Quizá podamos hacer algo más

Para Sofía

«El poeta debe ser un profesor de esperanza».

-Jean Giono

Queridos(as) lectores(as):

Qué días, qué días… Vaya que las cosas no son nada fáciles cuando nos sumergimos demasiado en la realidad. ¿Hay que alejarse de la realidad? ¿Acaso es posible? En buena medida y en sentido muy estricto, es imposible. Pero sí que podemos hacer algo al respecto: imaginar algo mejor. Si bien es cierto que el imaginar no hace que las cosas necesariamente cambien, también es cierto que nos da una suerte de consuelo el poder ver las cosas de una manera distinta.

Justo para este punto quiero compartir con ustedes una breve historia que encontré en mi librito consentido, El pequeño camino de las grandes preguntas, de Mons. Mendonça. En esta ocasión es sobre el poeta Tonino Guerra, quien fue prisionero de un campo de concentración. Llegado el día de Navidad, sin ningún rastro de empatía y con una gran desconsideración, les sirvieron una raquítica porción de cena. Él y sus compañeros, sólo podían recordar aquel maravilloso platillo al que estaban acostumbrados cenar en tal fecha: tagliatelle al ragù (ravioles a la genovesa).

«¡Podemos cocinar un plato de pasta con palabras! -al parecer fue Guerra quien lo empezó por sugerir-. ‘¿Cómo?’, quisieron saber. Atropelladamente, el poeta empezó a dar órdenes concretas: ‘Pon a calentar el agua. Tú, ve a buscar una cebolla. Deprisa, deprisa, fríela en una cacerola. Un diente de ajo. Tú, vigila el fuego. Busca cuatro cucharadas de aceite. Tú, trae carne picada. Un vaso de vino blanco, ¿dónde está el vino blanco? ¡Qué maravilla! ¿Os llega el olor? Traed sal y pimienta. La pasta está en su punto. Escurridla. Tú, tú, rápido, trae la salsa. Yo le pondré un toque, sólo un ligero toque de parmesano y… lista [aplaude]. Deprisa, deprisa, que cada no acerque su plato».

Para seguir con ese ejercicio, los demás compañeros acercaron sus manos a modo de concha para que les «sirvieran» el maravilloso manjar de letras, acto seguido comenzaron a «comerlo» con una alegría incomparable. Ya al terminar de servirle al último de los prisioneros, el primero preguntó: «¿Puedo repetir?».

Está lloviendo… saca el paraguas

El día de ayer, una paciente me decía que a ella le gusta que llueva para poder salir a caminar, pues es maravilloso para ella poder hacerlo en ese momento. Ahora que andamos en ánimo italiano, recuerdo la película La vita è bella (La vida es bella, 1997) del magnífico maestro de la sonrisa, Roberto Benigni. Justo también es sobre la historia del pesar de los desafortunados que terminaron en campos de concentración durante el periodo nazi en Europa. ¿Cómo hacerle para que un pequeño niño no tuviera que «vivir» las atrocidades de ese momento? A partir de la imaginación, del humor y la esperanza, el buen Guido Orefice hace que su pequeñito piense que se trata de un juego, en el que hay que ganar puntos. Así, el ganador tendrá de premio… ¡un tanque! No diré más sobre la película por si hay algún lector que todavía no ha podido, quién sabe cómo, ver tan hermosa película.

Jean Anouilh, escritor y dramaturgo francés, decía que «la vida es muy bella cuando a uno se la cuentan o cuando la lee en los libros; pero tiene un inconveniente; hay que vivirla». ¿Pero por qué afirmar eso con tintes tan pesimistas? En efecto, la vida no es algo que elegimos que sea como quisiéramos, en ocasiones sólo nos queda aceptar lo que es. Pero siempre tenemos la posibilidad de vivir de un modo en el que «mejor nos acomodemos». Quizá podríamos pensar en este punto que se trata de «tolerar» la vida, pero me atrevería a decir que no es del todo exacto, ya que más bien es justo «aprender a vivir a pesar de la vida». ¿Es que si llueve no puedes seguir tu camino? Cierto, no será tan fácil, pero no es imposible. Hay grados de dificultad que poco a poco se van superando.

¿Puedo repetir?

Regresando a la historia que compartí al principio, dime, querido(a) lector(a), ¿no se te antojaron esos ravioles? Si me dices que no, caray, lo siento mucho… ¡vuele a leerlo y ahora sé parte del relato! Y esa es precisamente la clave: sentirnos y sabernos parte del mundo, en su modo y en su rumbo. Decía el poeta español, Gustavo Adolfo Béquer: «El que tiene imaginación, con qué facilidad saca de la nada un mundo». Pero eso de «sacar un mundo» no es inventarse algo aparte, al contrario, es precisamente construir con el material que se tiene. ¿Qué podemos hacer cuando la ola del mar viene hacia nosotros? Podemos correr, podemos ir hacia ella, podemos dejarnos llevar. Hay alternativas, pero de que nos mojamos, nos mojamos. Hay cosas que son inevitables, pero podemos elegir cómo vivirlas de tal modo que encontremos algo que nos haga seguir.

Pienso tanto en la gente que está pasando por alguna calamidad en estos momentos, y me parece que es pensar por todos, porque por muy pequeña que sea, no dejar de ser algo que nos afecta. Por ello, para terminar este encuentro, te animo a que no te dejes convencer por aquello de que «no hay de otra», quizá lo que falta es que nos atrevamos a aceptar que quizá haya algo más por hacer. No renuncies a este a momento, vívelo con pasión (llora, grita, desespérate, pero hazlo de modo que no tengas que seguir haciéndolo después). Los momentos pasan, otros llegan, pero nunca hay que quedarnos con la idea de que estamos solos. Abre tu corazón, y encontrarás visitantes.

Y recuerda: tener esperanza es darle siempre oportunidad a la vida.

2 respuestas a «Quizá podamos hacer algo más»

  1. En el espíritu de las palabras, la poesía y la esperanza, se me ocurrió la posibilidad de conjugar la vida en diferentes formas, cada una con sus propias virtudes: en modo imperativo, en pasado simple, postpretérito, pretérito pluscuamperfecto del modo «hubiera», o en primera plural del presente subjuntivo —el de la esperanza—: ¡vivamos!

    Como quedó dicho, alejarse de la realidad no es del todo imposible. Este punto en específico me parece magníficamente adaptado y expresado en la película «Vanilla Sky», con Tom Cruise (la cual ya está disponible en estos días en streamflix)

    ¿Acaso vale también decir que «hay grados de dificultad que poco a poco se van» …amando, hasta llegar a amar la vida misma?

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  2. Enfoquémonos en aprender a amar y a valorar lo que tenemos, a centrarnos en las bendiciones por encima de los problemas o de las carencias y dibujemos lo más bonito que podamos sobre el lienzo de la única vida que tenemos, adornando con matices y con colores. Creando nuestra propia realidad mejorada para nosotros y para todos los que sea posible que cruzan por nuestro camino.

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