Esto que es, no fue, ¿no será?

«Y cuanto más fijamente lo miraba, menos se lo podían creer mis ojos, como si estuviera presenciando el sueño de antaño aun sabiendo en todo momento que estaba despierto…»

-Bashkim Shehu (Angelus Novus)

Queridos(as) lectores(as):

En esta semana, me he enterado de ciertas «historias de amor» por parte de algunos amigos, algunos conocidos y algunos pacientes. En cada una de ellas, no sé si decir «por desgracia», pero encuentro tintes muy grises tirándole a negros, pero también una frase que en sí misma es desgarradora y muy compleja: «No sé qué hacer».

¿Por qué resulta que de un tema tan hermoso como es el amor, nos damos golpes muy duros que terminan por hacernos dudar de todo, hasta de nosotros mismos? Es que amar es algo muy complejo, no es fácil. Recordemos la sentencia de Jacques Lacan: «Amar es dar lo que no tengo a quien no es». Una fórmula muy difícil de explicar pero que quizá nos podría ayudar, a partir de la reflexión a la que nos invita/obliga a darle respuesta al profundo sinsentido del momento que vivimos en eso que llamamos crisis en la relación.

Esto que soy, esto que doy

Sin intención de entrar en detalles sobre algunas de las historias que les comento, quisiera recuperar la expresión mencionada con anterioridad que juega un papel importante en la mayoría de ellas: «No sé qué hacer». En estas crisis en la relación, el sujeto adquiera de forma directa un sinnúmero de dudas que ponen en delicado balance su quehacer amoroso y le cuestionan de manera tiránica absolutamente todo. «Es que si hago/digo esto, estoy mal; si no hago/digo esto, estoy mal, ¿entonces qué hago?». Resulta altamente interesante que el sujeto se olvide que la relación no es de uno, sino de dos. ¿Por qué asumir toda la carga de la aparentemente culpabilidad sobre el malestar en la relación? Parece ser que la exigencia sólo está de un lado del tablero.

Mons. José Tolentino Mendonça (El pequeño camino de las grandes preguntas), reflexionando sobre la sentencia lacaniana sobre el amar, nos comparte lo siguiente:

«Dar lo que no se tiene significa decirle al otro, de una manera clara, confiada y extrema, la falta que su vida abre en nosotros. Significa señalar su lugar único e insustituible excavado en lo más profundo de nuestro ser. Los que se aman se dan a la bebida, no de la abundancia, sino de la propia indigencia y escasez. Amar es arrimar al otro a mi sed, ese otro nombre posible para denominar el deseo».

Una insistencia que he hecho a estos amigos, conocidos y pacientes, es recuperar la sinceridad en sus vidas. ¿Sinceridad para con el otro? En efecto, pero primero para con uno mismo. La compleja situación que es en sí misma el relacionarse con los demás, adquiere un valor trascendental de evidencias ontológicas, es decir, de lo que cada uno es. ¿Por qué pretender ser otro para agradar al otro o a los demás? La falta de sinceridad nos conduce a un camino de buscar encajar sin importar renunciar a lo que somos. ¿Dónde queda la dignidad? Es la misma pregunta que se hace en aquellas relaciones en crisis: ¿dónde quedo yo cuando he tratado de dar todo por el otro? Y parece que la respuesta no es fácil de obtener…

El dolor de nuestra desesperación

Evidentemente estas crisis, más cuando se cuentan a algún tercero, llegan a un punto donde las lágrimas sustituyen a las palabras. El «no sé qué hacer» se vuelve un «no sé qué decir», porque «no tengo palabras para esto que tanto me duele». De ahí que la solución nos la dé el propio cuerpo. En su libro, Fragmentos de un discurso amoroso, el filósofo francés, Roland Barthes, comparte una sencilla y conmovedora explicación sobre la utilidad las lágrimas: «A través de mis lágrimas, yo cuento una historia». Sin importar dónde o cuándo, ya sea acompañados o en la más «estricta» soledad, nuestras lágrimas van dirigidas a alguien más. ¿Pero exactamente a quién? Es aquí donde «a quien no es» de la sentencia lacaniana nos ayuda a resignificar nuestro llanto.

Hay que comprender que existe, queramos o no, un inconsciente donde yacen aquellos momentos reprimidos, inhibidos y hasta «olvidados» que regresan a modo de repetición ante una situación similar o familiar a una génesis de la misma. «Es que x persona me hace llorar, me hace sentirme como cuando…». ¡Ahí está la clave! Cargamos algo que no hemos trabajado, que no hemos puesto en palabras y que por tanto no hemos podido superar, saliendo a la primera oportunidad y eso hace que la crisis sea una ocasión de atemporalidad. Lo que está pasando no es al 100%, sino que es parte de lo que fue y que nos lastima pensar que siga siendo.

«Es que te juro que le amo, pero me duele mucho». Sí, es algo muy triste escuchar eso, pero en buena medida es una manera de confesar nuestra falta de sinceridad para con nosotros mismos. Ayer, durante una sesión con un paciente, descubrimos que el profundo dolor que sentía por su pareja era nada más y nada menos que la resonancia del fuerte eco de una infancia en la que algo faltó: una mirada, una escucha, una validación, un reconocimiento. «Tal parece que espero que esta persona -me dice el paciente- me dé lo que no he tenido». ¿Será que amar no sólo es dar lo que no tengo, sino esperar que en algún momento me lo den?

Esperanza de un pasado mejor

Recuerdo con especial cariño a mi querido Irvin D. Yalom, quien siempre gusta recordarnos que «hay que renunciar a la esperanza de un pasado mejor». Es decir, todos y cada uno de nosotros, hemos tenido momentos en el pasado que hubiéramos querido hubieran sido de otra forma o que de plano sería mejor que ni hubieran sucedido. Pero, ¿podemos realmente cambiar el pasado? Por desgracia no, sin embargo, qué poco agradecidos podemos llegar a ser con el hecho de poder recordar para poder resignificar aquellos momentos y permitirnos respirar con calma en el presente. ¿Por qué el pasado sólo puede doler? No, eso es terrible.

El pasado existe, tal como se dice en las clases de Historia, para aprender y evitar volver a equivocarnos. Claramente en lo que nos corresponde a nosotros y que está en nuestras manos. En las crisis de relación lo que hay es un temor inconsciente de repetir aquello que ayer nos dolió tanto, porque pasó o por que no pasó. ¿Cómo puedo saber qué hacer si inconscientemente estoy tratando de contestarme con lo que no supe qué hacer en aquel entonces? Es la pregunta sin respuesta aparente. Ante esto, «amar es dar lo que no tengo a quien no es», es en sí una propuesta de interioridad para cada uno de nosotros, que se fortalece con el esfuerzo de ser sinceros y dejar de adornar lo que no es, con aquello que no fue, para que podamos vestir de posibilidad lo que sí puede llegar a ser.

2 respuestas a «Esto que es, no fue, ¿no será?»

  1. Estimado analista,

    Esta frase «Lo que está pasando no es al 100%, sino que es parte de lo que fue y que nos lastima pensar que siga siendo» me remitió inmediatamente al título de tu post, «Esto que es, no fue, ¿no será?». Trataré de parafrasearte: esto que me pasa no es algo nuevo, sino que inadvertidamente viene condicionado por mi pasado de carencias, por aquello que desde entonces he necesitado y no me han dado.

    «Dar lo que no tengo» pero que quiero tener (cuando digo que amo) puede ser la manera de señalar eso que necesito que me den (que alguien me lo dé), muy al modo del infante que apenas puede señalar con el dedo lo que quiere porque todavía no conoce la forma para designar eso que le urge… «ese otro nombre posible para denominar el deseo». Tal vez de ahí el drama de mi vida; drama, es decir, la representación teatral e repetida de lo que me ocupa desde siempre. Como cuando. . .

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  2. El amor definitivamente es lo que mueve al mundo, es maravilloso poder sentir, disfrutar y poder transmitir todos los distintos tipos de amor; como menciona la biblia, en donde existe el amor romántico, familiar, fraternal y divino. Creo que todo debe iniciar en el amor propio y para poder tener y mantener una buena relación debe reinar la honestidad con uno mismo y con la otra persona en todo momento. Es una bendición sentir y poder transmitir amor. La vida es corta así que no perdamos tiempo lamentándonos en cosas que no funcionan, aprendamos de ello y enfoquémonos en el valor de lo que hoy si tenemos.

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