¿Cuándo nos toca ser felices?

Queridos(as) lectores(as):

Antes que nada, quisiera agradecerles por el cálido recibimiento, su amable lectura y por sus generosos comentarios del encuentro anterior, El arte de ser feliz. Aunque debí aclarar que sería la primera parte de unos encuentros destinados a ese tema.

Quisiera abordar en esta ocasión algo que por ahí salió en redes sociales: ¿y dónde yace la felicidad? Si bien pudimos reflexionar sobre lo efímera que es la felicidad, lo cierto es que ese punto nos llama la atención a muchas personas. ¿Es que acaso tengo que ir a algún lugar para poder ser feliz? En varias oportunidades he escuchado eso de «quererse ir», de hecho, en un encuentro anterior, compartí lo que para Emil Cioran era más bien no una ida, sino un retorno al «paraíso perdido». Pero en ambas ideas, lo que resalta es la necesidad de moverse del lugar en donde estamos, del tiempo en el que vivimos.

¿Por qué será que tenemos esa idea, esa esperanza, de que la felicidad yace en otro lugar menos en donde estamos? Quizá tenga que ver con la relación que tenemos respecto al aquí y al ahora, «atrapados» en un momento en el que no somos felices; pareciera que «no es aquí», que estamos equivocados. Debe estar en algún otro lugar…

En alguna parte del mundo

Esta cuestión me hace pensar en una agrupación musical a inicios del siglo XX. Me refiero a Comedian Harmonists, unos intérpretes judío-alemanes que transmitían alegría, emoción y un profundo sentimiento en todas sus canciones. Portadores de alegría, transmisores de esperanza. Sin embargo, su historia se desarrolló en el tiempo en el que Adolf Hitler y el nazismo crecían de manera alarmante en Alemania.

Una de sus canciones, Igendwo auf der Welt (En alguna parte del mundo), empieza precisamente con algo que toca el tema del que estamos hablando en este encuentro:

Irgendwo auf der Welt, gibt’s ein kleines bisschen Glück
Und ich träum davon in jedem Augenblick
.

Una traducción podría ser:

«En alguna parte del mundo, existe un poco de felicidad y sueño con ello a cada momento».

Si pensamos que la felicidad nos brinda esperanza y que la esperanza es un poco de felicidad ante el infortunio, no sería de sorprender que todos estemos en esa constante búsqueda. Pero, volvemos a la pregunta, ¿en dónde estará? O quizá habría otra pregunta: ¿con quién estará?

Aquí conmigo

Muchas veces, si no es que siempre, nos vemos sumidos en la comparación con el otro. ¿Por qué esa persona es feliz y yo no? ¿Por qué esa persona sonríe y yo no? Recuerdo que hace varios años, cuando le hacía preguntas así a mi papá, él me contestaba con una pregunta: «¿Y tú por qué sí?». Es decir, como humanos la envidia puede volverse nuestra enemiga al momento de cuestionarnos sobre las cosas que pasan, y eso nos hace olvidar que por algo no sucede lo que queremos, pero nos dedicamos a depositar en el otro nuestro malestar.

Las circunstancias de la vida se nos vuelven en contra en cada momento. Uno podrá «pellizcar» un poquito de cierta felicidad, pero parece que no dura, que no se puede quedar con nosotros, ya que todo lo demás arremete con fuerza en nuestras vidas. Hoy sonríes, mañana lloras. ¿Quién podrá ayudarnos? Y seguimos esperando que la felicidad llegue. Pero, ¿qué no nos estábamos moviendo para encontrarla? Pienso en un fragmento de un poema del místico católico, san Juan de la Cruz, que dice así:

Para estar en donde no estás, tienes que ir a donde no has ido.

Para llegar a tenerlo todo, debes desear no tener nada.

Para llegar a ser todo, debes desear no ser nada.

Ya habíamos hablado un poco sobre la importancia de la vida interior. ¿Será que la felicidad no yace en el mundo exterior, sino que está a la espera en nuestra mente, en nuestro corazón, en nuestro espíritu? Si nos sentamos a reflexionar sobre esto último, ¿es que acaso el otro tiene que ser feliz por mí? ¿O acaso tiene que sonreír por mí? Por qué parece que no queremos enterarnos de que la felicidad está a nuestro alcance por el simple hecho de vivir. Por qué será que se nos olvida que las circunstancias no tienen por qué determinar nuestra vida.

¿Qué pasaría si tomamos aquel mantra budista que dice «el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es elegible» y lo modificamos a «la vida es inevitable, pero uno elige cómo vivir»?

Mis queridos amigos: no hay que desesperarse. Si es tiempo de llorar, hay que hacerlo. Si es tiempo de dolernos, hay que aceptarlo. Pero todo llega a su tiempo, todo pasa a su ritmo. Y ahí donde yace la esperanza, yace la promesa de volver a sonreír.

P.d. Y si nos cuesta tanto, ¿por qué no buscamos a quien nos ayude? Después de todo, solos no estamos.

4 respuestas a «¿Cuándo nos toca ser felices?»

  1. ¡Aplausos! Muchas veces se nos pasa parte importante de la vida, buscando la felicidad que está ciertamente dentro de cada quien. Es cuestión de perspectiva y de cultivar conscientemente el enfoque en lo verdaderamente importante, en lo que hace sonreír nuestros corazón que usualmente es lo intangible.

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