Queridos(as) lectores(as):
Hay algo de lo que he querido escribir para uno de nuestros encuentros desde hace ya bastante tiempo y que una situación personal, muy molesta, me ha inspirado para por fin hacerlo. Una situación, una actitud o un modo de ser en el que cada día nos mostramos aparte del mundo. Como si estuviéramos «desconectados» pero dando a entender que «ahí seguimos». Me atrevería a pensar en una suerte de indiferencia que, entre muchas razones, la encuentro muy cercana a un egoísmo muy radical.
Por poner un breve ejemplo: ¿les ha pasado que quedan de ir a ver a uno o más amigos/familiares a un restaurante o cafetería, y que están sumergidos en sus celulares? En lo personal, puedo decir que es de las cosas que más detesto y que en verdad me fastidian, cosa que no dejo pasar con sencillez y hago notar mi molestia con comentarios del tipo «si quieres dejo que dejes de escribir en tu cel», o cuando siguen sin reaccionar, simplemente me levanto y me voy del lugar. ¿En dónde están cuando fingen estar?
Ese momento en el que no estás
El vitalismo o el «impulso natural a la vida que surge del interior de las personas», es una corriente filosófica de la cual tendríamos que hacer uso para casos como el anterior. Si nos vamos más por el lado psicoanalítico, nos topamos con la pulsión de vida que nos hace, sea como sea, aferrarnos a ella. ¿Pero qué está sucediendo que de la vida nos estamos perdiendo todo, o al menos demasiado, por poner atención a cosas tan diminutas?
Quizá la pregunta correcta en esto es: ¿de qué no se quieren enterar? Cuando las personas que se reúnen tienen estas actitudes de perderse en sus celulares (o móviles), dando a entender una cierta «indiferencia» hacia quienes les rodean, en primer lugar nos lleva a pensar en la falta de prioridades que tienen esas persona. «No creas que no te estoy haciendo caso, tú sigue hablando». ¿Les han llegado a contestar eso? Sí, seguramente sí y estoy seguro que es la peor respuesta que les pueden dar porque incrementa la sensación de que les están dando el avión (en México decimos eso a quien nos ignora y sólo responde por responder).
¿De qué sirve estar por estar sin que haya una intención de estar? Ahora con lo de la pandemia y el encierro que muchos vivimos, leí en redes sociales muchas veces que ya estaban hartos de no poderse ver en persona, de no poder convivir, de poder incluso tocarse. Y claro, todos extrañamos eso. Pero cuando se levantaron las medidas y los encuentros se permitieron, la gente se reunía sin quitarse el celular de las manos.
La inmediatez y la incapacidad de pensar
Hace unos días, pasé por una situación que realmente me molestó. Un querido amigo había olvidado su celular en mi camioneta cuando le di un aventón a un lugar en el que se iba a encontrar con otro amigo. Yo no noté el aparato. Por lo general, los domingos tengo un horario dispuesto que dedico para platicar con mi familia que vive en otros países. Estaba ya preparado para ello cuando de repente veo una serie de mensajes desesperados en Instagram en mi celular. Cabe señalar que a mí no me gusta tener con sonido mi celular, pero estoy al pendiente por una pequeña luz que me avisa siempre cuando llega un mensaje o una llamada. Así que vi la insistencia de la luz y abrí la aplicación. Resulta que el amigo de mi amigo nunca llegó (aparentemente), cosa que le perjudicó porque sí se dio cuenta de que había dejado su celular en mi camioneta, por lo que lo esperaba para poder pedirle que le prestara el suyo para poderse comunicar conmigo.
Este amigo, con quien ya he tenido ocasiones de «regañarlo» por las cosas que no hace por estar embobado con su celular TODO EL DÍA, entró en una crisis brutal. No sabía cómo comunicarse conmigo. Total que terminé «yendo a su rescate». Al contarme la historia de lo sucedido, me dijo que por no tener su celular, no podía pedir un UBER; que en la avenida en la que estaba parado no pasaban taxis y que, para terminar de empeorar su situación, de cualquier modo no tenía dinero en efectivo para pagarlo. 3 cosas:
- Si no hay UBER, ¿no hay otra forma? La inmediatez, como ya lo he hablado en encuentros anteriores, nos tiene terriblemente acostumbrados a solucionar las cosas sin hacer mucho esfuerzo, de un modo rápido y sin «problemas».
- Si no pasaban taxis en esa avenida, ¿no se puede acercar a otra avenida donde es más que probable que sí tendrá suerte? Una actitud de «espero que pase algo que me ayude sin moverme». Claramente eso no ayuda en nada.
- ¿No cargar dinero en efectivo? ¿Qué pasará el día en que la tecnología nos traicione y no nos pueda servir para solucionar nuestros problemas cotidianos? Mi papá me decía siempre que «por lo menos debería tener 200 pesos en la cartera por cualquier emergencia» y también que «la tecnología tiene la gran facultad de hacernos inútiles».
¿En qué mundo estamos? ¿Dónde está la consciencia que es el puente entre aquello que decimos es lo Real y lo nuestro? Este amigo se cerró en su desesperación. De hecho, también me había dicho en su cadena delirante de mensajes que «le pidiera un UBER». La facilidad con la que lo decía evitaba pasar por la reflexión de la complejidad de esa solución. Ahora bien, si no tenía dinero (cosa que le dije), ¿por qué no tomó el taxi y al momento de llegar a mi casa le pedía que lo esperara, me llamara, y le prestara para pagarle? Insisto: la inmediatez lo cerró en su desesperación que le impidió pensar, en darle soluciones a su problema.
Espera… ahorita te atiendo
Después de que tuviera que enfrentarse a mi enojo y fastidio por lo que me hizo al tener que cancelar la única llamada que tengo con mi familia en la semana, sólo recibía de su parte un «ya sé, tienes razón, perdón, perdón». Una vez en casa, me dice que se iba a comunicar con su amigo para saber qué pasó. ¿Y qué sucedió? Se puso a platicar con él por 20 minutos para ponerse al corriente sobre eso, sin importarle que yo estuviera ahí en ese momento con él y seguir platicando de otras cosas. Terminó de hablar, pidió su UBER y se fue. «¿Oye, te paso algo de la gasolina?», «¿Puedes retomar la llamada con tu familia?», etc… No sé, preguntas que uno esperaría por parte de alguien que debería ser empático y agradecido. Pero no, al parecer eso es imposible.
¿Les pareció molesto? ¿Piensan de mí que soy un neuroticazo obsesivo? Sobre esta última pregunta, sí, en buena parte lo soy, pero no debemos confundir la neurosis con el respeto y la educación. Los valores nos forman para justamente evitarnos problemas y no provocarlos o serlo para los demás. Si no existen las prioridades, los valores, la empatía, nos volveremos todos hacia ese mundo digital en el que «no pasa nada» y descuidaremos lo que está pasando fuera, se abrirán los ojos y nos daremos cuenta que hemos perdido todo. Y estoy casi seguro que nos atreveremos a quejarnos por eso. Así de descarados.
¿De qué sirve un aparato que nos conecta con quienes no están cerca y nos aleja de los que están a nuestro alrededor? No nos arrepintamos después y lloremos de maneras inconsolables por no saber valorar, amar y agradecer lo que tenemos y que solemos descuidar por cosas que terminan siendo totalmente ajenas a los momentos especiales e irrepetibles.