Carta a lo extraordinario

Querido(a) lector(a):

Hace tiempo que no te escribo una carta, y me disculpo por ello. Verás, hay días en los que me resulta fácil sentarme a escribir y otros en los que no. ¿Por qué forzar las cosas? Pero ahora que tengo un poco de tiempo, quiero preguntarte: ¿cómo has estado? ¿Cómo te ha ido? ¿Qué tanto has hecho? Son preguntas sinceras que, si gustas, podrías compartir tus respuestas al final de esta entrada en la sección de comentarios. Si no, no pasa nada. Aunque he de confesarte que también me ilusiona poder leerte también. Porque sí, también me importas. Piensa que si no fuera así, en primer lugar, esta página no existiría; no habrían entradas compartiendo temas y cosas que se viven todos los días, pero sobre todo, no existirían este tipo de cartas donde ambos estamos jugando a una adivinanza. ¿Adivinanza? Sí, por ejemplo, yo no sé quién seas, ni cómo te llamas, de dónde me lees, en qué momento, etc. Quizá tú te puedas dar una idea porque de algún modo me conoces o sabes al menos cómo es mi cara o en algún momento me has escuchado, pero hay muchas preguntas que se quedan flotando.

¡Y eso es fantástico! Imagina que siempre pudiéramos responder todas las preguntas que tenemos. ¿Dónde queda el chiste/sentido de la vida? No sé, pero en este momento estoy pensando, relacionando todo esto, en ese video donde el actor estadounidense, Steve Burns (Las pistas de Blue), salía a preguntarnos qué había sido de nosotros después de tantos años. Muchos crecimos de un modo u otro conociendo y disfrutando ese programa infantil. O, ¿sabes?, también pienso en aquel momento en la película Spider-Man: No Way Home (2021) en el que el Dr. Octopus (Alfred Molina) le pregunta más o menos lo mismo al Spider-Man de Tobey Maguire. Aunque en el primer caso Steve Burns estaba haciendo lo mismo que yo con esta carta, hablándole a quien le escuchara, no sé tú, pero cuando el Dr. Octopus hace las preguntas, de un modo u otro sentí que también me las estaba haciendo a mí, ya que después de todo, yo fui uno de los miles de fans que le conocieron en la segunda película del Hombre-Araña. Ese efecto de reconocimiento es algo que, tristemente, se está perdiendo. Y eso, entre muchas otras cosas, ocasiona que cada uno de nosotros nos desanimemos respecto a nosotros mismos y lo que podemos ofrecer y/o aportar a los demás. Querido(a) amigo(a), ¡qué más extraordinario que el hecho de que nada ni nadie te puede sustituir en esta vida! Con tus virtudes y defectos, eres lo que eres y eso es buenísimo.

Sé que han sido años complicados para todos. Han habido cosas tristes, dolorosas, momentos en los que nos sentimos mal porque no nos salen los proyectos y demás cosas que queremos lograr. Pareciera como si el mundo se tornara una realidad cada vez más y más negativa, ¿no crees? Pero no es del todo cierto. A ver, sí, hay cosas horribles como las guerras, las pandemias, la violencia, la pobreza, la enfermedad y la muerte. Pero al final de cuentas, todo eso es parte de la vida. Lo que aquí te pregunto es: ¿por qué te casas nada más con lo malo? No te estoy diciendo que lo ignores y que hagas como si no pasara, eso es lo más tonto que se puede hacer, pero poder safarnos un rato de esas cosas y darnos la oportunidad de distraernos de ello, nos garantiza poder darnos un respiro, disfrutar lo demás, aprender a valorar y compartir lo que tenemos. Hay veces que una sonrisa puede ser el mayor regalo en tiempos difíciles: una llamada, un mensaje, un amoroso abrazo, un pequeño detalle, no sé… ¡tantas cosas que podemos lograr si hacemos caso a nuestro corazón! No todo en esta vida es razón y argumento, a veces es necesario volver a creer en la fantasía, la ilusión, la magia y recordar cómo cuando niños nos podíamos atacar de la risa con cosas muy sencillas.

Pero para ello, necesito que te convenzas de lo extraordinario(a) que eres, sin caer en la pretensión de sentirte mejor que los demás. No te hagas menos por no poder lograr cosas que otros sí. Mi papá decía: «si realmente quieres lo de los demás, aprende a querer todo lo que tuvieron que vivir para lograrlo». No trates de ser como los demás, que muchas veces sólo son estuches vacíos, sin contenido, que sólo andan por ahí alardeando por no evidenciar sus carencias. En la vida hay de todo para todos, pero para ello, aprende a ser tu propio todo. Si no aguantas las ganas de reírte a carcajadas, tú ríete e incomoda. Si necesitas un abrazo, pídelo sin miedo. Aprende a confiar en ti, en tu corazón, en tus sentimientos, pero no lo malgastes con aquellos que te exigen cuando no te ofrecen nada realmente. Vive con la feliz idea de que no estás solo(a) en este mundo. Date la oportunidad de probar cosas nuevas, conocer gente, descubrir lugares, etc. Lo verdaderamente extraordinario es que estamos aquí, en un mundo que no es sino para ser compartido. No temas expresar la ternura de tu corazón y no seas tan duro contigo mismo(a). Si te equivocas, reconócelo con humildad e intenta enmendar. Si extrañas, busca. No te pongas a esperar ver caer todas las hojas de los árboles en otoño, porque aunque venga el invierno, después viene la primavera. La vida sigue, ¡tú también!

Pero sobre todas las cosas: ¡no te rindas, resiste!

Te abrazo.

Gracias por leer.

Héctor Chávez Pérez

Una respuesta a «»

  1. «Aprende a ser tu propio todo», eso me gustó, ser mi todo, junto con otros que tengo, igual de propios y muy míos. Ahorita no hay luz en mi colonia, y no es que aproveche este momento porque no hay luz, más bien aprovecho que no hay luz para disfrutar este momento que no siempre se da, un rato de silencio diferente a los demás días, a las noches inclusive. Me conmueve el sentir que expresas y compartes; y aunque sabes que no estás solo, a veces es necesaria la palabra—en voz de Sanz: «exígeme el valor que tiene la intención»—para que se sienta el calor del fuego pensado. Sin más demora, te dejo un fuerte abrazo con la anécdota que lo acompaña y que del todo nos resulta conocida y familiar: la de sentir la vida en el pecho. ¡Ánimo!
    M.

    Me gusta

Replica a MGV Cancelar la respuesta