«Para quien tiene miedo, todo son ruidos».
-Sófocles
Queridos(as) lectores(as):
No es para mentir, pero lo cierto es que hoy por hoy tenemos miedo, y mucho, sobre tantas cosas en la vida. Sin embargo, aunque no lo crean, resulta algo «bueno», ya que nos ayuda a aferrarnos a la vida, en tanto que nos concentramos en cosas que nos hacen considerarla (inconscientemente) importante. El aferrarnos a ciertas cosas nos provoca el miedo a perderlas: trabajo, pertenencias, situaciones, personas, relaciones, etc. Claro, ¿quién no tendría miedo cuando llegue el fin de algo? Sin embargo, tal como lo señala el mismo Buda, el miedo a perder termina por ser algo que atormenta al ser humano y le imposibilita ser feliz. ¿Qué es lo que realmente nos da miedo? Hay que entender que todo en esta vida tiene un inicio y un fin. Nada «dura para siempre», al menos no las cosas materiales. Sin embargo, es precisamente lo que nos cuesta tanto aceptar. ¿Qué es lo que realmente perdemos?
Muchas de las experiencias del miedo a perder son de las que más debemos aprender. Cuando tememos perder algo, en realidad lo que sucede es que surge una inseguridad muy personal de cada uno de nosotros. Pienso, por ejemplo, cuando una relación sentimental se encuentra a punto de acabarse. En muchos casos, lo único que sostiene la relación es la inseguridad de no «volver a tener una relación», de «no haber sido suficientes», y claro, eso es lo que nos aterra comprobar. Por así decirlo, algo que ya tenemos «seguro» nos salva de tener que comprobarlo después. Así, el miedo a perder entonces lo podemos resignificar como el «miedo a volver a tener». Sin embargo, como podrán advertir, hay cosas que no se podrán volver a tener, siendo la muerte de un ser querido una de las que más estragos causan en la mente y en el corazón.
Sólo queda lo que hay
Uno de los miedos a perder más recurrentes hoy en día sin lugar a dudas es la sensación de seguridad. Cuando tenemos un trabajo estable, una relación fuerte, buena salud, reconocimiento, etc. Sin embargo, cuando se mete a la ecuación un tercero, las cosas pueden ser bastante cuestionables. Es decir, muchas veces creemos que la relación que tenemos con la familia, los amigos, la pareja, etc., es lo mejor. De ahí que muchas cosas «malas» las permitamos justificando siempre desde el supuesto «amor». No sé, pienso por ejemplo en la violencia que se ejerce en las relaciones y que se justifica porque «lo hacen por amor». Ya lo hemos comentado, quien ama NUNCA LASTIMA. Sostener lazos con lo que hay a pesar de las formas negativas, es sin duda una confesión del miedo a perder la seguridad de algo por no querer comprobar la posibilidad de algo más.
El miedo puede provocar crueldad, y lo que es peor, contra uno mismo. El «yo aguanto» es por mucho uno de los más perturbadores escenarios. «Es que así es mi familia, no es que pueda cambiarla», «me trata así mi pareja, pero pues yo lo/la acepté», etc. Tantas cosas que se asemejan a este tipo de comentarios. Curiosamente, este tipo de situaciones perversas buscan nulificar toda alternativa abusando del sentimiento de culpa: «agradece que tienes familia», «ya parece que vas a encontrar a alguien más que te aguante como yo», «di que por lo menos alguien te quiere», y demás muestras de crueldad que aumentan el miedo a vivir algo más.
Vencer el miedo
No es fácil, pero es necesario. El miedo siempre es un factor paralizante para muchas cosas. Cuando hablamos del miedo a perder a un ser querido, hablamos del miedo a hacer nuestra vida aparte de. Es decir, ¿qué haremos cuando x persona nos falte? La única respuesta real es: vivir sin ella. Ya me imagino lo que han de estar sintiendo y en tantas personas que estarán pasando por su mente. Pero es la verdad, la vida un día «falla» y se llenan de flores y lágrimas los cementerios. Quienes hemos perdido personas queridas nos hemos visto frente a frente ante la sensación horrible de la desolación y del desamparo. ¿Qué haremos ahora? ¿Cómo podremos vivir sin esa persona? Cuando un ser querido muere, una parte de nosotros muere también con él. Se muere la relación en la acción. Ya no podremos hacer las cosas que hacíamos, ya no podremos disfrutar las cosas que disfrutábamos, etc. Podremos hacerlo, sí, con alguien más, pero no será lo mismo. Y claro que así es. Sin embargo, perder a un ser querido sólo pasa cuando le olvidamos, cuando le matamos en los recuerdos. Quien siembre distancia, cosecha olvido. Por eso, el recuerdo siempre debe ser fortalecido.
La única manera que tenemos de vencer el miedo es enfrentarlo, y ver que más allá del mismo hay siempre opciones y/o alternativas. Insisto: perder a un ser querido lo hace irremplazable. Cuando murió mi querido erizo, Baruch, hubo quienes me dijeron si iba a tener otro para reemplazarlo. Por supuesto que podría tener 1, 2, 100, miles de erizos, pero ninguno reemplazaría al original. Sin embargo, esa afirmación, me permite traer al presente todos los buenos y hermosos momentos que pasé con mi mascota. Poco a poco, el dolor troca con la ternura y el amor, haciendo que el miedo se torne en esperanza de los días que están llegando. El miedo a perder, por último, es tener miedo sobre no ser capaces de continuar; desconfiar de nuestra capacidad para ello, de no descubrirnos en otra posibilidad siendo al mismo tiempo nuestra propia posibilidad. Quizá lo que más nos puede enseñar el miedo es a curtir un corazón cada vez más fuerte y dispuesto, aceptar que la vida es así y que un día todo lo material se acabará, incluyéndonos.
El remedio para el miedo es vivir…
No es fácil, pero recuerden: «nadie nos prometió un jardín de rosas».
¡Los abrazo!