Ahí donde no buscas

«Escucha cómo canta el pozo. Lo hemos despertado y canta…»

-Antoine de Saint-Exupéry (El principito)

Queridos(as) lectores(as):

Primero antes que nada, les ofrezco una sincera disculpa, ya que no pude publicar el día de ayer, tal como es costumbre en estos encuentros, debido a que tuve un día un tanto complicado. Pero espero que lo que hoy comparto con ustedes sea mi redención. Hace unos días, recibí un mensaje por parte de Marymar (desde Argentina), en el cual me compartía que había descubierto recién este espacio y que había quedado encantada con el contenido (¡una ves vez más, gracias!), y que había podido encontrar consuelo a cosas que le estaban pasando especialmente por dos entradas: Unas palabras para tu tristeza y Unas palabras para tu soledad. Como bien saben, me encanta interactuar con ustedes y descubrir que lo que comparto les ayuda en sus vidas. Pero Marymar me compartió que si me era posible escribir algo más con toque personal, o como yo digo «desde el corazón».

Justamente, el día de ayer, viví unos momentos un poco incómodos por una situación personal, y que recibí el apoyo incondicional de mis amigos. Aprovecho esta oportunidad para agradecer especialmente a mis queridos amigos, Oziel y Melita, quienes generosamente se pusieron en contacto y me acompañaron un buen rato aunque fuera a distancia. Pensaba en aquellas oportunidades que nos da la vida para descubrir donde menos esperamos y cómo se vuelven auténticos tesoros que debemos agradecer.

El pozo, el desierto y la falta

He querido comenzar este encuentro con la cita de la célebre obra de Saint-Exupéry, El principito, porque a pesar de lo «aparentemente sencilla» que nos puede resultar la lectura, encontramos muchas reflexiones muy valiosas para nuestra propia vida. De hecho, más adelante, el autor escribe: «…lo que hace bello el desierto es que en medio de él puedes encontrar un pozo». Esto tiene que ver directamente con aquello que el ser humano tiene y que hace posible, en buena medida, que la vida fluya. Me refiero a lo que conocemos como la «falta». ¿Qué falta en tu vida? ¿Qué te hace pensar que te falta algo? Preguntas que nos llevan, precisamente, a contestar buscando tener lo que no tenemos. Y el deseo por supuesto que nos impulsa a ello. Ahora bien, hay que tener presente que la falta siempre va a existir en nosotros, y me atrevo a decir que sin la falta, la vida no sería más que un estanque aburrido sin sentido alguno. Un pozo seco.

En su hermoso libro, mismo del que ya les he contado con anterioridad, El pequeño camino de las grandes preguntas, Mons. José Tolentino de Mendonça, nos comparte lo siguiente: «Siempre falta algo, nada es perfecto, nada está acabado, nada resuelto. Es como si jugásemos a un juego imposible: si tenemos el pozo, nos falta la cuerda; si tenemos la cuerda, nos falta el balde; si tenemos la cuerda, el balde y el pozo, nos falta la fuerza para llegar al fondo del manantial en busca del agua que nos sacie la sed». Por ello es cierto que reconocer la falta es no tener nada que ocultar.

Detente, respira y mira hacia ti

Recuerdo que en algún encuentro, compartí con ustedes un consejo que daba Edgar Allan Poe: «Detente a escuchar los latidos de tu corazón». Esto en ocasión a la vida tan «desesperada» que llevamos, más en nuestros días donde se favorece de manera preocupante a la inmediatez. Ese «detente» es de vital importancia para poder caer en cuenta que no todo está en el mundo exterior. Si bien ya hemos hablado de la importancia de la vida interior, por tanto no sólo de la salud física sino de la mental también como una armonía, es de sabios, tal como recuerda Mons. de Mendonça, comprender que «…todos tenemos cuanto necesitamos para sentir la alegría. No es un problema de conocimiento, es cuestión de mirar. Mirar lo que somos y lo que nos rodea con un corazón capaz de sintonizar con el don que nos habita. Si acercamos el oído a la extensión de nuestra vida, ¡nuestra vida cantará!».

En la naturaleza creativa del ser humano está la enorme respuesta para afrontar tantos problemas que se viven a diario. Ahora que los casos de COVID-19 se han incrementando por la nueva variante de Omicrón, al menos en México, la amenaza de un nuevo encierro está a las puertas, y con ella vienen todos aquellos sentimientos negativos que terminan por afectarnos a cada uno de maneras distintas pero igual de demoledoras: miedo, tristeza, dolor, desesperación, soledad y sentimiento de abandono, entre muchas otras. Tal como si hiciéramos mucho ejercicio físico, el cansancio mental por estos sentimientos puede ser en demasía pesado. Hay quienes tendrán que encerrarse les guste o no, otros que lo harán por voluntad propia sin esperar indicaciones, todo sea por la salud y la vida. ¿Pero qué hacer? Es el momento, no de mirar al mundo, sino a uno mismo y descubrir o fortalecer los dones que tenemos. Hay que cantar, pintar, bailar, escribir, leer, readaptar los medios de comunicación con los demás, etc.

Dice el Dr. Juan David Nasio: «La capacidad de crear es el dejar de llorar el objeto perdido».

La vida es trabajo y la escritura es libertad

Hace algunos años, asistí a la Feria Internacional del Libro en Guadalajara (México), y tuve la oportunidad de escuchar una entrevista que le estaban haciendo a Etgar Keret, uno de los más importantes escritores israelíes de nuestro tiempo. Además de ser un autor muy afable y que comparte con sinceridad todo lo que piensa en sus libros, me resultó muy bello algo que comentó: «Yo empecé a escribir partiendo de un sentimiento de gran soledad y de cierta incapacidad de comunicarme con el mundo. No es que pensara que tengo mucho que decirle al mundo y que el mundo debe prestarme atención». Justamente toda expresión parte de una necesidad del sujeto, de ahí que se vuelva una experiencia que caerá en la capacidad hermenéutica de los espectadores. Todo arte es libertad de ser.

Por eso, a modo de propuesta para ustedes, les invito a que sean sinceros con ustedes mismos y utilicen los dones y capacidades que tienen para poder expresar lo que sienten. Las grandes obras no estaban pensadas nunca para estar en ciertos museos, recibir ciertos reconocimientos ni para tener un valor material. Jean-Paul Sartre (¿Qué es la literatura?), decía que «al escribir un libro se arroja éste al mundo». Por eso es que la propuesta psicoanalítica es firme al sostener que la respuesta la tiene el sujeto, sólo hace falta ayudarle a que se escuche a sí mismo.

Todos empezamos como amateurs (galicismo tomado del francés). Es decir, por amor al arte se hace lo que se hace. Ya después veremos qué pasa con ello.

2 respuestas a «Ahí donde no buscas»

  1. «Todo arte es libertad de ser»….pero me da que si llegas a ser libre porque eres un o una artista (lo más de lo más).. piensa que mañana ya veremos que pasa con ello….un abrazo muy natural…como siempre disfrutando de tu lectura..👌 gracias..

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