«Un barco está a salvo en el puerto. Pero no fue construido para eso»
-William H. Shedd
Queridos(as) lectores(as):
Ya hace tiempo que hemos hablado sobre la búsqueda de sentido en la vida. En aquel entonces, habíamos hecho un esfuerzo para comprender que la vida por sí misma no tiene sentido alguno. Es el ser humano quien le brinda sentido. Pero ese sentido es algo que se actualiza. Diría Nietzsche (parafraseándole): «Quien tiene un por qué, sabrá lidiar con los cómos». Sin embargo, en la ajetreada jornada persistente en nuestro tiempo, ¿qué sentido tiene cada cosa que pensamos, decimos y/o hacemos? Cuesta mucho verse apartado de la idea de que algo habrá de pasar significativo a modo de recompensa. ¿Pero qué es exactamente lo que estamos esperando que pase?
Uno de los problemas más comunes en nuestro día a día es el dejar de hacer. Vuelvo a lo mismo: ¿qué sentido tiene hacer algo si no pasa nada? ¿No pasa nada? ¿O no será más bien que no pasa lo que esperamos/creemos/queremos que pase? Estamos tan acostumbrados a tener control de las cosas que cuando la vida nos demuestra que no es así, caemos en una profunda frustración que nos deja «inmóviles», y que nos aparta poco a poco del hacer. Cuando Viktor Frankl escribió su más conocido libro, El hombre en busca de sentido (1946), una de las más interesantes reflexiones que el psiquiatra austriaco nos comparte es sin duda ésta: «La felicidad no se puede perseguir; debe suceder». ¿Cuántas veces nos enfocamos en que las cosas sean como queremos y nos perdemos de lo que puede ser realmente?
¿A las puertas de la posibilidad?
Justo la frase con la que iniciamos este encuentro me la pasó un querido amigo junto con una imagen. «¡Para tu página!» -me dijo. Me quedé anoche pensando en el tremendo significado de tan sencilla frase. En un principio lo relacioné con el estado de comodidad, que a veces termina siendo conformidad, en el que como seres humanos nos quedamos a pesar de las tremendas inquietudes que tenemos. Las pulsiones son tan fuertes que no son tan fáciles de controlar. A veces, por miedo dejamos de hacer algo más. «Ya logré esto, mejor no le sigo». Sí, en buena medida existe la famosa prudencia (phrónesis), pero tampoco podemos ser tan reduccionistas ni tan simplistas. ¿Será que disfrazamos el miedo con la supuesta prudencia? Me parece que es cuando más debemos estar conscientes de nuestros límites y de nuestros alcances, siendo totalmente sinceros con nosotros mismos. Por un momento, podemos ver cuánto hemos logrado y pensar si sería posible hacer algo más. Y cuidado con esto: hacer algo más no implica algo muy grande o de proporciones exageradas. Hacer «algo más» puede derivarse en la actitud con la que hacemos las cosas.
Muchas veces me he topado con situaciones en las que muchas personas comparten que «ya no saben qué hacer». Y recuerdo a mi mamá que cuando le decía algo así me contestaba: «Salte a caminar». Y es que en verdad uno ignora lo tremendamente fantástico que puede ser eso. Aunque ya hemos hablado sobre eso (Caminatas y nubes), es importante recordar brevemente que el poder salir a caminar, de manera solitaria, nos permite tener mayor claridad en el pensamiento. Podemos incluso descubrir nuevas cosas, conocer nuevas personas, probar nuevos sabores… ¡Novedad! Pero para descubrirlo hay que ir, no esperar a que suceda sin más. De eso se trata la apertura a la posibilidad.
Apostar por la vida
Como sabrán, queridos(as) lectores(as), en esta página apostamos siempre por la vida. ¿Qué significa eso? En la medida justa de las circunstancias, la apuesta por la vida siempre nos garantiza el hacer algo, el no quedarnos con los brazos cruzados esperando el fin. ¿De qué sirve tener una pelota de fútbol si no la pateamos y jugamos con ella? Sí, es cierto, las circunstancias de nuestro tiempo tal parece que nos obligan a estar esperando que cambien por sí solas. ¿Es que qué puedo hacer con la guerra en Ucrania? ¿Qué puedo hacer para que desaparezca el COVID-19? ¿Qué puedo hacer…? Pues vivir lo que se puede y lo que nos corresponde. No podemos estar, una vez más, sentados con los brazos cruzados. Hay que darnos la oportunidad de abrirnos a nuevas experiencias. ¿Qué caso tiene sólo hacer lo que nos gusta si no buscamos algo nuevo que nos guste o no?
Suele pasar que incluso las cosas a las que peligrosamente nos hemos acostumbrado, tal como lo es la rutina misma, terminan por hacernos sentir agobiados. Nos cansamos hasta de lo que tanto nos gustaba. ¿Es eso posible? Claro que sí. Y nada raro, de hecho. Imaginemos por un momento qué pasaría si sólo pudiéramos hacer lo mismo en la vida. Sin cambios, sin novedad. Un día tras otro. Hasta leer esto es tedioso, ¿no? El chiste radica en poder buscar sin la idea de encontrar algo específico. Eso es darle oportunidad a la vida de sorprendernos. Cristobal Colón creía que había llegado a la India, y terminó por descubrir un continente.
¿Qué podemos hacer? Se responde: Veamos…