«Pequeño es el campo del trabajo, pero no es pequeña la gloria».
-Virgilio
Queridos(as) lectores(as):
En los últimos años, las profesiones se han visto severamente afectadas por las innumerables crisis económicas, laborales, sociales y demás. Hemos llegado al punto incluso de preguntarnos «¿para qué estudié lo que estudié?». Es decir, no es en realidad algo reciente el hecho de que muchas personas a lo largo del mundo se dedican a cosas que ni siquiera estudiaron en la Universidad (suponiendo que estudiaron). Cuántas veces nos hemos enterado de abogados que son empresarios, de psicólogos que tienen un restaurante, etc. No sé, los ejemplos pueden ir desde los más comunes hasta los más absurdos. Por poner un ejemplo, cuando era más chico y podía tomar un taxi, fueron incontables las veces en las que los choferes me contaban que eran abogados, médicos, filósofos, etc. En verdad resulta triste que muchos de esos casos ayer, hoy y mañana, se deban a la falta de oportunidades laborales en esos campos. Porque incluso cuando sí las hay, los salarios suelen ser miserables o en demasía ridículos.
Pero hoy en día estamos atravesando una nueva crisis que tiene que ver más con la idea de vender más que en la calidad y en el profesionalismo para ello. Es decir, de un tiempo para acá han surgido incontables números de «expertos» en las redes sociales que han ido desplazando a verdaderos profesionistas. Los conocidos influencers han salido debajo de no sé qué piedras para ocupar lugares que no les corresponden. Y no pretendo generalizar, porque no dudo que entre tantos sí hay expertos en los temas que tratan. Pero lo alarmante en todo esto es que por tratarse de gente que «arrastra» followers, las empresas y medios de comunicación los usan para (des)informar y mucha gente, que presume de tener un criterio muy elevado por encima de otros que sí están informados, cuestionan y ponen en duda cosas incluso como la ciencia misma para darle paso a lo que estos personajes dicen sin medir las consecuencias y sin evidencias.
Tiempo de especialidades frustradas
Durante el 2020, año en el que la pandemia de COVID-19 azotó con toda su fuerza al mundo, de la noche a la mañana salieron en plataformas como YouTube, Instagram, Facebook y demás, personajes que «daban consejos», «decían qué hacer y qué no», «qué tomar», etc., para combatir «de manera real y eficaz» al virus que le costó la vida a millones de personas. Estos influencers, por su carisma y capacidad de atraer la atención de poblaciones menos exigentes en los contenidos, ocasionaron muchos problemas de los cuáles terminaron por lavarse las manos. Por ejemplo, en EEUU, hubo youtubers que aconsejaban tomar cloro para protegerse del virus. Entre estos personajes escándalo sobre sale incluso la figura del entonces presidente de ese país, Donald Trump. Resultado: miles de personas ignoraron a los médicos y profesionales de salud, tomaron el cloro y terminaron o muy graves o de plano muertos.
¿De qué sirve estudiar una carrera como Medicina, pasar más de 10 años en ello y especializándose, para que venga una persona con ningún conocimiento real en el tema, que sólo se presenta, hace una payasada, sonríe y afirma las cosas atrás de un micrófono y de una cámara? Este tipo de situaciones también llegan a puntos muy serios como lo es la salud mental. Psiquiatras, psicólogos, psicoanalistas, profesionistas que se dedican a estudios formales de la psique humana, a la causas y efectos, son reemplazados por «consejeros» cuya única capacidad consiste en hablar bonito y con frases sacadas de libros de autosuperación (de hecho, en la gran mayoría de estos textos, es muy sencillo identificar el uso que se le da a «aquello que la persona quiere leer» para asegurar las ventas). Consejos tan absurdos como estúpidos de la talla de «si estás triste, no lo estés». Sacar dinero, asegurar cosas que cualquiera puede decir pero que no cualquiera se puede responsabilizar. Eso es lo que el capitalismo salvaje está provocando, sustituir conocimiento y evidencia por ventas y más ventas. No es nuevo, pero ahora tiene más fuerza.
Spiderman, el doblaje y el negocio
Ahora que está por salir la nueva película del vecino amigable, Spiderman: Across the Spider-Verse (2023), hubo un tema que ha dado mucho de qué hablar. Si bien es cierto que se trata de una película animada, los actores que dieron su voz para los muchos personajes que salen en la película en la versión original en inglés, fueron sustituidos (al menos para América Latina) por muchos startalents, influencers y youtubers. Los apasionados del mundo del doblaje se indignaron y preguntaron, con justa razón, ¿por qué no les habían dado esas voces a verdaderos y reconocidos actores de doblaje? En los últimos años, hemos tenido experiencias muy diversas respecto a esto que les estoy comentando. Ser actor de doblaje es una especialización, es decir, primero hay que ser actores, que supone una formación y preparación de 4 años (como la gran mayoría de las licenciaturas) y luego 2 años más para doblaje (1 de teoría y otro de práctica). En varias ocasiones, los startalents se han hecho con el doblaje de algunos personajes (sobre todo de animación). Pienso, por ejemplo, en el caso de las películas de Sonic, el erizo, donde el youtuber mexicano conocido como «Luisitocomunica», prestó su voz al personaje principal, compartiendo créditos con el legendario Mario Castañeda (voz oficial de Bruce Willis, Jim Carrey, Goku, etc.) y otros.
Hubo todo tipo de críticas al respecto, porque se le dio el trabajo a alguien que no trabaja de eso. Aunque a muchos les gustó el trabajo realizado por el youtuber, también hubo molestia por parte de la fanaticada del mundo del doblaje. Regresando al tema de la película de Spider-Man, muchos grandes y reconocidos actores de doblaje en México y América Latina, fueron entrevistados (a veces pienso que de manera mal intencionada) por algunos de los influencers que dieron su voz a los personajes de la película. No recuerdo el nombre del influencer que entrevistó a mi querido amigo, Carlos Segundo (voz de Woody en Toy Story, Alf, Piccoro en Dragon Ball Z, etc), pero cuando le preguntó qué pensaba sobre eso, el emblemático actor de doblaje contestó sin pelos en la lengua lo que muchos sabemos: «Los llaman por sus seguidores, no por su talento». Eso generó opiniones encontradas, pero la mayoría de fanáticos estuvo de acuerdo con «el señor Piccoro».
Dignificar los trabajos, los esfuerzos
Bien dice el dicho «zapatero a tus zapatos» o incluso lo que decía el propio Jesús de Nazareth en los Evangelios: «Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios». No dudo del talento natural de muchos individuos y que les posibilita hacer a veces incluso mejor que los que lo estudian, pero lo cierto es que hay que saber dignificar y respetar el trabajo que ha significado mucho esfuerzo y sacrificio, además de un sincero compromiso. No podemos, ni debemos, sustituir a profesionistas sólo por la baja y muy mundana idea de sacar más provecho en cuestiones monetarias. Esa prostitución del trabajo es un cáncer muy dañino que puede generar cosas terribles y que terminaremos por lamentar.
¿Qué pasa si un startalent sustituye a un actor de doblaje? Si no es para tanto… Por un lado muy frío podríamos decir que «para hablar cualquiera», pero no se trata de eso. Esa idea simplista y absurda da paso a ideas como «cualquiera puede ayudar a alguien en cosas emocionales», «cualquiera puede hacer negocios». ¿Ustedes estarían de acuerdo que en la operación a corazón abierto la realice un carnicero? Me parece, y quiero creer, que no. En el caso del doblaje, en el caso de la película del Hombre-Araña, al menos se está organizando un complot por parte de los fans para no verla doblada al castellano. Eso implicaría un desequilibrio económico en las empresas relacionadas a su difusión. Y el mercado termina por cerrarse.
Hoy es el trabajo de otros… mañana podría ser el de ustedes.