«Agua en primavera, buen otoño nos espera»
-Refrán
Queridos(as) lectores(es):
Hoy tuve ocasión de poder salir a estirar las piernas y poder sentir un poco la brevísima calidez del sol de Otoño acá en la Ciudad de México. Caminé por varias cuadras y encontré una banquita. Así que después de una larga caminata, aproveché la oportunidad y me senté bajo un enorme árbol. Sé que esto suena en extremo pacífico y sí, de hecho así es, ya que por la zona en la que vivo tengo el privilegio de alejarme del ajetreo de las principales avenidas y del ruido del tráfico y de las personas yendo siempre hacia todos lados. Una vez que estaba descansando en dicha banquita, saqué de mi maleta un librito que en alguna ocasión anterior les había compartido, Haiku-dô: el haiku como camino espiritual, una recopilación de haikus a cargo de Vicente Haya (con la colaboración de Akiko Yamada). El libro está dividido por estaciones del año y contiene a varios autores japoneses famosos.
Y, pues por qué no, me centré en los de Otoño. Me gustó tremendamente toparme con unos que invitan hacia la reflexión personal, a volver hacia uno mismo. ¿Qué tiene el Otoño que es tan maravilloso caminar y escuchar el crujido de las hojas en el piso mientras nos cubre un frío calmo? Así que en este encuentro, mis queridos(as) lectores(as), les quiero compartir algunos haikus con el propósito de que les sirvan para darse un tiempo exclusivo para ustedes mismos (y con una taza de chocolate caliente, ¡mejor aún!).
¿Qué hace un haiku?
Dice Vicente Haya:
«El haiku no transforma el mundo; te pone en contacto con él, te lleva a él, te introduce en él. No explica la realidad, ni la embellece; la muestra. Porque parte de la base de que el mundo es perfecto. […] En tanto es un proceso de despertar los sentidos, de atención, de naturalidad, de autenticidad, de paciencia, de desprendimiento, de extinción de la vanidad…».
Lo que se llama en japonés «espíritu de shasei» es exactamente lo que hace un haiku. El shasei es precisamente describir lo que uno presencia. No sé si han tenido oportunidad (seguro que sí) de leer haiku, pero puedo decir que es en definitiva una experiencia muy rara para los occidentales o los no-japoneses. Tomemos en cuenta, en primer lugar, que muchos lo hacemos a partir de la traducción, lo que hace que se pierda la exactitud lingüística e incluso, me atrevo a decirlo, la intencionalidad real del autor. Pero esto último siempre pasa incluso con la poesía occidental. Recordemos que toda expresión artística se ve afectada, por así decirlo, por la hermenéutica (interpretación) que cada observador le brinda. El idioma japonés, como todos los demás, tiene su sentido único y particular que no sólo brinda expresión, sino también referencia e identidad.
«Sólo se entra en el haiku por la puerta de la sencillez. Un haiku complicado es un haiku inhabitable», señala Vicente Haya. Vamos a revisar el siguiente:
Uri-ushi no mura o hanaruru kasumi kana
Vendida la vaca
se aleja del pueblo
por entre la niebla.
Este haiku de Hyakuchi es muy sencillo. ¿Pero qué hace con ello el poeta? ¿Nos habla de la vaca que era suya y que vendió? ¿O sólo nos describe la situación que contempló? No lo sabemos, pero lo interesante en esto es que uno como lector se vuelve testigo a partir de la imaginación y se puede poner en la postura del que vendió (o compró), el que lo vio o al que le contaron el hecho tal y como si Hyakuchi nos lo dijera directamente. Ese desarrollo de nuestro pensamiento, recubierto de la imaginación, nos abre las puertas de nuestro propio corazón y hasta de nuestros sentimientos.

Otoño de uno
Y justo este volver hacia nosotros mismos es algo que podemos hacer en cada uno de nuestros días para poder comprender más lo que vivimos y cómo lo hacemos. Muchos de nosotros, si no es que todos, hay veces que vamos por la vida de manera pensativa, muy enfocados en nuestros problemas y demás cosas «negativas». Lo que realmente hacemos, irónicamente, es buscar «perdernos en la nada». ¿Cómo es eso? Tal como les mencioné al principio de este encuentro, veremos unos haikus que nos ayudarán con esto.
Omou koto naki kao shite mo aki no kure
También para quien pone
cara de no pensar nada,
el atardecer de otoño.
«A lo mejor, pensar no es ni bueno ni malo. Es sólo una circunstancia propia del mundo humano, como el llover o no llover lo es del mundo de las nubes», dice Haya. El problema con ir tan pensativos es que nos perdemos de lo demás que está pasando a nuestro alrededor. ¿Alguna vez han ido tan concentrados en lo suyo que de repente se han estrellado con un objeto o con alguna persona? Es cómico que después de ese choque lejos de salir de nosotros al mundo externo, nos retomamos después de un «disculpe». Aquí otro haiku:
Kare eda pokipoki omou koto naku
Rompiendo
ramitas secas,
sin pensar en nada.
¿Es necesario saber por qué hacemos algo cuando lo hacemos? Nunca es que hagamos algo sin una razón. Pero, curiosamente, en esos momentos no nos importa. Sucede que el mundo se cierra a ese momento, a esa situación en particular, donde sólo somos conscientes de una interacción tan simple y tan sencilla como romper ramitas secas. A partir de ese «rompimiento», es común que vengan expresiones que han estado silenciadas por mucho tiempo en nuestra mente y en nuestro corazón. ¿Qué se rompe? Simbólicamente rompemos algo para que algo más pueda salir… ¿o entrar? Y por último:
Omou koto naku kareki o hiroi-arukitsutsu
Sin pensar en nada,
mientras camino
recogiendo ramas secas.
Hemos dicho que nunca pasa algo sin razón alguna. Pero… ¿qué importa? Si pensamos tanto la vida, si pensamos de más, la vida se va y nosotros con ella, pero no de la misma forma participativa y deseada, sino de una manera silenciosa y sin sentido. Me resulta interesante que el ser humano siempre busque sentido a la vida y que en el proceso haga cosas que le hacen perderle sentido. Es la gran ironía. Y de ahí la depresión, ansiedad, etc. Quizá la vida no es más que algo que se vive, descubriendo las infinitas posibilidades que nos hacen, a cada quien, juzgarla como buena o mala.
Pero, al final de cuentas, para lograr eso… ¡hay que vivir!

Así es, tan sencillo y tan complejo a la vez.
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¡Gracias por tu comentario, María Jesús! Nadie nos prometió un jardín de rosas, pero tampoco es que nos prohibieran sembrar uno. ¡Un abrazo!
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Escribo haikus desde hace tiempo, asistí a un encuentro con el profesor D Vicente Haya, en Santo Espíritu, Gillette, Valencia. Fue tan sumamente enriquecedor todo lo que nos transmitió, que estoy deseando asistir a otro, si es que se organiza de nuevo. Muchas gracias por tu entrada, la he disfrutado mucho!
Haiku
Primeras luces;
un trino desconocido
con el viento
marya jesús
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¡Qué bello haiku, María Jesús! Sin duda el aporte de Vicente Haya sobre el haiku nos deja muchas cosas que pensar. ¡Espero te gusten las demás entradas y, por ende, mi blog! Saludos.
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Muchas gracias!! Te acabo de descubrir Héctor, tengo que leerte y seguir descubriendo en tus líneas, sorpresas, que seguramente me gustarán también!!
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Bienvenida! No dejes de darle me gusta o seguir a mi blog para que te lleguen las notificaciones al correo. Un abrazo!
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Muchas gracias Héctor!! Un abrazo y feliz día!!
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