Querido(a) lector(a):
Si estás leyendo esto, es porque algo dentro de ti está cansado. Pero no hablo de un cansancio común, de esos que se quitan con una siesta o un café. Hablo de ese agotamiento que se siente en el alma, ese que arrastras día tras día sin saber exactamente cuándo empezó ni si alguna vez terminará. Tal vez nadie lo nota. Tal vez sigues funcionando, sigues cumpliendo con lo que se espera de ti, sigues siendo la persona que todos creen conocer. Y tal vez incluso sonríes, pero por dentro, el peso sigue ahí. Un peso que no se mide en kilos, sino en decepciones, en heridas, en cosas que callaste porque en este mundo nadie tiene tiempo para escuchar de verdad.
Si supieras cuántas veces he pensado en esto… En lo injusto que es que nos enseñen a seguir adelante como si fuera tan fácil. En cómo la gente te dice que seas fuerte, que no te rindas, que «todo pasa por algo», como si eso solucionara algo, como si no supieras ya todas esas frases. Pero dime… ¿quién escucha a los que escuchan? ¿Quién cuida a los que siempre están ahí para los demás? ¿Quién nota cuando alguien como tú está al límite, cuando ya no puede más? Tal vez nadie lo ha hecho. O tal vez sí, pero no de la forma en la que realmente necesitabas. Porque no es suficiente con un «¿cómo estás?« lanzado al aire. A veces lo que uno necesita es que alguien simplemente esté ahí, sin consejos, sin prisas, sin exigencias.
No sé cuánto has cargado, ni cuánto te ha dolido. Pero lo que sí sé es esto: NO ESTÁS SOLO(A).

No, no es una frase vacía. Es una verdad que quiero que sientas, aunque sea por un momento. Porque ahora mismo, mientras lees esto, alguien te está diciendo lo que quizás nadie te ha dicho en mucho tiempo: lo que sientes es válido. Lo que has vivido importa. Y si sigues aquí, no es por debilidad, sino por una fuerza que ni siquiera tú alcanzas a ver en ti mismo(a).
Y aunque el dolor parece interminable, aunque la desesperación a veces nuble todo, quiero recordarte algo: la vida sigue valiendo la pena. No porque sea fácil, no porque siempre tenga sentido, sino porque, a pesar de todo, hay instantes de belleza, momentos de calma, pequeñas luces que aparecen cuando menos lo esperas. Tal vez hoy no puedas verlas, tal vez sientas que todo está cubierto de sombras. Pero en medio del caos, la vida aún nos ofrece cosas que hacen que todo este camino, con sus heridas y su cansancio, valga la pena. Porque la vida no es sólo dolor. También es esa canción que te hace cerrar los ojos y suspirar. Es una risa inesperada en medio de un día gris. Es el abrazo que no pediste pero necesitabas. Es el consuelo de alguien que, sin conocer tu historia, te dice: «te entiendo».
Y si después de leer esto sientes aunque sea un poco de alivio, si dentro de ti hubo un mínimo suspiro de descanso, quiero pedirte algo: respóndeme. No tienes que escribir nada largo. Sólo un «gracias», un «te leí», un «aquí sigo». Porque así como tú necesitabas leer esto, yo también necesito saber que esto llegó a alguien. Que no escribí en el vacío. Que, aunque sea por un instante, no estamos solos. Porque aunque no nos conozcamos, o tal vez sí, nos hicimos un rato de una maravillosa compañía, más allá del tiempo y del espacio.
Gracias por ser quien eres, porque junto con lo que haces, ES MUY VALIOSO.
¡RESISTE!
Te abrazo.
Te acompaño.
Atte.
Héctor Chávez Pérez
P.d. Qué bien te ves hoy. Y más con esa sonrisa increíble que tienes ahora en tu rostro.
