Yo, yo, yo… y luego yo

Queridos(as) lectores(as):

¿Qué tal, cómo les va? ¿Cómo van lidiando con la pandemia mundial? Espero de corazón que cada uno tenga los medios para poder salir avante de esto, desde las cuestiones económicas hasta en los cuidados propios de la salud física-emocional. He querido dar un acercamiento a una pregunta que me han hecho llegar a mi correo sobre el narcisismo. ¡Qué tema!

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Origen mítico

Narciso era un joven tan bello que llamaba la atención de todas las jóvenes y de todos los jóvenes, pero él les rechazaba sin consideración alguna. Sucede, al mismo tiempo, que la ninfa Eco, condenada a repetir todo lo último que escuchaba (como parte de un castigo de parte de la diosa Hera), también se enamoró de Narciso. Un día, cuando él iba con un grupo de amigos, se extravió en el bosque. “¿Hay alguien aquí?” -gritaba el bello joven-, a lo que Eco, escondida entre unos arbustos, repitió “aquí”. Narciso se acercó a donde provenía la voz y gritó “¡Ven!”, por lo que Eco repitió “¡Ven!”. Una vez que Narciso estuvo frente a los arbustos, Eco salió a su encuentro y le declaró su amor, sin embargo, el joven engreído la despreció, motivo por el cual la desdichada Eco escapó a unas cuevas, donde murió de tristeza, quedando sólo su voz (sí, por eso es que en lugares como en las cuevas a las vibraciones de los sonidos les conocemos como “eco”, aunque claro, desde un relato mitológico). Ante la crueldad mostrada por Narciso con la ninfa Eco, la diosa de la venganza, Némesis, maldijo al joven haciendo que se enamorara de sí mismo. Un día, cuando él estaba cerca de un arroyo, vio su reflejo y quedó totalmente seducido, así que cuando se acercó para intentarse besar, cayó en las aguas, se enredó con algunas algas y se ahogó. Cuenta la leyenda que después de ese suceso, las flores que crecen cerca de los arroyos recibieron el nombre de Narciso, en honor a la tragedia del bello joven.

Narcisismo y la clínica psicoanalítica

Primero tendríamos que preguntarnos «¿qué es un narcisista?». Veámoslo de la siguiente manera: un narcisista o narciso es aquella persona que asume una postura en la cuál busca el reconocimiento desde fuera de sí misma. Es decir, hablamos de la propia afirmación de uno mismo, por tanto nos inclinamos hacia otro tema: la autoestima. Todos, cada uno de los neuróticos funcionales (al menos), tenemos un problema con eso de la autoestima, por lo que podríamos denominar como algo perfectamente «normal». Sin embargo, para una personalidad narcisista, ese problema se intensifica en proporciones quizá «exageradas». Lo pongo entrecomillas porque eso no se puede medir realmente, sin embargo, sí podemos decir que causa mucho conflicto, demasiado.

Si bien es cierto que estamos frente a la falta toda nuestra vida, todo aquello que tiene que ver con la identidad, el reconocimiento, la afirmación del Yo o Self, puede ser algo que nos ponga en jaque. Cuando lo retomamos en los narcisistas, no sólo se está frente a la falta, sino que se vive con la falta interior. Podemos decir, con el riesgo de caer en un reduccionismo casual, que existe en ellos un sentimiento falso de sí, por tanto, muchas nociones vacías, entre las cuales destaca, por supuesto, el amor. Existe una ausencia de amor, de percepción, que muchos autores después de Freud afirman que se trata de una «decepción temprana». Pienso, por ejemplo, que para poder dimensionar esa decepción, podemos hablar de la falta de mirada. Esa mirada no es cualquiera, hablamos específicamente de la de la madre. La mirada es, siempre, un asunto de reconocimiento, de afirmación:

Mírame, mírame, aquí estoy.

Mírame, ¡soy yo!

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Insisto, es más complejo, pero hay que tratar de irlo entendiendo. Cuando esa demanda no es cumplida, cuando el niño o la niña no «obtienen» esa mirada de amor, queda la decepción temprana. ¿Pero todo se resume a la mirada? No necesariamente, y como es el caso del psicoanálisis clínico, tendría que verse «caso por caso». Cualquier parecido con la realidad, es asunto de subjetividad. Se desarrolla, entonces, un trastorno en relación con el Yo o Self. Definitivamente el narcisismo no queda definido por uno sólo, o al menos no podemos decir que se manifiesta siempre igual, pero lo que sí podemos ir comentando es que existe un puente o un punto en común entre las diversas personalidades narcisistas, me refiero a que si hablamos de la interioridad, hablamos forzosamente de una terrible inseguridad que se expresa de maneras muy diversas, entre las cuales están las conductas y modos de ser. Hay, por poner un ejemplo, actos compensatorios que, así com0 se refleja uno a través del espejo, proyecta el desequilibrio interno del narcisista.

Acción, reacción… 

Ahora bien, ¿qué podemos decir sobre el narcisista que no sea la génesis de su situación? Hace algunos años, no recuerdo francamente quién lo dijo en una presentación, el ponente mencionaba que «el narcisista es el gran intérprete de lo que quisiera ser, que quizá sea, pero que no está seguro de ello». Me gustaría mucho recordar el nombre. ¿Pero qué significa esto tan enrollado? Primero, hay que tomar en cuenta la terrible desesperación que cargan, misma que proyectan de formas sutiles y, en ocasiones, muy descaradas. La ansiedad, el deseo, se vuelve insoportable, y ante la ausencia de auto-afirmación, alguien tiene que darla, pero cuando la dé, se le debe cuestionar por qué. Y es aquí donde empieza el «daño a terceros». Las acciones de los narcisistas pueden ser muy dañinas para los demás, en tanto que logran «seducir» exitosamente a esos terceros, los fascinan y encantan, y cuando hay reacciones favorables de parte de ellos, comienza una agresión que se traduce a partir de la vergüenza o de la envidia.

Para Melanie Klein, este acceso a la vulnerabilidad del narcisista es primordial para entenderlo. Por un lado, el narcisista siente ese vacío interno, esa inseguridad insoportable, al mismo tiempo en el que se expone como si no fuera así. Este curioso juego resulta fatal, ya que si el narcisista encuentra o reconoce aquello que cree que no tiene o que no le es propio, en el otro, la agresión no tarda en darse. Pensemos que la envidia puede provocar muchas acciones negativas, por lo tanto no existe eso de «envidia de la buena», es desear lo que el otro sí tiene y que yo no, o al menos creo que no tengo. Y la reacción que podemos esperar es como la de un niño caprichudo que rompe el juguete de otro niño porque, «si yo no lo tengo, no lo tiene que tener él». Aunque los modos destructivos pueden variar. Así, es común decir que el narcisista gusta de ofender, despreciar, ridiculizar e, incluso, denigrar al otro y/o lo que tiene.

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Nada llena

Retomando lo que decíamos de las inseguridades, tenemos que mencionar también que existe en muchas de las personalidades narcisistas un cierto «derecho» sobre el otro. Es decir, pareciera que proyectan en el otro una autoridad, un sentimiento de soberbia y orgullo. Porque es, al mismo tiempo, un reclamo que no pueden hacerse a sí mismos. El narcisista confronta al otro a partir de su carencia, o al menos es lo que podemos apreciar en muchos casos. Es curioso, porque parece que en realidad nada les llena, nada les es suficiente.

El problema surge cuando llegan a cansar a las personas que son sus víctimas, pues la acción más dolorosa que pueden tomar contra ellos es que, justo, dejen de mirarlos, de hacerles caso, que los ignoren o que simple y sencillamente los aparten. Es algo desquiciante. Hay casos en los que cuando esto pasa, la reacción del narcisista puede llegar a ser hasta humillante con tal de recuperar la mirada del otro. Parece que «han cambiado», pero es una fachada, un acto de enmienda para volver a recuperar la confianza del otro para luego caer una vez más en lo mismo. Algo que llama la atención es que, avanzados en el «volver a lo mismo», empiezan a descargar culpa en el otro, a hacerlos sentir mal por dejarlos o ignorarlos. Es un desquite. Insisto: es un volver a ellos mismos, pero me parece que cada vez es más frustrante y doloroso, pues se van cerrando opciones de manipulación con el otro. Por eso es común identificar al narcisista con la perversión, en tanto que se perciben a sí mismos como garantía del goce o sufrimiento del otro.

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Tratamiento

¿Realmente se puede tratar a un narcisista? Tenemos que ser sinceros y aceptar que la cuestión clínica para atender el trastorno narcisista, puede de ir de «muy difícil» a casi «imposible». En en psicoanálisis la transferencia es algo que se debe replantear casi a totalidad, en tanto que existirán constantemente intentos de «rebelión» durante el proceso. Parece que habrá un intento del narcisista por tomar el control de las sesiones, en una suerte de «autoanálisis» que desprecia o hace menos al analista. Tal como ya hemos revisado, el narcisista tiende a imponerse ante el otro, por lo que la experiencia de ir con el analista puede ser muy caótica, incluso me atrevería a pensar que pasaría una vez más por la vergüenza, la incomodidad, dando un paso agigantado hacia el sentimiento de sentirse sometido o dominado.

Un modo de defensa consiste en poner a prueba al analista, en cuestionar toda devolución que le haga, en jugar con las interpretaciones, en corregir constantemente, etc. Muchos colegas manifiestan que es muy difícil avanzar con este tipo de pacientes. Pero no es imposible. Debemos recuperar el carácter subjetivo y reinventativo del propio psicoanálisis y trabajar en la transferencia, que es en sí una percepción, un modo de trabajo que evoluciona y, por tanto, se adapta. Aunque cabe advertir que es más que probable que el paciente narcisista abandone más de una vez su análisis. Hay algunos que regresan, otros que no, pero queda y quedará siempre en ellos esa espina de «estuve ahí». Al final de cuentas, alguien estaba cumpliendo con la demanda de mirada y escucha, aunque ese alguien «no fuera la gran cosa». ¿O será que sí?