Tatuaje: símbolo y subjetividad

«Nuestros cuerpos fueron impresos como páginas en blanco para ser llenados con la tinta de nuestro corazón».

-Michael Biondi

Queridos(as) lectores(as):

Recientemente el tema de los tatuajes ha salido mucho en algunas conversaciones que he tenido con amigos y familiares, ni qué decir en la clínica, pero lo que es un hecho es que se trata de un tema que sigue dividiendo mucho entre opiniones y sentencias. ¿Sentencias? Sí, porque todavía hay posicionamientos sociales que señalan que el tatuarse es algo que entra dentro de un parámetro moral muy marcado. Todavía el tatuaje se debate entre el bien y el mal. Es curioso porque lejos de hablar sobre el tatuaje, habla sobre quienes lo perciben.

De hecho, apenas el día de ayer, una conocida en Instagram compartió que acababa de hacerse un tatuaje. Palabras más palabras menos, ella expresaba lo que significaba para ella romper con ese tabú de prohibición ya que se trataba de su primer tatuaje. Lo que me llamó la atención fue que pedía que la respetaran y que no le hicieran comentarios negativos, ya que para ella se trataba de un proceso muy difícil de aceptar todavía. Una marca en la piel, no… un significado. Pero es cierto, de repente la «opinología» que se abre paso en las redes sociales puede ser devastadora y cruel.

Símbolo y significado

Los tatuajes entran de llano en el mundo de los símbolos, por eso, tal como estos últimos, el tatuaje no determina, no define, más bien nos orienta. ¿A qué? A un significado. Hay que hacer un esfuerzo por comprender que todo símbolo va más allá de lo estrictamente racional. Podemos decir que se trata de un auténtico paradigma del ser y esto, a su vez, posibilita que las cosas sean. La expresión siempre queda limitada por el lenguaje, pero nunca va más allá del mismo. Es decir, un símbolo puede simplificar una expresión pero siempre hará uso de toda palabra posible en el mismísimo imaginario del ser humano. Y es, a su vez, la posibilidad misma de la interpretación. Sin embargo, en el tatuaje, toda interpretación es posible en tanto que el significado del mismo sí existe, pero que es custodiada celosamente por el sentimiento de quien lo tiene en su piel.

Lo maravilloso del símbolo es que nos revela distintas y muy variadas consideraciones respecto al sentido del mismo. Por poner unos casos: parábola, analogía, metáfora, alegoría, atributo… síntoma… etc. Entonces, el símbolo nos conduce más allá de la significación al requerir una interpretación y, a su vez, de cierta predisposición. Lo que nos hace pensar en la carga afectiva y en la demanda de dinamismo que tiene por parte de quien lo utiliza (y de quien lo contempla). Un cruz, por ejemplo, puede significar tantas cosas y a la vez nada. Puede ser representación del cristianismo, de un fallecimiento, de vida y esperanza, una operación matemática, un hospital o servicio de emergencia, etc.

El tatuaje y lo prohibido

Regresando a esta conocida, me puedo imaginar los mil y un comentarios que hubo, que se expresaron y que se callaron. La cuestión es que hayan sido positivos o negativos, esos comentarios nos relatan una historia muy particular que nos conduce directamente a la experiencia subjetiva de cada uno de los emisores. Es curioso, ahora que lo pienso, porque lo que para ella fue ponerse un tatuaje de una llave, que Jean Chevalier y Alain Gheerbrant en su maravilloso Diccionario de los símbolos nos dicen que «el simbolismo de la llave es del todo evidente en relación con su doble papel de abertura y cierre», fue abrir la puerta para que los demás proyectaran su sentir a partir de ella. De hecho, le comenté en una de las historias que compartió, que «esa llave abrió la puerta de la posibilidad. Todo lo que puedes ser».

Es fascinante en verdad el mundo de los tatuajes por todo lo que podemos aprender de ello. Estoy casi seguro que habrá quienes me cuestionarán si con esto «autorizo» (¿quién soy o qué para tal cosa?) que la gente se ponga tatuajes, si pienso si está bien o no considero que esté mal. Me parece que eso es una decisión muy personal de cada uno. Si bien es cierto que sigue siendo un tema, como dije al principio, tabú para algunas culturas y expresiones religiosas, aquí la pregunta que cada uno de nosotros nos tendríamos que hacer, me parece que sería: ¿por qué me afecta a mí el que alguien más tenga un tatuaje? Y eso nos conduciría, quizá, a otra pregunta muy certera: ¿por qué él/ella sí y yo no?

De lo personal

Recordemos a Ludwig Wittgenstein con algo muy sencillo: «De lo que no se puede hablar, es mejor callar». Habría que pensar en qué yace en nosotros que nos inquieta tanto y que nos mueve a opinar sobre lo que los demás hacen o no. Es muy común que la opinión se vuelva tan desgastante y perjudicial porque quien la expresa no logra dimensionar la falta que le lleva a ello. Es decir, volviendo a lo que preguntaba en el pasaje anterior, ¿a mí qué me afecta que el otro haga lo que yo no? Un tatuaje es un recordatorio muy personal de algún suceso, algún recuerdo especial, y como decíamos anteriormente, que fue revestido de una carga afectiva tremenda, y que brinda al portador un cobijo simbólico que jamás seremos capaces de entender siendo meramente espectadores.

Hace algunos años, descubrí que un tatuaje se estaba volviendo «moda» entre ciertas personas. El tatuaje no era otro sino un «;» en la parte de abajo de la muñeca. Lo notaba más y más. Hasta que un día, una persona me contó que se lo había hecho porque había pasado por varios intentos de suicidio. Ese punto y coma tenía un valor simbólico enorme para esta persona. Me explicó que era algo que compartían entre los que habían vivido algo así. Y no tardé en encontrarme con quien se lo hizo sólo porque lo vio en otra persona y se le hizo cool. No es para juzgar a esta persona, porque tampoco sabremos qué le hizo pensar eso sobre ese tatuaje. Sí, el tatuaje puede caer en asuntos de moda o estética, pero nunca debemos despreciar el hecho de que también, aún así, hay un valor simbólico de por medio y que la persona guarda ese secreto. O tal vez no…