Querido(a) lector(a):
No es para nada sorprendente que uno de los grandes malestares de nuestra sociedad sea el de la soledad. Si bien es cierto que, tal como decía el P. Henri Nouwen, «la soledad es el horno de la transformación», no podemos evitar sentir la desolación, la desesperación, la angustia, la ansiedad, etc. Cuando uno está solo, en efecto, tiene la ocasión del encuentro consigo mismo (descansar, meditar, etc.), pero sumando los problemas cotidianos de la vida, tales como la presión laboral, la falta de ingresos, deudas, enfermedades, ahora el COVID-19 y sus variantes, entre otras, puede llegar a convertirse en una sobrecarga de pensamientos que terminan por quebrarnos. La soledad, de este modo, es quizá lo que menos queremos realmente.

A corazón abierto
Una vez más, estamos aquí, yo escribiendo ignorando quién eres, pero con el corazón abierto para acompañarte en tu soledad. Siempre insistiré que somos soledades que nos encontramos. Cada uno de nosotros sabe, o al menos eso queremos decir, que existen ciertas razones que nos han llevado a vivir con dolor, tristeza, soledad, etc. Pero, ¿por qué parece que eso no le importa a los demás? En este punto me imagino que estás pensando en aquellas veces en las que tú estuviste para los demás y que, ahora que los necesitas, simplemente no están. Hay gente que desgraciadamente sólo ve por sus propios intereses, y eso termina lastimando a otros. Pienso mucho en la figura del títere, ya sabes, aquella curiosa figura que puede llegar a ser muy divertida para el momento, pero que acabada la función, o es colgada en una pared o guardada en un baúl en solitario. ¿Te has sentido así? «Ya que se divirtieron, me olvidan». Te comprendo, mejor de lo que crees. De hecho, querido(a) amigo(a), recuerda que la carta siempre será una asociación libre en la que quien escribe proyecta lo suyo. Pero también considera que estas «confesiones», a veces, las necesitamos leer por parte de alguien más para poder darle palabras a nuestros propios sentimientos.
Quiero decirte algo: todos queremos una maravillosa compañía en nuestras vidas. Desde nuestros padres, hermanos, familia, los icónicos amigos, las coincidencias fantásticas y demás sorpresas. Sin embargo, algo nos hace sentir que no es suficiente. Leí hace unos días en un post que compartieron en redes sociales, que «el arte existe porque el mundo no basta». Lo que nos están diciendo con ello es que el ser humano, en su naturaleza creativa, encuentra las formas de expresarse, tarde o temprano, pero lo hace. Te abro mi corazón y te comparto que he pasado días difíciles, donde mi soledad me ha pesado como no tienes idea, sin embargo, ahora que estoy compartiendo contigo estas letras, me siento un poco liberado de su yugo y me da ilusión pensar que estás sonriendo, que te sientes acompañado(a). Como suelen decir por ahí, «no es coincidencia que estés leyendo esto». Algo te brincó que al leer «unas palabras para tu soledad» te hicieran abrir esta entrada. Y sí, cómo no, después de lo que estamos viviendo, lo que más queremos es un poco de consuelo, algo que nos haga levantar el ánimo y al menos descubrir que no estamos tan solos como llegamos a sentirnos en varios momentos del día. Nos hace falta el tacto humano. Te propongo algo: acércate a un ser querido y, sin explicar nada, pídele un abrazo.
La soledad, de hecho, es un recordatorio para cada uno de nosotros que necesitamos al otro para poder seguir en esta vida. Pero no nos confundamos, no caigamos en una suerte de dependencia determinista. Hablar del otro es como lo que estoy haciendo contigo en este momento, no sé quién seas, no sé dónde vivas, no conozco tu nombre ni edad. Pero te escribo estas palabras para que sientas que, en alguna parte del mundo, alguien comparte tus inquietudes y pesares sobre la soledad. Y no, no estás solo(a), sólo sucede que mereces saber ser acompañado(a) pero no por cualquiera. Ya verás que la vida te irá demostrando que, a pesar de la tormenta, siempre habrá alguien dispuesto a compartir su techo contigo. Pero también es fundamental que tú lo hagas. Recuerda esto que les digo: la esperanza nos enseña a ser sembradores, luego cosechadores. La soledad desaparece cuando se comparte. Olvídate de mandar mensajes por whatsapp, mejor habla. Verás que incluso la llamada que podría ser de 5 minutos se vuelve en algo de horas. Busca, no esperes nada más a que te busquen. Nuestro miedo, nuestra tristeza, nos desconectan del mundo y nos encerramos en el nuestro, a veces sólo hace falta una llamada, un encuentro cálido y tierno, para recordar que vivimos en una sociedad para progresar juntos.
Te quiero, te acompaño, no estás solo(a).
P.d. Gracias, Roxanna, Alisa, Martín… gracias por acompañarme.

Querido Escritor,
Este humilde lector, que consciente la mente te lee con atención y agradece el haber encontrado tu diván, te da las gracias por crear estas generosas palabras, dichas palabras, sólo podrían salir de la mente de un buen amigo con muy buenas intenciones, lo sorprendente hoy en día…gracias por compartirlas, las compartimos evolutiva la mente por si alguien las necesitara y le o la llenan, posible la mente si llegaran llenarían con una probabilidad muy alta…Un abrazo amigo, en estos tiempos que corren cuídate mucho y por supuesto, siempre saludos muy naturales.
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Siempre es un gusto leer sus comentarios y mensajes directos, pero sobre todo, leer sus comentarios con respuestas tan emotivas y generosas. Un abrazo, amigo.
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Y también para mi otro gusto que Vd. los aprecie y les de continuidad. Todo un honor. Natural la mente, otro abrazo, amigo.
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«Darle palabras a nuestros propios sentimientos» ..a través de las palabras (y las ideas) de otro. Eso me parece una maravillosa forma de conectarnos con los demás a pesar de la distancia o el tiempo: saber que sus palabras son vehículos de mis propios sentimientos e ideas.
A hombros tuyos, amigo, me quedo con tus palabras, que me dejan ver más lejos, pero también más cerca.
Te abrazo.
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Muchas gracias por tan bonita reflexión y con tan certeras palabras. Un abrazo de vuelta, aún más fuerte.
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