Xavi, el Barça y la desesperación

«Y es de la desesperación y sólo de ella de donde nace la esperanza heroica, la esperanza absurda, la esperanza loca».

-Miguel de Unamuno

Queridos(as) lectores(as):

No cabe duda que la desesperación puede hacer estragos en la vida de cada persona, más cuando pareciera que todas las circunstancias van en contra nuestra. Sin embargo, hay momentos en los que lo «definitivo» parece que se vuelve la única respuesta. En este encuentro, quisiera tomar de ejemplo lo que los aficionados al fútbol, sobre todo nosotros los culés, estamos viviendo con el F.C. Barcelona. No pretendo meterme en rumores, teorías conspiranoides ni demás amarillismo de ocasión, sólo aprovecharé de aquello que se puede presenciar.

Si bien es cierto que el Barça es un equipo que no pasa desapercibido en ninguna parte del mundo, también olvidamos que, como toda institución humana, está siempre en riesgo de todo, incluso de la derrota. Por un lado, el famoso «Caso Negreira» de supuesta corrupción (y lo digo así porque no tengo en mis manos evidencia alguna), la atrocidad administrativa que dejaron Sandro Rosell y Josep Maria Bartomeu (misma que se ve reflejada en la complicadísima crisis financiera), los fichajes costosísimos y que resultaron auténticos fraudes (Coutinho, Dembélé, etc), la escandalosa salida de Messi, etc. Con todo el respeto al equipo, a los jugadores, a los directivos y aficionados, comparto una reflexión sobre esta desesperante situación.

Después del temblor

Hoy por hoy, con tristeza, puedo decir que el Barça está hundido. Pero no por ello acabado. Como decía anteriormente, se están viviendo muchas cosas alrededor de la realidad blaugrana, y hay muchas «respuestas» que se dan con absoluta facilidad por parte de muchos «expertos», pero no es fácil, no es sencillo. Xavi Hernández, uno de los legendarios jugadores culés de toda la Historia, llegó en un momento en el que Ronald Koeman no lograba nada, sólo un intento de holandizar la plantilla y que no trajo resultados del todo buenos. Con deudas hasta el cielo, partidos grises y sin chiste, el primer atino de Joan Laporta fue ofrecerle a alguien de ADN culé la oportunidad de dirigir. ¿Qué se podía hacer? Bien se dice acá en México que «para algo son los bienes o propiedades», y el Barça se puso a vender varios reactivos. ¿Resultado? Aubameyang, Ferrán, Lewandowski, Raphinha, Adamá Traoré, Christensen, Kessié, Gündogan, Koundé, etc. Sí, se trajo lo que se pudo, y quizá no todos han servido, pero podemos decir que no se quedaron de brazos cruzados. ¿Resultado? Una Liga y una Supercopa cuando no se estaba «jugando a nada».

Es curioso cómo en verdad el aficionado común se queda en el pasado, en una realidad que ya fue. Mucho se habla tanto para elogiar como para denostar al Barça de una «Messidependencia». Y sí, en parte es cierto. ¿Pero dónde quedan las otras leyendas? ¿Iniesta, Xavi mismo, Busquets, Alba, Piqué, Márquez, Puyol, Suárez, Neymar, Ronaldinho… etc, estaban pintados o qué? Ciertamente, pesó la salida de Messi porque un crack como él que era capaz de resolver jugadas y dejar en silencio a sus detractores ya no sigue más acá, pero eso es también una llamada de atención. Si Messi no está, ¿no hay otros? La desesperación llevó a encontrar en Ansu Fati, a sus 19 años, al «heredero» y lo cargaron con semejante peso de portar el 10. ¿Qué sucedió? Lo rompieron. Sí, hay jugadores muy jóvenes como Pedri o Gavi (mismos que se han lesionado por tanta exigencia física) etc., que han sabido responder y echarse al equipo en sus espaldas, pero a nadie se le puso la tremenda tarea de sustituir al «mejor jugador del mundo» y que dieran resultados a la de ya. Cosa que, una vez más, está pasando de forma indirecta con el jovencísimo, Yamine Lamal… ¡de 16 años! Y justo ahora que fueron eliminados de la Copa del Rey, la frustración se fue hacia los hombros de este niño. ¿También quieren romperlo?

¿Terquedad o necesidad?

Mucho se le ha cuestionado a Xavi por no tener claridad en su 11 titular, por «consentir» supuestos caprichos de jugadores como Koundé de negarse a jugar como lateral derecho, de «españolizar» a la plantilla, de poner los mil y un pretextos (algunos bastante extraños, por cierto) por las derrotas, y últimamente por no poner a Vito Roque, por quien se hizo un enorme esfuerzo económico por traerlo al ser una de las jóvenes promesas del Brasileirao. ¿Qué pasa por la mente de Xavi? Cuando el ser humano tiene tantas preocupaciones, y no sólo eso, sino que tienen costos muy grandes, el poder tomar decisiones de manera «sensata» y que le llenen los ojos a los demás, puede resultar una tarea en extremo complicada.

¿Pero todo eso es responsabilidad de Xavi? Por supuesto que no. Hay que entender que en el caso de la leyenda culé estamos hablando de la cara visible de toda una institución. ¿Pensamos en cómo se sintió cuando apostó por Dembélé, lo hizo recuperar su nivel y que éste terminara traicionándolo yéndose al PSG por más dinero? De hecho, ahora tras la dolorosa derrota ante el Villarreal (3-5), Xavi mostró su decepción, tristeza y desesperación, primero al hablar directamente a la cámara y, segundo, en una plática con sus jugadores al final del partido, donde les dijo que al término de la temporada se marcharía. Muchos de sus jugadores se dice que rompieron en llanto y que se acercaron a él para ver qué se podía hacer para convencerlo de quedarse. Por ahí dicen que «el culpable se rompe cuando ve que se le salieron de las manos sus acciones». ¿Quién es quién en este Barça?

No rendirse. Seguir.

Lo que hace realmente grande a cualquiera es la capacidad de sobreponerse a la derrota, levantarse y continuar. Sí, son muchos años los que el Barcelona nos «ha quedado a deber» a sus aficionados y al fútbol, pero debemos entender más allá de nuestras propias proyecciones. Si no han confiado en nosotros cuando hemos estado rotos, ¿no sería bueno comenzar a confiar, apoyar y alentar a quienes están rotos? La empatía es importante. Dejar de cargarnos a los demás por sus errores es el paso que tenemos que empezar a dar y entender, comprender y favorecer un ambiente más amable para que no haya desesperación. Pero, sobre todas las cosas, ver que la realidad del Barça no es sino el reflejo de muchas otras realidades muy personales. Es difícil, sí, mucho, ver perder al equipo al que le vamos, pero al final de cuentas, en este caso hablamos de fútbol, y son incontables las veces que se han dado auténticas sopresas.

Recuerdo aquellas lágrimas de Messi a la hora de despedirse del equipo de su vida, recuerdo lo mucho que dolió ver a mi gran ídolo marcharse de esa manera. Pero así también ha pasado con otras leyendas en otros equipos y otros tiempos, no es la primera vez ni mucho menos la última. El ser humano tiene la capacidad de reponerse, encontrar ayuda y seguir adelante. Este es un duelo que ha durado mucho, pero que está encontrando la salida poco a poco. Los culés volveremos a sonreír. Y habrá más magia, que todo el fútbol a nivel mundial lo agradecerá. Así estuvo el Real Madrid un buen tiempo, y nunca se rindieron. Barça saldrá de ésta, como muchos hemos salido adelante cuando pensamos que era nuestro fin. Hay que creer, hay que esperar…

Mès que un club!

Visca el Barça!

Después del absurdo: continuar

«Ahora sé que el hombre es capaz de grandes actos. Pero si no es capaz de un gran sentimiento, no me interesa».

-Albert Camus (La peste)

Queridos(as) lectores(as):

Hace algunos años me diagnosticaron con «depresión» (crónica). He vivido desde entonces dependiendo de antidepresivos, y aunque tienen su efecto, a veces tiendo a pensar que les hago más favor a ellos que ellos a mí. La medicación para combatir estos pequeños escenarios trágicos en la vida de incontables personas alrededor del mundo sin duda es un gran avance, sin embargo, ¿qué sucede cuando la depresión se torna parte de uno mismo sin la capacidad de procesar el silencioso duelo ocasionante?

Varios de mis conocidos me han cuestionado el porqué me he centrado en la lectura de la obra del filósofo francés-argelino, Albert Camus (1913-1960), y les he contestado: «No, lo que pasa es que me descentralicé de su trabajo». Cuando estaba en la preparatoria, tuve mi primer acercamiento a este premio Nobel, con su famosísima obra L’Étranger (El extranjero, 1942). Claramente, mi lectura estaba limitada por mis pasiones juveniles y carentes de formación apropiada, por lo que sí impactó en mí, pero no de la misma manera como fue pasados unos años ya después de terminar la carrera de Filosofía. Hubo una frase que me incomodó, al punto de hacerme ver que estaba en verdad perdido: «Siquiera estaba seguro de estar vivo, puesto que vivía como un muerto».

Después de la ilusión

Es muy común que todos nosotros hayamos atravesado por una etapa en nuestra vida que muchos solemos llamarle «un despertar». Claro, sucede con mucha naturalidad, de tantos años con lo mismo (lo familiar), nos topemos directamente con cosas nuevas, que nos hacen preguntarnos tantas cosas que hasta pueden lograr que nos desesperemos. Un periodo así fue para mí la preparatoria. De una familia tradicional católica, pasé a una auténtica rebeldía. Si bien no renuncié a mi fe, mi actitud se fue desprendiendo de toda actividad religiosa. No me convencía el «creer por creer», y me fui empapando de ideas, reflexiones y, por qué no, cuestionamientos muy marcados que me hicieron «ver el otro lado de la vida». Fueron 3 años «locos», pero que terminaron por redirigir mi vida hacia algo que yo podía aceptar, algo que yo podía amar, pero sobre todo, que podía vivir apasionadamente: puede elegir. A mi regreso, mi fe y actividades se fortalecieron, pero eso fue por mí.

Autores como Schopenhauer, Kierkegaard, Nietzsche, Dostoievski, Tolstoi, Freud, etc., son siempre a los que se le atribuyen esos «despertares» intelectuales. Y algo hay de razón en ello. Digamos que tienen la frescura de hacer que quienes los descubren, entren con manos vacías… ¡pero salgan endeudados! Qué decir de otros como Cioran, Sade, Marx, Gogol, y otros más. Sin embargo, cuando en «casa» tienes nombres tan propios y ajenos como Plotino, San Agustín, Santo Tomás de Aquino… ¡Platón y Aristóteles!… descubres que todo en verdad se trata del fascinante mundo de la doxa (opinión). Pero si el espíritu se permite ser sincero, uno descubre que hace falta más de uno, sin abrazar tanto lo que otros dicen, sin verse sometidos a la vez que fascinados. Uno debe encontrar su propia voz en el testimonio del otro. Estos autores ponen palabras donde hace falta expresión, pero nunca ponen una guía, una dirección, sólo ofrecen una perspectiva. El viaje es de uno, y nada más.

El duelo, melancolía y absurdo

Comencé hablando de mi propia depresión, misma que se ha visto «fortalecida» por varias tragedias en mi vida. Enfermedad, muerte de seres queridos, conflictos personales y laborales, etc. Pero, a pesar de ello, ha habido la oportunidad de continuar. ¿Cómo? Como se ha podido. El duelo es una capacidad que el ser humano tiene para llorar la pérdida del objeto amado, de tal modo que pueda «renunciar» a él, aprendiendo a vivir aparte de. Pero, cuando no existe esa oportunidad, caemos en el peligroso estado de la melancolía, en donde aquello que hemos perdido, se va formando parte de nuestro propio yo. Al ocurrir esto, nuestro propio deseo se va muriendo. Si no hay deseo, hay muerte. Camus tiene muy presente esto y lo demuestra en el profundo malestar de Mersault (protagonista de El extranjero). Pero también en su famoso ensayo Le Mythe de Sisyphe (El mito de Sísifo, 1942).

Camus se hace de la famosa tragedia de Sísifo, rey de Éfira (después Corinto), para profundizar en el tema del suicidio, el valor de la vida y, sobre todo, dar inicio a lo que conoceremos como filosofía del absurdo o absurdismo. Tras engañar 2 veces a la muerte, y de algún modo burlarse con ello de los dioses, Zeus termina sentenciándolo a una eternidad de tener que subir una montaña, empujando una gran piedra, misma que al llegar a la cima, se cae y Sísifo tiene que volver a por ella. Camus señala con ello un esfuerzo, absurdo e incesante del ser humano. La vida no tiene sentido. Pero, sí podemos dárselo. El auténtico problema con ello surge cuando nos quedamos varados en la aparente imposibilidad de hacer, pero sobre todo, de ser. ¿Qué sucede cuando vivimos por vivir? Una y otra vez aquella cruel realidad de la repetición. Unos terminan con su vida, unos en análisis o terapia, y otros… simplemente siguen empujando su piedra.

Dejar de empujar/cargar la piedra

No recuerdo exactamente en qué año, pero llegó a mis manos el libro Nada (2000) de la escritora danesa, Janne Teller. Dicho texto resulta una crítica a una sociedad desesperada, donde la búsqueda de sentido se vuelve la pérdida (constante) del mismo. Un sentido de masa que se impone, pero que no se asegura. Si todo se puede, ¿qué importa entonces? Sin embargo, la lucha contra la imposición social plantea la oportunidad de regresar al individuo y que éste «decida» salir de la multitud (eco existencialista de Kierkegaard). Muchas veces, la masa no es más que la piedra que el pobre Sísifo (fiel reflejo de nosotros mismos) sube una y otra, y otra, y otra vez. Y el malestar continua.

¿Qué sucedería si Sísifo, si nosotros, dijéramos «no más»? Claro, Zeus, los demás, se molestarían con nosotros y quizá habría otro tipo de castigo, pero el poder rebelarse es ocasión de afirmar la vida de cada uno de nosotros, para poder descubrir la posibilidad, la oportunidad, la alternativa. Hacer algo más. Ponerle fin a la repetición también puede traducirse como el esfuerzo por entender por qué lo hacemos, y darnos la oportunidad de resignificar eso. Una vez abiertos los ojos, es probable que la luz nos ciegue también. ¡Tiene que haber luz, pero sin perder la claridad! Uno puede ponerse unos lentes de sol y listo, a seguir hacia adelante. Pero tiene que existir, en buena medida, pasión por la vida, sea lo que sea, venga lo que venga. Ya veremos qué pasa, pero eso nos corresponde a cada uno, no a la masa…

Depresión y creatividad

«Aunque no me apetezca trabajar, lo hago. No puedo esperar a que me visite la inspiración».

-Igor Stravinski

Queridos(as) lectores(as):

He recibido un mensaje por parte de Ricardo, quien escribe desde Canadá. En un momento, me comparte que el clima allá, como bien sabemos, llega a ser un poco complicado ya que el invierno es en verdad invierno, que el frío es tremendo y que tanto blanco llega a deprimir. Es curioso, por lo general en el imaginario colectivo de quienes no estamos acostumbrados a esas temperaturas y a las nevadas, siempre tenemos la idea de que es divertido y genial poder estar tanto tiempo jugando: hacer muñecos, angelitos, fuertes y guerras con bolas de nieve, etc. Sin embargo, la realidad es otra y parece que sus efectos son muy contrarios. «No sabe, doc, pero en verdad ni me dan ganas de nada». Claro, la depresión es precisamente eso: se nos van las ganas de vivir (ojo, no confundir con el suicidio).

Aunque ya hemos hablado varias veces sobre la depresión, me parece que pocas han sido en las que haya cosas por hacer para combatirla. Y que quede claro algo: hoy en día, TODOS, tenemos algo de depresión. Hay quienes necesitan un apoyo farmacológico, sesiones de terapia o análisis, etc. Y son buenas herramientas, después de todo, ¿a quién le gusta sentirse desganado y con «tristeza» de pronto? Amigos(as), como todo en la vida, tenemos que saber lidiar con ello sin que se vuelva una pesada carga, sin que nos volvamos la carga de los demás.

¿Qué es la creatividad?

Thomas Moore, en su libro Las noches oscuras del alma (2004), comparte una definición muy linda: «… creatividad significa ser quien uno es; buscar palabras e imágenes para describir sus pensamientos y sentimientos; traducir su vida interior en formas externas, ya sea un jardín, una pintura, un poema, un hogar, un niño o un estilo de vida» […] La creatividad consiste en crear una vida y un mundo». Yo añadiría a esto que la creatividad es perdernos el miedo a nosotros mismos. Después de todo, pensemos en tantas represiones que tenemos por aquellos traumas de la infancia, aquellos momentos en los que nos vimos limitados por las situaciones y circunstancias que, muchas veces, ni siquiera entendíamos. Porque claro, no hay que ser niños para no entender, de adultos hay ocasiones que no tenemos ni la más remota idea de lo que estamos haciendo o por qué pasan las cosas. Y el miedo siempre nos paraliza.

Hace algún tiempo, un paciente mío que atiendo en línea, me comentó que le estaba costando mucho trabajo hablar sobre un tema. En un momento de la sesión, dijo «la pintura siempre me ayuda», por lo que mi intervención fue decirle «¿y si pintas para contarme sobre ello?». Y eso hicimos. Para la siguiente sesión, acomodó su cámara de tal modo que pudiera verlo a él mientras pintaba en un lienzo. No se necesitaron palabras, el color nos dijo todo. Aunque fue una vivencia en verdad complicada, el momento fue hermoso. Pero la pintura en sí no fue su única manera de expresarse: sus ademanes, movimientos, pequeños bailes, algunas micro-expresiones lingüísticas, etc., fueron herramientas que ayudaron a complementar lo que quería decir.

Hacer sin neutralizar

Para Julia Kristeva, psicoanalista francesa, existe una distinción interesante entre el lenguaje y las imágenes, de modo que hay que buscar «antidepresivos lúcidos en lugar de antidepresivos neutralizantes». ¿A qué se refiere? Hagamos primero un acercamiento necesario a la práctica psiquiátrica y al uso de antidepresivos. Lo primero que debemos tener claro es que ese tipo de medicinas NO CURAN la depresión, pero sí ayudan a que no nos pegue tan fuerte (por así decirlo pronto y mal). La idea principal de su uso es que sirvan para mantenernos funcionales. Pero para poder atender bien la depresión, debemos conocer su origen, por lo que es importante y recomendable que haya un acompañamiento analítico o psicoterapéutico. Quien pretenda aliviarse al negarla y huyendo de ella, no encontrará sino fracaso. Hay que afrontar ese dolor, esa tristeza, ese miedo, todo aquello que nos quita el aliento. Por eso es que podemos escribir, pintar, bailar, cantar, dibujar, etc., pero para ello hay que dedicarle su tiempo exclusivo. Y así, poco a poco el malestar se irá atenuando.

A mis pacientes les recuerdo que siempre hay tiempo para todo y hay que saberlo dar, pero sobre todo, aprovecharlo. Si hay tiempo para leer, leamos. Si hay tiempo para trabajar, trabajemos. Si hay tiempo para llorar, lloremos. Pero tengamos presente algo: no pretendamos ser multiusos en eso. Hay quienes no hacen algo sin estar haciendo otra cosa al mismo tiempo. Tengo el caso de un amigo que, por ejemplo, no puede trabajar sin estar escuchando música. ¿Y qué tiene eso de malo, Héctor? Pues que no es música propia para trabajar, ya que en realidad se trata de canciones, por lo que se distrae constantemente siguiendo la letra o el ritmo. Y eso se ve reflejado en su productividad. Dar el tiempo a las cosas es darnos tiempo a nosotros para ello. Y no es lo mismo. De no hacerlo, qué creen, lo único que sí hacemos es huir, nos neutralizamos. El escape de las cosas nos dice demasiado sobre nosotros mismos. Pero algo interesante surge en el hacer algo más al mismo tiempo: resulta que no sabemos estar solos. Al final de cuentas, la creatividad requiere que seamos nosotros mismos para con nosotros. ¿Y qué pasa con la creatividad del baile? ¿No me digan que cuando están solos, escuchando la música que les gusta, no se ponen a bailar sin preocuparse que los vean? Baile y música se complementan, pero la armonía se traduce en ustedes siendo ustedes…

Lo absurdo y lo terrible (primer libro)

Queridos(as) lectores(as):

Les comparto con mucha alegría de que ya pueden adquirir mi primer libro publicado. Se trata de un compendio de cuentos que escribí hace unos años, pero que no me había animado a publicar. Como podrán advertir en el título, se trata de cuentos «fuertes» en cuanto a los temas que toco. Habrá suspenso, terror paranormal y psicológico, etc. Pero con un mensaje para reflexionar en cada uno de ellos.

De corazón espero que les guste este «atrevimiento» y estaré encantado de recibir cada una de sus opiniones, críticas y demás. La idea es mejorar siempre.

Pueden adquirirlo en Amazon en el siguiente link: https://www.amazon.com.mx/dp/B0CS9YS3V8/ref=cbw_us_mx_dp_narx_gl_book?fbclid=IwAR11NU1CqdxcYHUqGvslczWdFRE-5gTonMgDr0mLsPmVWD4eVG-ZvMx7L4Q

Lo difícil de lo fácil

«En medio de la plenitud del aire y la fertilidad del cielo, parecía que la única tarea de los hombres era vivir y ser felices».

-Albert Camus (La muerte feliz / La mort heureuse)

A Martha.

Queridos(as) lectores(as):

Qué fácil es decir las cosas. Qué sencillo es decir cosas tales como «sufres porque quieres». Qué sencillo es hablar a detalle de la tormenta sin estar siendo empapado por ella. Recordemos que los seres humanos somos testigos privilegiados de la creación. Podemos observar, dejarnos maravillar, aterrarnos, etc. Pero, cuando pasamos al privilegio de la experiencia personal, la realidad es todo lo contrario a lo que tanto presumíamos entender. Lo difícil de lo fácil tiene otro nombre: vivir.

Y es que, ¿acaso no vivir es complicado? Hay quienes afirman que es fácil. Y pues depende del momento, la circunstancia, la época, la geografía, etc. Recuerdo un meme que en cierto modo me da gracia, pero que después de quitarnos la parte cómica caemos en la reflexión trágica. Se trata de unos cuadros donde en cada uno están distintos continentes, y sobre cada uno de ellos, leyendas que hacen referencia a los niveles de dificultad de los videojuegos respecto al modo de vivir en cada uno de ellos. América del Norte (Canadá y EEUU, los demás países no) queda como «fácil», Europa como «normal», Asia «moderado», América del Sur (aunque agregamos a México y demás países caribeños) «difícil» y África «experto». Oceanía ni lo toman en cuenta. Qué fácil… qué sencillo.

Genealogía subjetiva

Cuando nos damos la licencia para opinar sobre la vida de los demás, y no sólo ello, sino que lo hacemos a modo de crítica (muchas veces no constructiva), partimos del absoluto que somos. «Es que deberías hacer esto…», «es que te va mal por esto…», «es que no es posible que sigas cometiendo el mismo error…», etc. En cada una de esas expresiones va un yo incluido. Aunque claro, no debemos descuidar la intencionalidad de ello. En muchos casos, el amor y la preocupación se logran sentir en ello, el problema es cuando el hecho se vuelve creencia, al estilo «te lo digo así porque así creo que debe ser».

Retomando aquello que decía al inicio, «sufres porque quieres», en Psicoanálisis tenemos PROHIBIDO llegar a decir semejante cosa. Quitemos al masoquismo de la ecuación. Nadie sufre porque quiere, aunque tengamos la «idea» de que así es. «Es que cómo no entiendes que esto no es así…», «ahí vas otra vez con tu ex, no entiendes…». Más empatía y más comprensión. Cada uno de nosotros llegamos a repetir algunas cosas que nuestro inconsciente ha guardado. ¿Les suena «infancia es destino»? Si bien es cierto que no podemos caer en el peligroso juego del determinismo, sí tenemos que tener claro que muchas cosas que no trabajamos de nuestra infancia, terminan por ser «condenas» en nuestro presente. Quitarnos el protagonismo de la vida, sobre todo en el de los demás, nos permite que tengamos más oportunidades de aliviar la carga diaria.

Poder abrir la jaula

Ustedes me disculparán, pero tengo mala memoria en este momento en el que estoy escribiendo esto, pero recuerdo brevemente algo sobre una historia de un preso que por alguna razón encuentra a un ave ahí en su celda, misma a la que cuida hasta que está en condiciones de poder volar. Con tristeza, el hombre acepta que no es el destino de su pequeña amiga compartir esa prisión, por lo que decide dejarla libre al sacarla por los barrotes. ¿Qué nos dice este relato? Claro, que existe el amor y la preocupación por el otro, pero muchas veces eso implica renunciar a su compañía. «No entiendo por qué la gente llega y luego se va así sin más de mi vida». ¿Cuántos no hemos pasado por algo así? ¿Qué podemos responder? Algo muy difícil de aceptar: porque se tenían que ir, y los que no, se quisieron quedar. Hay que entender que la vida ajena no está en nuestro control, que el compartir tiene un final. Claro, duele que nos dejen, así como les ha dolido que los dejemos.

El prisionero que deja libre al ave también es una analogía que apunta hacia nosotros mismos. Hay que dejar libre las emociones que nos atormentan más de lo que nos ayudan. Aprender a administrar lo que sentimos de tal manera que ni se vuelva demasiado personal ni que se convierta en una difícil y pesada carga. Tiempo al tiempo. Suceden y sucederán cosas complicadas en la vida de cada uno de nosotros; algunas tendremos el apoyo de algunos, en otras estaremos «solos» enfrentándolas, pero justo de eso se trata, no de quejarse, sino ver qué podemos hacer y salir de ello.

Ya lo decía Frieda Fromm-Reichman: «nadie nos prometió un jardín de rosas». Y a pesar de ello, nos olvidamos que las rosas también tienen espinas. Es un balance, y uno debe aprender a balancearse. A ser. A vivir.

Resistan… que ahí vamos.

Un nuevo despertar

«El público comprende siempre cuando se le emociona».

-Jacinto de Benavente

Queridos(as) lectores(as):

Ahora sí que me llevé varios meses para escribir acá. Les puedo decir que necesitaba una cierta desconexión (cosa que también sucedió en mi Facebook y Twitter o «X»). Pero me parece buena ocasión esto del año nuevo para comenzar «nuevamente» en este nuestro espacio de encuentros. ¡Feliz 2024!

Siempre me ha resultado fascinante este fenómeno socio-cultural del nuevo año. Tantos propósitos, tantas promesas, tantas cosas que se van diluyendo en varios casos y otras que parece se van cumpliendo. A pesar de ello, la vida sigue su rumbo y el fin siempre existe: unos mueren, otros nacen; unos son despedidos, otros son contratados; unos se separan, otros se conocen, etc. Es la vida, insisto, que sigue su camino. Pero algo siempre se mantiene como un constante en cada uno de nosotros, aquello que nos cuesta tanto dejar atrás y que, en buena medida, va determinando nuestra vida. Todos los seres humanos tenemos «maletas» que vamos cargando, unas más livianas que otras, pero que llevan bordadas el nombre de Pasado, y el interior cuenta con varios detalles del ayer, entre los cuales yacen las emociones. Y éstas, mis queridos(as) lectores(as), son las que más cuesta dejar atrás, sobre todo cuando son negativas.

Diferencias

Hace unas horas, antes de sentarme a escribir este encuentro, mi amiga Fernanda me preguntaba sobre la diferencia entre la Psicología y el Psicoanálisis. Traté de ser breve para diferenciar la terapia del análisis, ya que como ustedes bien entenderán, no son lo mismo ni tienen que serlo. La marcada diferencia entre las cosas puede ser clave para lo que estamos tratando de clarificar hoy. Cuando Martin Heidegger a partir de su pregunta por el ser, tras la publicación de su obra Ser y Tiempo en 1927, comparte su famosísimo (y a veces polémico) Dasein (da=ahí / sein=ser .: ser ahí), nos ofrece una manera distinta de analizar la existencia, específicamente la del ser humano, ya que no es como la de los demás objetos del mundo. A lo que se refiere es que el ser humano existe como posibilidad antes que como realidad. Podríamos decir que el ser humano no es, sino que está «condenado» a ser. Y de ahí tenemos mayor claridad del principio existencialista: no somos, estamos siendo.

Ahora bien, si eso lo utilizamos en el plano de las emociones humanas, podría incluso servirnos como herramienta para poder lidiar con aquello que ha sido, que puede dejar de ser, que puede ser (algo más) y que puede llegar a no-ser. Ya sé, esto puede ser complicado, pero en realidad es fácil de explicar: si entendemos que el ser humano no es, sino que está siendo, algo que le es propio pasa exactamente por lo mismo. Las emociones cambian. La pregunta entonces sería: ¿por qué nos aferramos a ellas? Durante las vacaciones (que no lo fueron tanto para mí, pero ni hablar de ello), sostuve un lindo encuentro con una colega psicoanalista. Me quedé como regalo de Navidad algo que me dijo: «Tenemos tanto miedo a la diferencia, que nos olvidamos de qué tan diferentes somos». ¿No será que las emociones a las que nos aferramos son porque tememos a emociones diferentes?

Oportunidades

El hecho de que el ser humano sea ante todo posibilidad, nos abre el paso hacia una infinidad de oportunidades. ¿Qué esperamos para generar motivos para nuevas emociones? Irvin D. Yalom, en su hermoso libro Mirar al sol (2008), en algún momento plantea la experiencia del despertar, que no es otra cosa que «un enfrentamiento directo con la muerte que termina por enriquecer la vida». Yalom nos encamina a una interesante reflexión que yace en la obra de León Tolstoi, La muerte de Iván Ilich (1886), donde el protagonista, un miserable y ruin burócrata, tras sufrir dolores abdominales terribles que lo llevan a una experiencia cercana a la muerte, en un momento de profunda reflexión, cae en cuenta que está muriendo muy mal porque vivió muy mal. Esto es nada más y nada menos que tomar consciencia de su ser.

Recordemos que hablar de muerte es hablar de manera abstracta, es hablar del fin de algo. Eso también pasa con las emociones. Pero a diferencia de la creencia de «estar condenados a», que Heidegger deja sin más (aunque sus followers no estén de acuerdo), curiosamente es irónica ya que imposibilita todo intento de libertad que se desarrolla en la posibilidad. Las emociones, ciertamente, constituyen en el ser humano gran parte de su historia pasada, presente y futura, pero en ningún momento se tornan en algo absoluto. Vivir encadenados a las emociones es renegar de la posibilidad de crear, de descubrir, de generar, incluso de «dejarse contagiar». El amor es quizá una de las más grandes víctimas: si la tristeza fue su color, ¿habrá de serlo hoy o mañana también? Y me parece que la respuesta es muy diferente: no, puede serlo, pero no necesariamente.

Para que las emociones dejen de ser cadenas, uno debe analizar, haciendo consciencia de sí mismo, qué es lo que no está permitiendo morir, qué es lo que no está permitiendo dejar de ser en ellas. Sólo así podremos hablar de un nuevo despertar. Si ayer el amor fue triste, y hoy nos encontramos a alguien que nos hace «sentir mariposas en el estómago», habríamos que entender que la emoción puede ser la misma, pero no la persona, y no estoy hablando nada más del otro, sino de nosotros mismos. «La vida fluye», nosotros también.