Un día como cualquier otro

«El cuerpo sufre por los excesos, también el ánimo abatido»

-Horacio

Queridos(as) lectores(as):

¡Vaya que ha sido una semana de escribir y escribir! Y me alegra mucho, sobre todo porque han sido temas que favorecen nuestros encuentros en medida de hacer más consciencia sobre la salud mental. Ahora bien, como sabemos, cada 13 de enero se conmemora el Día mundial de la lucha contra la depresión. Es importante que existan estos días, por supuesto que sí, sin embargo, no es que nada más nos acordemos de eso un día y los demás tengamos casto silencio. Es momento de hacer eco en los corazones una vez más.

La depresión no es un padecimiento nuevo. En la antigüedad se le equiparaba con la melancolía, la nostalgia, en casos extremos con la desolación (que no es lo mismo) y de manera más simplona con la tristeza. El estado de depresión por el que atraviesan un gran número de personas en el mundo se debe a muchas razones, en algunos casos a cuestiones neuronales (como una falla de neurotransmisores), en otros casos por los sentimientos de impotencia y frustración ocasionados por la sociedad tan exigente en la que vivimos, algunos por cosas familiares, etc. Vamos, hay muchos motivos, pero parece que el malestar nunca desaparece.

Un día a la vez

Hay un error vital en creer que la vida es por sí misma justa. No existe tal lógica. «Es que si hago las cosas de tal modo así me irá», por supuesto que no es una ley ni tiene por qué cumplirse. Justo es uno de los inicios de este problema. La expectativa, el exceso de pensamiento optimista que abusa de ignorar la realidad, genera en el ser humano una falsa idea de bienestar que al no cumplirse se torna en un escandaloso y lamentable infierno. Cada ser humano tiene la capacidad de ser feliz, pero no hay que pensar que se obtiene del mismo modo y haciendo las mismas cosas. Uno puede ser feliz si se saca la lotería (¡quién no!), otros pueden ser felices por estar con sus seres queridos, algunos son felices porque ya acabó el trabajo duro de la semana y otros tantos son felices con quitarse los zapatos al llegar a casa. Son tantas las comparaciones que tenemos entre nosotros que no aprendemos a abrazar nuestra propia individualidad.

En el panorama social existe una suerte de idea de cumplir con lo que se espera de nosotros. Tenemos que ser exitosos en todo, ser los mejores sin competencia, ser siempre el objeto de atención, el centro de todas las miradas. ¿Por qué? Claramente existe una virtud que es la magnanimidad, que nos impulsa a ser mejores en nuestra vida, pero esa virtud en ningún momento debe convertirse en un vicio o en una adicción. En la reciente película de Guillermo del Toro, Pinocho (2022), hay un pequeño diálogo entre el grillo y la hada: «Haré lo que pueda hacer»-dice el pequeño ser, a lo que el hada le contesta «Y es lo mejor que puedes hacer». ¿Qué necesidad de sobre exigirnos? Se hace lo que se puede con lo que se tenga, poco a poco. Es un proceso. Hay que entender que cada quien tiene sus modos y maneras, pero sobre todo (y eso se lo repito mucho a mis pacientes), su ritmo y su tiempo. Hay cosas que nos corresponden, otras que no. «Si no tienes comezón, no te rasques».

Hacer ruido, hacer presencia

Muchas veces pensamos que nuestros problemas son nada en comparación con otros. Y sí, puede ser que sí sea. No sé, pienso en que no puedo comparar el hecho de que se ponchó una llanta de mi camioneta con la enfermedad terminal de alguna persona en alguna parte del mundo. Pero, a pesar de eso, es un problema y es muy nuestro. El minimizar nuestros problemas es minimizarnos al mismo tiempo. Hay veces en las que podemos darle solución y otras en las que necesitamos a los demás. El dejarnos ayudar por otros, sobre todo cuando ellos son los que se ofrecen a hacerlo, nos hace ser agradecidos desde la más pura humildad. No tenemos que poder con todo ni contra todos. Y así es como se paga el favor, quizá no directamente a quien nos ayudó, pero si tenemos la oportunidad de ayudar a alguien más, ¿por qué no hacerlo? En este mundo de egoísmos, también hay personas amables y lindas que a pesar de los malos tiempos, encuentran el modo de ayudar.

Hay días en los que «no sabemos» por qué estamos tan tristes, sin ganas, y pensamos que la mejor acción que podemos realizar es alejarnos y estar en soledad. Puede ser que para algunos les sirva, pero en realidad no es bueno, porque justamente es irse o encerrarse con los pensamientos negativos que nos consumen poco a poco de una forma muy dolorosa. Siempre habrá alguien que esté dispuesto a escucharnos, pero sobre todo, a acompañarnos. Pero eso sí, hay que entender que cuando nos toca ser quien es buscado por esa persona que nos necesita, lo mejor que podemos hacer es precisamente acompañarle, no opinar, no decir ni tratar de llenarle con optimismo que no sirve en ese momento: escuchar, consolar, abrazar, acariciar, ir a caminar, secar lágrimas… estemos para el otro. Ya habrá algún momento para algo más.

Unas palabras para ti:

Puede ser que estés pasando por un momento difícil y triste. No me imagino qué te tiene así. Pero te digo con toda mi alma y con un corazón sincero: NO ESTÁS SOLO(A). Hace años decidí abrir este espacio para compartir un poco de lo que he aprendido con mis estudios, pero sobre todo, con la vida. Sé lo que es una enfermedad que puede costar la vida, sé lo que es el dolor de perder a un ser querido, de quedarse sin padres, de perder trabajos, el dolor de la traición, de un rompimiento, de una separación. Por eso es que insisto en que la empatía es la respuesta en este mundo de amor. No calles por pena o miedo lo que sientes, siempre habrá alguien para ti. Busca la ayuda de un profesional. Quizá sea momento de un apoyo psicofarmacológico, mientras puedas llevar una terapia al mismo tiempo. Esos medicamentos tiene fecha de inicio y de terminación. Acércate a tus amigos, a tu familia… a veces encuentras incluso amor en donde menos esperabas. Pero sobre todo, tente amor y compasión. No tienes por qué sufrir de más, no te castigues tanto. Quítate los zapatos y los calcetines y camina sobre el pasto. Acuéstate, ve la forma de las nubes, escucha tu música favorita, haz ejercicio, camina, come lo que te gusta, ve una serie, conoce gente, lee un libro, acaricia a los perritos en la calle, haz sonreír a un niño… hay tantas cosas que puedes hacer que te sorprendería todo lo que puedes lograr. Pero, por favor, no dejes de ser tú mismo.

En este mundo de amor, también lo hay para ti.

Nos haces falta, te queremos con nosotros.

¡Resiste, que no estás solo(a)!

Héctor Chávez Pérez

P.d. A veces tenemos que perder para saber valorar. A veces perdemos algo, pero ganamos algo más. Es un balance. ¡Que pronto encuentres paz!

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