«¿Por qué postergar vuestros proyectos? Comenzad ahora mismo y decid: he aquí el momento preciso».
-Tomás de Kempis
Queridos(as) lectores(as):
Siempre es un enorme gusto cuando me escriben por este medio o a mi correo directo (psichchp@gmail.com) para compartirme sus experiencias que van teniendo en cada uno de estos encuentros que tenemos en nuestra página querida. En ocasiones, se me llega a pasar uno que otro, pero trato de que no pase mucho, ya que valoro cada palabra que me hacen llegar. Aprovechando esto, quiero tomar un pequeño fragmento de un mensaje que me hace llegar Carmen desde Puerto Rico: «… tengo miedo de tener que volver a comenzar desde 0, ¿sabe? ¿Cuántas veces tendré que hacerlo?…». Me imagino que esto que nos comparte nuestra amiga boricua no es nada ajeno a ninguno de nosotros. En efecto, eso de tener que comenzar desde 0 siempre se nos presenta como algo malo, algo que como digo en el título de este encuentro «ni modo», no hay más que hacer.
La vida del ser humano no está para nada definida aunque queramos pensar lo contrario. Es decir, creer en el determinismo es negar la posibilidad que tenemos de elegir, de poder «poner de nuestra cosecha» en el futuro que queremos. Pero también es cierto que no todo depende de nosotros y que parte de nuestro malestar diario, parte de nuestro dolor y frustración, es que nos resulta muy difícil renunciar a la idea de control. Me parece que hemos hablado sobre esto en varios encuentros anteriores, pero en esta ocasión, quisiera que nos centremos (para empezar) en aquello que no es sino una mera «ilusión de poder».
Percepción del todo
En su fantástico libro, Fenomenología de la percepción (1945), el filósofo francés, Maurice Merleau-Ponty, nos pone un ejemplo para poder entender esto de la percepción, y para ello se hace con un cubo: «Desde el punto de vista de mi cuerpo, nunca veo iguales las seis caras de un cubo, aunque fuese de cristal, y no obstante, el vocablo “cubo” tiene un sentido, el mismo cubo, el cubo de verdad, más allá de sus apariencias sensibles, tiene sus seis lados iguales». Nuestro autor nos invita a vernos a nosotros mismos como un punto de vista sobre la totalidad de las cosas. No somos sólo razón, también somos sentimientos (y muchas cosas más). Lo que sucede es que la realidad del mundo es una, pero nuestra participación en la misma es meramente subjetiva. ¿Qué miran cuando están mirando algo? Puedo asegurarles que aunque estuviésemos viendo el mismo cuadro en una exposición de arte, estaríamos viendo al mismo tiempo cosas muy distintas entre nosotros.

Ahora bien, tomando lo anterior, ¿de qué modo percibimos la vida y cómo nos percibimos en ella? Si partimos desde una totalidad o un absoluto que va de nosotros mismos a lo demás, podríamos comenzar a cuestionarnos el porqué de lo que vemos, sentimos, olemos, gustamos, etc. Es decir, no se trata sólo de caer en el simple hecho de «es lo que es». Si las cosas así fueran, la vida sería demasiado aburrida y, por tanto, demasiado repudiable. Nunca podemos dar las cosas por sentadas, porque no hay nada más sospechoso que lo obvio (cuando alguien dice que tal cosa es obvia o evidente, sólo pregúntenle por qué y verán en el problema que lo meten para tratar de explicar). Quizá pueda resultar un tanto simplón el «querer ver las cosas» de forma distinta, por ejemplo, «cuando tú ves la meta, yo veo el inicio». Pero eso nos habla, no sólo de nuestra percepción, sino de cómo nos asumimos en el mundo.
Ilusiones y errores
Si bien es cierto que no hay que caer presos del pesimismo, tampoco es sano dejarnos ir por ideas optimistas que no dejan analizar todo. El hombre no puede vivir de ilusiones, pero no puede vivir sin ellas. La ilusión es un fenómeno de la percepción sensorial, mientras que el error es el fruto de un juicio. ¿Qué pasa con la ilusión? Si bien no podemos reducirnos tanto para explicarlo, podemos decir que la ilusión es «ver de más», donde cargamos mucho de nuestro deseo y anhelo sobre una realidad determinada. Por eso es que al tener ilusiones sobre algo, debemos ser conscientes que eso no va a hacer que las cosas dejen de ser lo que son. Es muy común tener ilusiones respecto al amor, al trabajo, a las amistades, etc. Pero, una vez más, ver de más puede no ser lo mejor a veces.
«Es que yo tenía muchas ilusiones de que mi puesto de tacos mexicanos fuera un éxito en Irán». ¿Tacos? Para los no mexicanos, es un platillo de nuestra gastronomía que es de tortilla (maza de maíz) y relleno de carne -por lo general de res, pollo y cerdo- y verduras (dicho a bote pronto). Uno de los tacos más famosos son los que conocemos como «de pastor», y son de carne de cerdo. Pensemos que estos últimos son los que queríamos vender en Irán. ¿Irán? Un país de inmensa mayoría islámica en que se prohíbe el consumo de cerdo. ¿Había en verdad ilusión/esperanza de tener éxito con este negocio? Eso más bien es un error, pues juzgamos mal al no tener presente las exigencias reales. ¿Qué hubiera pasado, en cambio, si en lugar de cerdo la carne fuera de cordero? Es más que probable que en vez de fracaso pudiera ser un éxito con comida fusión mexicano-iraní.
Hablemos y seamos
Ya lo hemos revisado con anterioridad, y es que el ser humano vive preso del lenguaje. Es inevitable. Lo que decimos, en buena parte, «nos sentencia». El modo en el que hablamos, en que nos expresamos, muchas veces nos advierte la realidad que estamos viviendo y el modo. Un error de juicio nos puede conducir al fracaso, mas nunca al fin. Porque es cierto, ¿de qué manera vemos las cosas? ¿Cómo nos asumimos en ellas? Cuando las cosas fracasan, y nosotros al parecer con ellas, ciertamente nos invaden sentimientos de impotencia y tristeza. A nadie le gusta ver que todos sus esfuerzos «no sirvieron de nada», pero aquí es donde nos tenemos que detener, porque si bien es cierto que partimos del punto A hacia la meta que es el punto B, lo verdaderamente importante es lo que yace entre ambos puntos. ¿Qué has hecho? ¿Qué has aprendido? ¿Qué has descubierto? Y, curiosamente, al pensar en eso, nos damos cuenta que hicimos más de lo que creímos y que gracias a ello, podemos seguir sosteniendo la ilusión de hacer algo verdaderamente bueno, aunque diferente tal vez.
Querida Carmen: ya te he contestado tu mensaje de manera personal y en verdad espero que lo que estás por comenzar sea reflejo de la pasión y entrega que estás dispuesta a volver a poner en todo. El aparente fracaso de un proyecto, sea cual sea la naturaleza del mismo, nunca debe tornarse en un fracaso del ser. Es decir, las cosas que hacemos no nos definen, si fracasamos en algo no significa que seamos unos fracasados. Por ello es que la virtud de la humildad debe prevalecer en nosotros, reconocer nuestro(s) error(es) y aprender de ello(s). Sí, yo sé que también hay implicaciones materiales (como el dinero) que por desgracia no se podrán recuperar, pero esas «falsas ilusiones» no estarán nunca por encima de la verdadera ilusión que es la esperanza misma. Tómate un momento para respirar y date la oportunidad de que tus pies sientan la frescura del pasto, aunque si estás en Puerto Rico, tienes un mar para ello también. Aprovecha ese momento, y contempla la inmensidad que se vuelve analogía de las posibilidades que te quedan por descubrir.

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