Derecho al orden

«La libertad sin orden es la muerte de toda organización social».

-Hjalmar Schacht

Queridos(as) lectores(as):

En el encuentro anterior hablamos sobre el derecho que tenemos al caos, y como pudimos entender, no siempre se trata de estar bien, sino que también hay que saber y estar «mal» de vez en cuando. Pero también es importante que hagamos una pequeña reflexión sobre el orden y el derecho que tenemos a éste. Aunque es posible que cometa el error de apresurarme con algunas aseveraciones, pero lo haré con la mejor intención de crear caminos de interés para todos respecto a la «hermosa» complejidad del orden.

Según la Real Academia Española, el orden tiene varias definiciones, pero haremos uso de apenas unas. 1) Colocación de las cosas en el lugar que les corresponde (esto nos lleva a Platón y su noción de justicia, pues para el filósofo griego «la justicia es dar a cada quien lo que le corresponde»). 2) Concierto, buena disposición de las cosas entre sí (nos acerca a la noción de armonía de Aristóteles que nos ayuda a contemplar la concepción de la razón, de la ciencia, del ser del hombre y de la relación del hombre con la naturaleza y así poder lograr entendimiento). 3) Regla o modo que se observa para hacer las cosas (destello de las ideas sobre la experiencia sensible de Hume, quien sostiene que todo nuestro conocimiento surge de la mencionada). Las demás definiciones quedan para el interés personal de cada uno.

Orden: justicia, armonía, experiencia

Al quedarnos con 3 nociones que van ligadas a la del orden, podemos tener una auténtica oportunidad para dirigirlas hacia nuestra vida personal. El ser humano, diariamente, busca de manera consciente y/o inconsciente cierto orden en su vida. Curioso es que hayan salido algunas afirmaciones salvajes y pretenciosas del tipo «estudios recientes (de quién sabe quién y de quién sabe donde) descubren que las personas desordenadas son en sumo inteligentes». ¡Esa es una barbaridad! Pero, ojo, tengamos cuidado de no exagerar nuestra ya exagerada reacción. La inteligencia tiene muchas maneras de expresarse, no está limitada nunca a un modo determinado y mucho menos a un deber ser. Hay personas que son en extremo inteligentes y no por ello son ordenados, limpios, meticulosos, etc., y viceversa. A pesar de ello, no cabe la menor duda que quien es más ordenado (sin caer en la neurosis obsesiva) tiene mejores modos y mejores herramientas para su desarrollo tanto personal, social y profesional.

Por ahí también hay una expresión interesante que dice: «así como tienes tu cuarto, así tienes tu mente». ¿Y qué creen? En efecto hay algo de verdad en ello. Pero una vez más: no todo se resumen a la misma causa. Habiendo tantas preocupaciones y cosas por hacer, en muchos casos se pierde la idea de las prioridades, por lo que no se puede esperar que todo el tiempo haya orden (otra vez volvemos al derecho al caos). Sin embargo, no estoy en ningún momento justificando el que no haya tiempo, en ese instante, para tener o buscar algo de orden. Hace tiempo, una querida amiga de mi mamá, me decía: «Héctor, cuando no sepas qué hacer, ponte a hacer limpieza». Esto me recuerda a Anna O. (Bertha Pappenheim, 1859-1936), quien fue paciente del Dr. Joseph Breuer y después del Dr. Sigmund Freud. Anna O. se refería a la «cura de la palabra» (prehistoria del Psicoanálisis) precisamente como «limpieza de chimenea». ¿Qué relación podemos encontrar? La búsqueda del orden -importante- en el desorden. Por un lado, se limpia un lugar dejando las cosas «en su lugar», con «buena disposición de las cosas entre sí» y resultado del «modo de hacer las cosas» (bien). Por el otro, es precisamente darle orden al pensamiento y de ese modo, hacer limpia de la mente para quitar telarañas y demás contenido basura.

Un mundo para el orden

Estamos viviendo día tras día una desesperante realidad de alta exigencia en varios aspectos de nuestra vida. Todo el tiempo vamos a prisas, desesperados por cumplir en todas partes, generando varios y delicados problemas de salud física y mental. Se podría decir que hay un predominio del desorden. Pero no, en realidad es un predominio de las prioridades propias y que nos imponen otros. Pensar la libertad del ser humano como algo absoluto sin límites es estrellarse de frente con la responsabilidad y el orden necesario de las cosas. La naturaleza, que no tiene corazón ni mente, curiosamente es «sabia» ya que pone todo en su lugar. Santo Tomás de Aquino, haciendo eco de Aristóteles, hablaba del «lugar natural de los objetos», es decir, todo objeto tiene su propio lugar de ser y estar. En las leyes tradicionales de la Física, ningún espacio puede ser ocupado por 2 cuerpos al mismo tiempo, de ahí la existencia del movimiento. Quizá una manera de la que podemos hacer uso para dar más estabilidad a nuestra vida, sea empezando por pensar el orden en lo que hacemos y de qué manera lo hacemos (ya que si queremos pensar por qué lo hacemos o no, eso es otro asunto igualmente interesante).

Incluso en el encuentro anterior, trayendo aquello que también mencioné brevemente al principio, cuando «no tenemos que estar siempre bien», cuando estemos mal, es ocasión perfecta para replantearnos varias cosas que justo nos alejan de un estado de bienestar (entendiendo lo que entendamos por ello, aunque apostando, claro, por la aparente sencillez de «estar bien»). En la precipitada carrera del día a día, el estrés (y aquellas otras versiones de la famosa ansiedad) nos conduce hacia escenarios de conflicto, tanto personal como con otros. Perdemos la cabeza y no hacemos sino reaccionar. De ahí ese saber popular «piensa con la cabeza fría». El orden es y será necesario, pero hay que saber lograrlo. Porque eso de que muchos dicen que «están bien», puedo asegurarles que están a un paso de estallar. Paciencia y prudencia, virtudes que siempre nos podrán ser útiles.

¿O qué piensan al respecto?

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