«A lo mejor, la alegría sólo la viven los que son incapaces de definirla».
-Montserrat Roig
Queridos(as) lectores(as):
Hace unos días me llegó un mensaje por parte de Carol, quien escribe desde Uruguay. ¡Gracias por su generosa lectura de este espacio de encuentros! En el mensaje me compartía una inquietud que ha inspirado el texto de esta ocasión. Carol pregunta: «Disculpa, Héctor, ¿qué pasa con las personas especiales en nuestra vida? ¿Cómo estamos ciertos de que lo son?». ¡Qué preguntas! Espero poder aportar algo para intentar contestar.
Las personas importantes en nuestra vida van desde nuestros abuelos, nuestros padres, nuestros hermanos, aquellos amigos y amigas, aquella figura académica, etc. Son tantas personas en las que podemos depositar cantidades significativas de afecto y que se vuelvan en definitiva «importantes». Pero, ¿cómo nos damos cuenta de ello? Usando la sabiduría ancestral de lo simple: porque sonreímos sin necesidad de más. Tal como decía el novelista inglés, William Thackeray: «Una sonrisa es un rayo de luz en la cara». De repente, todo se ilumina.
Tiempos difíciles
No hay día en el que no nos enteremos de cosas tristes y dolorosas. Justo estas adversidades nos han hecho resignificar lo que consideramos realmente importante en nuestra vida. Enfermedades que surgen de la noche a la mañana, artimañas y crisis financieras, guerras, violencia… ¡Joder! ¡Qué tiempos para estar vivos! Y pues sí, en efecto, aquí seguimos, de un modo u otro, pero no se trata de hacer de nuestra vida un sinónimo de supervivencia. En la resignificación de las cosas realmente importantes, en un momento volteamos a ver a nuestros semejantes y en contados casos sonreímos sin más, a modo de una confesión silenciosa que dice «qué lindo, qué bueno, es estar contigo a pesar de todo esto».
¿Por qué pensamos que la persona importante en nuestra vida únicamente responde a una situación romántica? Claro, podemos verlo siempre de esa manera, porque de buena medida es algo que todos aspiramos, el tener a alguien que se vuelva nuestra inspiración y demás. No caigamos en temas de codependencia, eso lo dejaremos para otro encuentro. Pero sí debemos ser capaces de reconocer en el rostro de aquella persona la importancia que le brinda nuestro corazón. Calderón de la Barca decía: «Es parentesco sin sangre una amistad verdadera». Esa extraña sensación de familiaridad es lo que nos hace sentirnos seguros. Donde late el corazón a pesar de la ausencia, ahí es.
Reconocer y agradecer
Me es imposible evitar pensar que «¿qué pasa cuando esa persona importante ya no está más en nuestras vidas?». Esto se puede deber a muchos factores, pero los más comunes son el alejamiento, los mal entendidos, los pleitos, pero también ocasiones de pérdida tales como la muerte. De hecho, el fin de semana me puse a ver el stand-up de Franco Escamilla, Payaso, que inadvertidamente me soltó un golpe directamente al corazón. El comediante mexicano nos hace partícipes de su característico humor, pero al momento de ir cerrando, es ciertamente imposible sentir empatía al momento de verle quebrarse al contar lo que fueron los últimos días con su papá, quien recientemente falleció. Por supuesto que quienes hemos pasado por semejante pérdida, podemos reconocernos en ese relato.
Franco hace la invitación a que valoremos a las personas y que no nos quedemos con resentimientos y tonterías de ese calibre. ¿Por qué tenemos que esperarnos a perder a esas personas importantes para darnos cuenta de lo que realmente lo eran en nuestras vidas? Cada día que pasa, la tensión social se incrementa. Comentaba en mis redes sociales que estamos en un punto de histerización social muy preocupante. ¿Qué hacer? No es algo tan simple, pero podemos empezar por darnos la oportunidad de pensar más en el compartir. Hace unos días, mientras me tomaba un rico café cerca de mi casa, vi llegar a un joven que se veía notablemente preocupado; no pasó mucho y llegaron otros 2 a acompañarle. Apenas se levantó a saludarlos, el joven soltó en llanto. No pude evitar escuchar la conversación y él les compartía que se sentía lastimado porque «la chava que le gustaba, no era lo que esperaba» y que había soportado muchas cosas por parte de ella. El dolor del amor es inigualable. Muchos quizá digan que es una situación común la desilusión, pero es obviar las cosas que no son simples: cada dolor es valioso e importante y merece su escucha y acompañamiento. ¿Por qué si nos reunimos para festejar o divertirnos, no nos reunimos para consolarnos de los distintos avatares de nuestras vidas?
La sinceridad
Qué bonito es toparse con gente sincera, pero no de aquella que confunde la sinceridad con la ofensa y la grosería. Ayer, con una paciente, salió el tema de qué pasa cuando recibimos un Whatsapp preguntándonos «¿cómo estás?», y que por regla general solemos contestar «bien, gracias. ¿Tú?». ¿Qué pasaría si realmente contestáramos por como estamos? ¿Qué pasaría si yo contestara con un «estoy jodido, enojado, molesto, triste, deshecho»? La sorpresa se haría presente, sin embargo no sería novedad. Es decir, todos estamos pasando por momentos complejos de un modo u otro, afortunados quienes no o que están saliendo poco a poco de sus malestares. Pero cuando te topas con personas que no ven el caso en portar máscaras de aparente sanidad emocional, y que abren el corazón de par en par, quizá es que te has encontrado a alguien importante.
Muchos, quizá la gran mayoría de mis amigos que más amo, están lejos de mí. No hay modo de que los pueda ver como quisiera, pero el acompañamiento es incuestionable. Porque nada cuesta un minuto para estar al pendiente. ¿Por qué hablamos de «costos»? Es como aquella expresión que detesto que dice «valió la pena». ¿Acaso vale la pena ver a los amigos? Es tonto, pero lo usamos sin más.
Una persona importante, por ejemplo, es aquella que nos hace reír, que nos hace estar bien aunque las cosas estén fuera de control. Una persona importante siempre te da calma, pero no imaginamos cuánto contribuimos también a la suya.
Querida Carol:
Sin duda las personas importantes en nuestra vida son muchas, y a veces ni lo imaginamos. Pero lo que nunca debemos olvidar es que también lo somos para otras más, de un modo u otro. El valor de todo esto radica en el reconocimiento, no del miedo a la soledad, sino del amor por el compartir y acompañar. Pensar en las personas importantes en nuestra vida, nos permite contar nuestros latidos y darnos cuenta de lo importante que son. No hay uno sin otro. Te abrazo y deseo de corazón que todo sea para ti una experiencia que te permita aferrarte a la vida. ¡Resiste! Pero no dejes de compartir.