¡Qué bonita es la vida!

«No hay nada nuevo bajo el sol, pero cuántas cosas viejas hay que no conocemos».

-Ambrose Bierce

Queridos(as) lectores(as):

En esta ocasión quisiera compartir con ustedes una reflexión que ya tenía pensado hacerlo, pero que no fue sino hasta ayer, después de una sesión que tuve con P, una paciente, que terminé de aterrizarla. De hecho, primero quiero compartir algo que ella me dijo, que por un momento me dio risa y que después fue muy consolador respecto al psicoanálisis y mi labor como psicoanalista, la parafraseo: «Después de la sesión pasada, sí dije ‘esto es una brujería’, porque me siento menos ansiosa y más tranquila». Darse la oportunidad de analizarse, a partir del deseo por hacerlo, nos permite conocernos y darnos cuenta que no todo es malo en esta vida, pues partiendo de nosotros mismos tenemos muchos recursos para hacer de este paso por la Tierra algo fantástico.

Cada día que pasa, pareciera que la vida se complica más y más. Muchas cosas pendientes que antes no lo eran, muchos compromisos y deberes que antes no teníamos, muchos sentimientos cruzados por sucesos, personas y encuentros con los espejos. ¿Qué fue de la vida que se nos prometió? ¿Dónde quedaron los viajes, la aventura, la diversión, las fiestas? Todo se ha tornado gris y aburrido. Que si enfermedades, que si guerras, inquietudes económicas, malestar social en crecimiento… tanta negatividad en la vida nos hace pensar si es que es el destino funesto del que no podemos escapar. Pero me atrevo a decir que la pregunta que nos hace falta realmente hacer y contestar con total sinceridad es: ¿dónde quedamos nosotros? Sí, podemos tomarnos selfies, podemos buscarnos en las redes sociales viéndonos compartir memes, opiniones, frustraciones, logros y demás. Tanta necesidad de reconocimiento nos hace dependientes, incluso adictos. ¿Pero en qué momento nos compartimos sin ese exceso de máscaras sociales que nos hemos, mejor dicho, que nos han hecho ponernos para todo? ¿En qué momento le tuvimos miedo a nuestra verdad, a nuestra vulnerabilidad, a nuestra humanidad? No somos cifras, no somos objetos, somos seres humanos y cada uno en su propia individualidad y dignidad tiene mucho que aportar a este mundo.

Pero nos vemos constantemente reducidos por tantas cosas que no son nuestras, que poco o nada tienen que ver con nosotros. ¿Dónde quedan las ilusiones personales apartadas de toda influencia del deber ser social? Hoy todo es más de lo mismo y menos de nosotros mismos. Empresas, instituciones, partidos políticos, etc., que sólo nos pretenden arrancar nuestra individualidad imponiendo cosas que sólo terminan siendo productos de marketing que engordecer al sistema capitalista salvaje y determinado a sobrevivir sin importar a qué costo lo hace. «Come esto, no comas aquello», «ve acá, no vayas allá», «piensa así, no así», bla, bla bla… Sapere aude! (¡Atrévete a saber! ¡Piensa por ti mismo!) ¡Qué tan gustosos rendimos nuestra voluntad, inteligencia y corazón a una influencia invisible, perversa y alejada de toda vida natural! ¿Quién no se aburre de repetir sin sentido alguno? Consumir y consumir hasta vernos consumidos. «Estoy cansado, agotado, me gasté mi juventud», dice un amigo en los 30’s a las 20 hrs de un viernes. Con total fastidio, harto, molesto e incapaz de hacer algo al respecto. Se acaba la imaginación que nos hizo millonarios cuando éramos chicos. Se acaba el asombro y el ser humano se acaba.

Pero el mundo, a pesar del ser «humano» actual, ahí sigue, totalmente fresco (aunque en peligro por el calentamiento global), diciéndonos fuertemente «¡no me conoces todavía!». Vemos los mapas trazados por la tecnología y aún así no conocemos ni el 10% del lugar donde vivimos. No nos vayamos lejos: abran un cajón que no es frecuentemente visitado y descubrirán algo que ya habían olvidado. Y así, la cosa más diminuta no es sino el descubrimiento más asombroso del día. Porque la novedad está en la intención, en la mirada de quien no se conforma con lo mismo. Ver más allá de las apariencias es el rescate hacia la posibilidad. La vida no es aburrida, uno es el que está aburrido con su vida. No hablemos de generalidad cuando sólo cargamos con una individualidad falsa y mal edificada por «los demás». Quizá las cosas cambien con acciones «insignificantes», quizá en vez de tomar café, un chocolate, quizá en vez de dar vuelta a la izquierda, a la derecha haya algo «nuevo». La repetición nos hunde en la desesperación, en la negación de la alternativa.

¡Vivamos la vida sin dejar que la vida nos viva!

¿Qué hacer con toda esa vida que se queda dentro de nosotros a diario? ¿Qué hacer con el antojo que nos negamos sin piedad? ¿Qué hacer con el deseo que no escuchamos por mandatos que inconscientemente aceptamos sin cuestionar? La vida está allá afuera, la experiencia nos espera. No hay que esperar a que el cielo se ponga rojo, que el agua del mar se vuelva dulce para asombrarnos. Lo verdaderamente fantástico del ser humano es que puede elegir también no hacer, y eso, es un hacer. ¿Quién no disfruta una torta (emparedado) de aguacate/palta con aceitico de oliva y un poco de pimienta. Algo tan sencillo puede ser toda una experiencia gourmet. Salir a caminar por el sólo gusto de hacerlo. Escuchar la canción favorita. Atacarse de risa por un video cómico mientras viajamos en transporte público. O todavía más simple: estirarse y sentir cada parte del cuerpo en ese momento. ¡Qué delicioso! Despreciar las cosas sencillas nos empobrece el alma misma.

No es brujería, es abrazar lo que somos en este tiempo, en este espacio. Empezar por descubrirnos con absoluta curiosidad nos abre las puertas al mundo que está ahí, esperando por cada uno de nosotros. ¿De qué manera ven las cosas? ¿Cómo las asumen? Cuando niños queríamos nuestra nave espacial, y al manejar el auto que tenemos resulta que bien puede ser eso. Darle paso a la imaginación nos devuelve la infancia que nunca debe perderse. Si antes no se pudo, ahora sí. Si antes se pudo, más ahora. ¿Qué esperamos? Hace calor en la Ciudad de México, ¿y si vamos por una botella con agua fría?

Qué bonita es la vida, ¿no creen?

Los abrazo.

Héctor

2 respuestas a «¡Qué bonita es la vida!»

Deja un comentario