Carta para un corazón afligido

Querido(a) lector(a), amigo(a):

En esta ocasión, quiero que tengas en tus manos esta carta. Sé que los días están siendo turbios, difíciles, complicados, llenos de dolor y miedo. Lo sé, también los vivo. Es de humanos estar así. ¿Quién dijo que siempre teníamos que estar bien? ¿Qué es eso de bien? Pensamos tantas cosas que muchas de ellas se nos salen de control, permitiendo entonces que se apodere de nosotros la angustia, esa famosa ansiedad que hace que te llenes de sentimientos de impotencia, termines por desesperarte y no logres evitar que la tristeza se apodere de tu corazón. ¿Qué es eso que tanto duele que no puedes poner en palabra? ¿Es que acaso tienes temor de acercarte a otro y contarle tus problemas? ¿Me dices que tus problemas no son nada comparados con otros de otras personas? No sabía que tenías que ser tu juez y verdugo en la validación de tus sentimientos. Y pues no, de hecho eso es algo innecesario y sólo te lastimas más y más. ¿No le importas a nadie? ¿No te llaman? ¿No te buscan? Mi querido(a) amigo(a), ¿cómo los demás pueden ser psíquicos para advertir el gran dolor que acecha tu alma? Yo sé que quizá me puedes decir «es que yo sí…» para señalarme la nobleza de tu corazón cuando te enteras del mal momento que está pasando alguien, que seguramente vas y le tiendes una mano amiga y una escucha maravillosa para tranquilizar esa horrible sensación de abandono. ¿Por qué los demás no son como tú? ¿Qué tienes que hacer para que se compadezcan de ti por un momento? Tantas preguntas que tu tristeza y tu dolor generan en tu cabeza, casi a modo de autocastigo: «¿Ya ves? De nada sirve preocuparte por los que terminan por ignorarte». Ni lo menciones, estoy seguro que ha pasado una o miles de veces ese pensamiento en tu mente.

Quizá seas víctima del desamparo que ocasiona la desilusión por haber confiado «de más» en alguien y que esa persona no cumplió con ayudarte tal y como lo esperabas. Pero, dime algo, ¿qué era o de qué forma esperabas que te ayudaran? Muchas veces creemos que necesitamos que nos abracen, que nos digan «no pasa nada», que nos consuelen, que nos ayuden económicamente. Sí, de acuerdo, ¿pero es exactamente lo que decimos cuando buscamos ayuda? Muchas veces, lo sé muy bien, solemos buscar esperando que el otro tenga la respuesta sin que nosotros le digamos nada. Y cuando no saben qué hacer, cae sobre ellos los infinitos reclamos de tu parte por esa «falta de empatía» hacia ti. Claro, en ocasiones es eso, pero en otras quizá sí es cierto que la gente no tiene la menor idea qué hacer. A ver, ¿se te ha cerrado el mundo? Puede ser que a esas personas también por tu repentina búsqueda. Además, ¿has pensado que también lidian con sus propios problemas y que el rechazo aparente hacia lo tuyo no es sino un modo de defensa para no tener que asumir nuevos problemas? No todos son Superman, no todos son Batman. ¿Quién dijo que podemos con todo en todo momento? Ah, esa espantosa ilusión de poder y control nos llevan al desfiladero de nuestro ego herido.

Se nos olvida que en este mundo de amor podemos ser respuesta y apoyo del otro a todo momento, quizá uno tenga una sugerencia oportuna, otro un momento para compartir, quizá no haya palabras pero sí gestos físicos como un tierno abrazo, etc. Pero para ello, hay que hablar, expresarnos, no tener miedo de algo que nos está consumiendo el alma, pues nunca es lo suficiente como para paralizarnos. Cuántas veces te has quedado dormido(a) después de tanto llorar? Los tiempos y los espacios son tantos que en ellos yacen ausencias y presencias al mismo tiempo. Hay nombres que sólo se repiten sin que haya alguien que responda, quizá ese ser amado ya no está en este plano con nosotros, pero yace su bendita memoria para darnos un determinado consuelo en el momento de la desesperación. Quizá te hace falta saber que te quieren…

¡Y YO TE QUIERO!

Así, sin saber quién eres en el momento de leer esto. Así, sin saber desde dónde. Ignorando tus problemas… pero no el hecho de que has llegado hasta aquí ante esta situación tan difícil que estás pasando. Tu corazón puede que esté afligido, que esté roto, es que alguien antes lo cuidó. Déjame quitarme la máscara de aparente bienestar que la gente me ha puesto, a veces con mi permiso, y que cubre mi vulnerabilidad. Déjame decirte que sí, tampoco estoy bien. Que ahora que venía manejando por la ciudad, hubo un momento en el que la tristeza me invadió y me hizo pensar que, no sé, sería bonito leer algo como esto que estoy escribiendo para ti. Pero no siempre es lo que uno quiere lo que recibe, pero sí puede ser que podamos darlo a los demás. Y aquí estoy, vinculando este momento en el que la desolación personal se topa con la tuya. No estás solo(a), no estoy solo. No estamos solos. Insisto: en este mundo de amor, lo mejor que podemos hacer es abrir nuestro corazón y confiar, que quizá habrá oídos que ignorarán nuestro llamado, pero habrá corazones siempre dispuestos a cobijarnos y hacernos sentir un poco mejor.

No desesperes, pero si lo haces, desespera con la convicción de que no todo es malo, que las cosas llegan en su momento justo. Date la oportunidad de llorar fuerte, de mentar madres, de sacar eso que tanto duele. Perdona empezando por perdonarte a ti mismo(a). No seas tan duro(a) contigo. Ya es suficiente con las cosas que se salen de control como para que te metas el pie también.

Es momento de llorar, pero luego es momento de seguir descubriendo, de seguir experimentando la vida. Y si la soledad te consume, recuerda que no es una prisión, sino un momento en el que tú sabes hasta cuándo estar. Busca, pero deja que te encuentren también.

Gracias por leerme, no sabes lo mucho que me ayudaste.

¡Aquí estamos, resiste!

Atte.

Héctor

P.d. Por favor, quizá alguien podría necesitar de más palabras amables en estos momentos. Si te ha servido esto, te pido que dejes un comentario para que esa persona pueda leerlo. En verdad no sabes cuánto pueden ayudar tus sentimientos reflejados en la sinceridad de tus palabras. Y, por favor, comparte también esto que has leído.

3 respuestas a «Carta para un corazón afligido»

  1. Yo quiero recordarte lo mucho que aprecio la sabiduría que tan generosamente has compartido conmigo, así como tu tiempo y sobre todo, quiero decirte nuevamente lo mucho que te aprecio a ti como persona. Cuentas con mi gratitud, amistad y cariño incondicionales.

    Me gusta

Replica a Dulce Martínez Cancelar la respuesta