaba mucho mi voz (halago que a veces no les creo jaja). Así que inspirado por todos ellos (muchos de ustedes incluso lo sugirieron en sus grandiosos mensajes), con el apoyo técnico de mi super productor, Héctor García (Tito, Titazo), Black Media Films y Estudio 56, hemos dado el salto al podcast.

Lo que hice fue buscar algunos de los encuentros que más les movieron o que más les gustaron y los grabé. La idea es que esta primera temporada, estaré subiendo 1 encuentro (episodio) por día. Por lo que, además de agradecerles los buenos deseos que sé que tienen para mí y este proyecto, les pido que no dejen de suscribirse, activar notificaciones y me ayuden a dar a conocer el podcast (además, claro, de esta página jaja).

Ya saben que los leo, por lo que no dejen de ponerse en contacto, cosa que también pueden hacer en mi mail psichchp@gmail.com (incluso si buscan poder analizarse conmigo, ya saben que los atiendo con gusto).

-En Spotify

-Les dejo el enlace a RSS

¡Muchas gracias! Los espero…

¡Nos estamos escuchando!