¡Ya no puedo!

«La vida es difícil, pero no importa»

-Etty Hillesum

Queridos(as) lectores(as):

He estado un poco inactivo en la página simple y sencillamente por lo mismo que denuncia el título de este encuentro. Tuve que tomarme unos días para descansar y reflexionar sobre varios puntos. Hace tiempo, una amiga de mi familia, me preguntaba que «¿cómo era posible para mí que no me afectara lo que escucho de mis pacientes?». Ciertamente no es que no me afecte, por supuesto que sí, de lo contrario no podría ni siquiera atreverme a ofrecer mi escucha a nadie. Pero, también es cierto, que hay que entender que muchas cosas no nos pueden afectar más que en el sentimiento y no dejar que nos quiten el sueño. Por supuesto que la empatía nos hace preocuparnos y despierta en nosotros un deseo genuino de que pronto puedan superar el mal momento que están atravesando nuestros pacientes, y existe un cierto consuelo que se comparte entre el ser escuchados por alguien sin ser juzgados y por el hecho de poder escucharles cumpliendo con una cierta fantasía de al menos poder ayudarles en algo.

Pero sí, la vida es difícil, cada día parece que hasta empeora. No se trata de ser pesimistas, pero los panoramas mundiales no son muy favorables. Sin embargo, NO IMPORTA. Etty Hillesum murió en Auschwitz en 1943, víctima del odio y la ignorancia. Pero ella, así como cientos de miles de personas que padecieron ese horror, siendo uno de los máximos fracasos de la razón, nos aportan semillas de esperanza que debemos siempre comenzar a sembrar para nosotros mismos.

A pesar de todo…

A Etty una vez le cuestionaron: «¿Cómo puedes pensar en flores en medio de un mundo en ruinas?». Esto porque ella estaba maravillada con un jarrón que tenía en el campo de exterminio, en el cual pudo ver fascinada cómo dos flores se abrían. Ella tenía las cosas claras: no puedes permitir que se pierda una porción de eternidad, por muy pequeña que sea, en lo que entiendes por realidad. Es decir, ¿por qué nos casamos con la idea de que todo está mal y que no hay alternativa de algo bueno? Pensar de ese modo, en efecto, es limitarse a un pesimismo que tiende a un fatalismo incurable. El dolor yace en la idea de que nada puede cambiar y que nos veremos atados a ello lo que resta de nuestra vida. Pero no es verdad…

Foto de Etty Hillesum

Recuerdo con especial cariño una vez que el dolor de mi entonces padecimiento me sorprendió a la hora de estar dando clases. De un momento a otro, mi expresión pasó a demostrarle a mis alumnos, quienes me veían asustados y preocupados, que ya no podía más. Uno de ellos, al ver cómo me doblaba del dolor, asustado salió a pedir ayuda. Llegaron entonces dos profesores y me ayudaron llevándome a la enfermería de la escuela. Resulta que, por error mío, no me había tomado la medicina y eso desencadenó la trágica escena. Me hicieron favor de conseguir que me trajeran el medicamento a la escuela y lo tomé en seguida. No pude continuar dando clases ese día.

Al día siguiente, ya recuperado y ahora sin haber olvidado la medicina, al entrar al salón, mis alumnos me esperaban ansiosos y preocupados. «Profesor -me dijo uno de ellos- le juramos que no nos aburre su clase, ¡pero no nos asuste!». Ese comentario me hizo reír. Era la manera con la que podían lidiar con el susto que les había metido. Después de bromearles un poco sobre lo ocurrido, procedimos. Me di la vuelta para escribir algo en el pizarrón y sólo pude escuchar un silencioso y comunitario «qué bueno que esté bien».

Estamos hartos

¿Cómo podemos esperar cosas buenas cuando hay tanta calamidad? Parece que estamos por momentos atrapados en un bucle donde no hay manera de salir. Como si sucedieran cosas bonitas para sólo esperar a que pase algo horrible. En México hay una expresión que me resulta jocosa, pero que expresa demasiado: «¡Ya chole!». Según el lingüista, Arturo Ortega Morán, el uso de eufemismos como éste se hace “cuando no quieres decir directamente la palabra porque puede resultar ofensiva». Por tanto, «ya chole», significa «ya basta». Pero entendamos que ese «ya basta», evidentemente se expresa con fastidio y frustración, por lo que la ofensa podría seguirle. Ahora bien, ¿cuántas veces decimos «ya chole con esto»? Todos estamos hartos, sí, bastante. ¿Pero de qué? De nosotros mismos.

¿Np te hartas de estar harto?

¿De nosotros mismos? Sí, así es. Entendamos que ese fastidio que manifestamos es porque «nos pasan las cosas porque somos unos idiotas (por no usar alguna expresión más fuerte)», «porque no sabemos poner límites», «porque confiamos demasiado», «porque nos hace falta malicia» y demás cosas que sólo nos hacen sentir peor. El mundo gira a pesar de nosotros. Es decir, no todo depende de nosotros y por supuesto no somos responsables, pero en buena medida encontramos ciertas conexiones para vernos inmiscuidos en ello.

En palabras de Etty, «el mayor robo que nos hacen, nos lo hacemos nosotros mismos». Muchas veces caemos en el error de querer cambiar pero para mal. «Ahora ya no seré buena persona», «¿Me quieren que sea cruel?, pues eso seré…», etc. ¿Por qué renunciar a lo mejor de nosotros mismos por culpa de quienes sólo manifiestan lo peor de ellos? Claramente uno siente que el mundo le falla, y es que hay demasiada expectativa. Nos olvidamos de la propia humanidad y de lo que ello significa, y entre lo que no debemos olvidar yace la posibilidad misma del error.

Aprender a ser amables

El escritor estadounidense, George Saunders, comparte lo siguiente:

«Cuando vuelvo la vista atrás, me doy cuenta de que he pasado la mayor parte de mi vida ofuscado por cosas que me apartaban de la amabilidad. Cosas como la ansiedad. El miedo. La inseguridad y la ambición. La convicción de que si consiguiese acumular -éxito, dinero y fama suficientes-, mis neurosis desaparecerían».

Justamente, el día de ayer desayunaba con mi querido amigo, Martín, y reflexionábamos sobre varias cosas. En un momento, compartí que «nos hace falta darle oportunidad a lo extraordinario». Al decir eso, bueno, nos pasamos como 2 horas debatiendo el tema. Pero a lo que yo me refería es que muchas veces pensamos que lo extraordinario, se trata de algo enorme, muy llamativo, algo que deja perplejo a cualquiera. Sin embargo, mi intención realmente era resaltar aquellas cosas sencillas que pensamos y que dejamos sólo en la ilusión o en la fantasía. Cosas que nos hacen conectarnos con nosotros mismos y que nos vinculan al mundo de la vida: salir a dar una vuelta, sentarse en una banca en el parque, comer un dulce, beber agua fresca, etc. Lo extraordinario es recordarnos que podemos seguir viviendo a pesar de las duras y complicadas circunstancias. Porque, sí, la vida es difícil, pero no importa.

Sonríe primero para ti

Por eso es que insisto mucho con el hecho de aprender a ser amables, pero empezando con nosotros mismos. ¿Por qué «pagar» tan caro las consecuencias de otros con nuestro propio castigo? ¿De qué nos sirve? ¿Para aprender por las malas? Definitivamente el error es un gran maestro, y la frustración también lo es pero sólo si la sabemos encaminar hacia una enseñanza bondadosa. Decía san Agustín: «Lo verdaderamente extraordinario del ser humano es que pudiendo hacer el mal, elige hacer el bien». Quizá la lógica del mundo sea algo «cruel y absurda», en sentido de que no se «recompensa» lo que hacemos como quisiéramos, pero lo cierto es que esos resplandores de amor y amabilidad que podemos dar al mundo en ruinas, pueden llegar a ser los nuevos cimientos de un mejor futuro para todos.

¡No te rindas! ¡Resiste!

2 respuestas a «¡Ya no puedo!»

  1. Linda reflexión. Creo firmemente que el poder ser, o encontrarnos con alguien que sea un “instrumento de paz” es realmente hermoso. He vivido la experiencia y ha sido un bálsamo para el alma cuando estamos sumidos en una situación de caos mental, tristeza o ansiedad que no nos permite encontrar paz. Procuremos ser “instrumentos de paz” con amor, con paciencia, con compasión, con amabilidad, con alegría, empezando aplicando esto en nosotros mismos y también en cualquier alma atormentada o triste con quien tengamos contacto. Así podemos contribuir a mejorar un poquito este mundo. Que así sea.

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  2. Alguien por ahí y por entonces me dijo: si quieres saber cuál es tu misión en la vida, observa con atención lo que más te molesta. En mi discurso interno, mi primera reacción fue: «…o mejor lo que más me satisface!» 🙂 Después se me ocurrió que lo más molesto para mí es de lo primero que me mueve en vez de confortmarme. Realmente no sé si esto sea ley, pero es al menos un faro, una pauta.

    Todos preferimos un faro a partir del cual podamos mapear nuestra circunstancia y otros linderos. Los extremos son linderos por su propia naturaleza. Todo extremo tiene un opuesto. Mi visión de la vida depende más o menos de cuál es el extremo que encuentro más lejano. Esto es uno de los factores por los cuales agradezco lo que acabo de leer aquí. Quizá Etty no veía solamente un par de flores, veía su propia circunstancia desde ellas, desde las cosas que para ella eran valiosas. Yo no sólo leí un texto de mi querido hermano…

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