¿Echarle ganas?

«De lo que no hay que hablar, es mejor callarse»

-Ludwig Wittgenstein

Queridos(as) lectores(as):

Por cuestiones personales y laborales no había podido subir contenido en la página. Pero creo que es importante volver a la página con un tema de suma importancia, mismo que se agrava por la poca, si no es que nula, cultura que tenemos sobre la salud mental.

¿Alguna vez han pasado por un momento muy difícil, triste y/o doloroso? Seguramente sí, sin embargo, les puedo apostar que han tenido que pasar, al mismo tiempo, de recibir expresiones tales como «échale ganas», «ánimo», «tú síguele». ¡Y a veces hasta peor! Hay quienes se atreven a decir algo de la talla de «uy, si tú vivieras lo que yo…». Y también les puedo seguir apostando que lo único que hacen es reprimir las ganas de contestarle de manera no tan amable a esa persona y a su «amabilidad».

Wittgenstein y el escarabajo

Ludwig Wittgenstein fue un filósofo austriaco naturalizado británico que trató, entre muchos otros temas, lo que que su creer era el gran problema de la filosofía: el lenguaje. En su libro, Investigaciones filosóficas (1953), él invita al lector a hacer varios juegos de naturaleza mental. Uno de esos juegos trata de imaginar a un grupo de sujetos que están jugando entre ellos. Cada uno tiene una caja y, dentro de la misma, hay un escarabajo. La idea es que ninguno de los participantes puede mirar lo que hay dentro de la caja de los demás.

Ahora bien, Wittgenstein menciona que el escarabajo es lo que cada uno de ellos ha conocido como tal, por lo que podría darse el caso de que en las cajas hubiera algo que no necesariamente sería un escarabajo, sino que podrían ser una abeja, un gusano, un saltamontes, o, incluso, no hubiera nada. Como que esto se nos está yendo, ¿no?

Wittgenstein se hace de este ejemplo para dar con el tema que estamos tratando de abordar en esta entrada. Cuando el filósofo habla del «escarabajo», lo que realmente está haciendo es una sustitución de la noción de dolor. Cada caja es cada uno de nosotros, el escarabajo es el dolor que cada uno de nosotros tenemos. Ninguna sensación es igual, no se siente de la misma manera, no se sufre o se celebra de la misma manera. Nosotros empleamos el lenguaje, específicamente las palabras, para referirnos a cosas que no son iguales, pero sí parecidas. Tenemos un marco referencial para poder, en cierto modo, una comparación. De ahí que hablemos de niveles.

La verdad es que no te entiendo

Tenemos que ser conscientes que lo que experimentamos cuando una persona está expresando un sentir o un sentimiento, es la empatía que nos genera. Es decir, lo que hacemos es ponernos en su lugar y tratar de saber o hacernos la idea de lo que está pasando. Pero nunca será exactamente lo mismo. Como dice la sabiduría popular: «Sólo sabe cuánto pesa el costal el que lo carga».

Pongamos un ejemplo: un querido amigo ha perdido a su madre; me llama para contarme lo sucedido y me pongo a pensar cuando murió mi madre. Mi contestación sería «te entiendo lo que estás sintiendo», sin embargo, no me acercaría ni siquiera a tocar la punta de su dolor. Los dos hemos perdido a nuestras madres, pero cada uno sabe lo que es, lo que duele, no hay punto de comparación: el hecho es el mismo, pero el dolor no. Las personas NO SON IGUALES. La percepción es distinta.

¿Qué decir?

No es que exista una guía para saber cómo reaccionar, qué decir y mucho menos qué no hacer y qué no decir. Estamos limitados por nuestro lenguaje, por nuestra percepción de nuestro mundo (externo e interno). Por eso es que eso de «échale ganas», por ejemplo, puede resultar algo que perjudique más de lo que pensaríamos podría más bien ayudar. ¿No son demasiadas las ganas que tiene el ser que sufre para mantenerse de pie como para decirle (exigirle) más?

Lo mejor que podemos hacer cuando estamos ante la demanda del otro es escuchar y estar. Nada más. Dejar que la persona ponga en palabras su dolor, tristeza y miedo. Nada de andar diciendo cosas que no tienen que ser dichas. Hay que saber estar en silencio, escuchar con atención, porque por muy buenas que sean nuestras intenciones, no debemos descuidar que sufrimos la desesperación silenciosa de sentirnos impotentes ante el dolor de la persona, y eso nos lleva a decir cosas sin medir consecuencias. Es algo perfectamente natural.

Mejor podría ser: «Lamento lo que estás pasando, ¿vamos por un café?». Creo que eso ayudaría más a la persona. Y lo demás, dejarlo a profesionales de la salud mental. El dolor es algo inevitable en esta vida, el sufrimiento es graduable. Tenemos que aprender que el dolor siempre va a existir, sin embargo, es un hecho que con el paso del tiempo irá disminuyendo o aumentando (en el caso de no trabajarlo).

Y el camino sigue…