«En las grandes crisis, el corazón se rompe o se curte».
-Honoré de Balzac
Queridos(as) lectores(as):
No es algo nuevo pero, ¿ya están hartos de algo? Esta pregunta no es fácil de hacernos porque presupone una demanda muy importante de sinceridad para con nosotros mismos. Porque estar harto implica un «no quiero más», sin embargo, silenciosamente lo acompaña un «pero». Por ejemplo: «Ya estoy harto, no quiero más este trabajo… pero es lo que hay». Ciertamente ese pero puede llegar a ser devastador en el sentido de que parece imposibilitar algo más. Cuántos de ustedes no estarán pasando por lo que san Juan de la Cruz denominaba una «noche oscura del alma». El santo católico se refería a esos momentos de profunda desolación y soledad, de falta de sentido, de tristeza y arrepentimiento en algunos casos. Apartados un poco de la cuestión espiritual (por tanto religiosa), las personas solemos vivir estas noches muy a menudo, a veces, tantas que pensamos que realmente estamos mal. Pero, ¿qué significa pasar por algo así?
Tener dudas de lo que somos, pensamos, sentimos, hacemos, etc., es algo perfectamente humano. ¿De qué nos sirve tener tantas certezas si éstas no nos permiten entenderlas? La duda para alguien como el filósofo francés, René Descartes, sirve para acceder a la verdad. Dudar para dejar de dudar. Por eso es que la duda debe ser, sobre todo, metódica y no algo cercana a lo escéptico. Dudar por dudar es perder el tiempo. Pero, cuando realmente nos detenemos a reflexionar sobre las cosas que vivimos a diario, podemos entender entonces que la noche oscura del alma no es otra cosa sino un momento de purificación para tener claridad.
Nuevos inicios
Ya había abordado algo sobre este tema en un encuentro anterior, sin embargo, quisiera ampliar un poco más esto a partir de la experiencia de la noche oscura del alma. Muchas de las veces que experimentamos esto, se debe en buena medida a la desilusión, a la alta expectativa que podemos generar sobre nuestros estudios, trabajos, relaciones, etc. La semana pasada tuve de visita a mi mejor amiga aquí en mi casa. En una de nuestras tantas charlas, me preguntó: «Si no hubieras estudiado Filosofía o Psicoanálisis, ¿qué te hubiera gustado estudiar?». Como decimos acá en México, «a bote pronto» (sin pensarlo), le contesté que Medicina o Leyes. Después de que le di mis razones, terminé diciéndole: «Sin embargo, igual y vuelvo a estudiar lo mismo». ¿Cuántos de ustedes eligieron sus carreras por cosas aparte? Es decir, hay quienes quisieron (por voluntad o por presión) continuar el legado familiar, otros eligieron por las oportunidades económicas que parecen más probables, etc. Hay quienes tuvieron o tuvimos la oportunidad de estudiar lo que quisimos. Pero, ¿cuántos de nosotros estamos felices por nuestra elección?
En su libro, Las noches oscuras del alma (2004), el psicoterapeuta estadounidense, Thomas Moore, dice lo siguiente:
A medida que transcurre la vida, uno se hace más reflexivo y menos obsesionado consigo mismo. Adquiere una visión más amplia y profunda, y su corazón es capaz de abrirse más allá del egoísmo hacia las necesidades de las personas que le rodean. […] Uno se refina, se vuelve más reflexivo y sensible. Comprende el significado y la importancia de los muchos acontecimientos que jalonan su vida, y su conversación se hace más sustanciosa e inteligente.

Durante aquella conversación, le decía a Fernanda que muchas veces tenemos la idea de que no nos queda de otra y hay que seguir haciendo lo que hemos estado haciendo. Y eso perpetúa el malestar personal. Hay quienes pierden el sentido de lo que hacen porque se aburren, porque ya no es tan interesante, porque no es lo que esperaban. Y sí, pasa y mucho. Pero, ¿es que acaso es lo único que podemos hacer? Luego, le hablé sobre aquello que conocemos como el eterno retorno de lo mismo, una noción griega que el filósofo alemán, Friedrich Nietzsche, retomó en su trabajo. ¿Qué pasaría si un demonio se acerca y nos dijera que todo cuanto hemos vivido estamos destinados a vivirlo una y otra, y otra, y otra y otra vez en un ciclo sin fin? Apartados de la visión lineal de la vida, todo dolor, toda tristeza, todo mal momento, lo repetiríamos sin poder hacer algo al respecto. Ella se puso sensible y me dijo «no, qué horror…». Ah, pero no se queda ahí, ¿qué pasaría si pudiéramos elegir qué vivir y de qué modo? Cosa que siempre hemos podido, pero que nos ha faltado decisión, valentía, coraje y un poco de egoísmo (¿por qué no decirlo?). No se trata de vivir como nos dicen, sino vivir como queremos en medida de que podamos hacerlo. Hay cosas que no podemos cambiar, que no están en nuestras manos, pero hay otras que pueden ser los más bellos inicios para apropiarnos de nuestra vida, de nuestro deseo.
Por favor, desespera.
La desesperación, el morir sin morir, como diría el filósofo y teólogo danés, Sören Kierkegaard, es un estado del ser humano en el que la posibilidad parece que desaparece. Sólo hay malestar, genuino y muy personal. Sin embargo, la desesperación es algo bueno, dentro de lo que cabe, pues eso nos hace decir otro «hasta aquí», sólo que en esta ocasión le acompaña un «cómo». Ejemplo: «Estoy desesperado, no puedo más con esto, ¿cómo le hago?». Esa pregunta requiere una respuesta que, una vez más, requiere de nuestra total sinceridad. Tenemos que volver a nosotros mismos, a escucharnos y elegir. La madurez es la ocasión del ser humano en la que se libera de la dependencia, para abrirse paso a sus propios aciertos y a sus propios errores. Tal como decía Honoré de Balzac en la frase que les compartí al inicio de este encuentro, «… el corazón se rompe o se curte». ¿Qué elegimos? ¿Nos quedamos sentados a lamentarnos o hacemos algo al respecto? No es fácil, definitivamente no lo es, pero tenemos que aprender a confiar en nosotros mismos y en nuestras capacidades.
Hay quienes estudiaron lo que estudiaron y parece que no están muy felices por ello. Sin embargo, resulta que son buenos en lo que hacen. ¿Qué más hacer? La desesperación es una invitación a hacer algo más. Un querido amigo y hermano, René, es ingeniero, y muy bueno, sin embargo hay algo que le inquietaba, por lo que decidió, aparte, dibujar y pintar, ¡y vaya que es muy bueno! Pero, ¿hay algo más por hacer? Sí, y se formó como psicoanalista. A lo que voy es que las crisis nos permiten tener claridad y darnos cuenta de que no estamos atrapados en una realidad en la que sólo hay algo por hacer, sino muchas otras cosas más. ¿Están pasando por una noche oscura del alma? Qué bueno, póngale y pónganse atención, dense la oportunidad de aprender y verán que a la mañana siguiente, el sol brillará más que de costumbre.
