A Rocío.
«El cuerpo sufre por los excesos, también el ánimo abatido».
-Horacio
Queridos(as) lectores(as):
¡Qué calor que está haciendo en México! Acá estamos sufriendo, unos más que otros, y vaya que no es una experiencia agradable. Sin embargo, ¿qué podemos hacer? Usar ropa fresca, abrir las ventanas, comer y beber cosas frías (aunque la ley de termodinámica nos dice que el tomar algo caliente ayuda a que se regule la temperatura del cuerpo, sólo que como que no se antoja algo así con el calor que hace), poner el aire acondicionado, etc. Pero primero hay que quejarse, hay que hacer saber al mundo que estamos sufriendo y sentir la empatía de golpe de un «es cierto, está horrible». Y esa empatía en verdad que ayuda…
El filósofo alemán, Immanuel Kant, nos propuso tres preguntas fundamentales que pueden servirnos para muchas cosas en nuestra vida: ¿qué puedo saber? ¿qué debo hacer? ¿qué me cabe esperar? Estas preguntas, fuera de toda reglamentación objetiva del mundo, se formulan siempre desde uno mismo, precisamente porque nos permiten situarnos en lo meramente nuestro. La verdad es fundamento de la libertad, por lo que al preguntarnos «¿qué puedo saber?» es sobre nosotros mismos; «¿qué debo hacer?», esto nos orienta hacia el bien como máxima moral, sin embargo, la vida del ser humano se configura y desarrolla en su propio quehacer diario. Un paréntesis: el problema surge con el «debo», ya que el famoso deber ser puede muchas veces significar una imposición externa que no pasa por ningún filtro de reflexión, de duda o de crítica, y se «hace porque se debe hacer», sin cuestionar, de ahí que el malestar se genere por la falta de autenticidad a la hora de hacer. Y seguimos con «¿qué me cabe esperar?», precisamente va ligada con la esperanza (darle oportunidad a la vida de sorprendernos), ya que sin ella, ¿qué estamos haciendo y por qué lo seguimos haciendo?
La depresión que inutiliza
Ya lo hemos hablado anteriormente, pero la depresión es algo que no podemos tomar a la ligera. Si bien es cierto que se confunde mucho la depresión con un estado de tristeza constante, cosa que no es así, ésta tiende muchas veces a «robarnos» las ganas, el entusiasmo, el ánimo, etc., de hacer cosas. Una persona con depresión carece de intención. Una fórmula sencilla pero muy eficiente. Las causas de la misma pueden ser varias, pero me parece muy oportuna su aparición en nuestras vidas porque eso nos da espacio para formularnos las preguntas kantianas, justo en el aquí y en el ahora que la depresión parece que extiende hacia la eternidad. ¿Es posible querer hacer algo cuando no se tiene la «energía» para ello? Me parece que lo que hay es una ilusión del no-poder-hacer de por medio. Es decir, pareciera que la depresión tiene en verdad un peso que nos inutiliza y no, no es del todo cierto, lo que sucede es que se genera en nuestra mente una cierta idea de que «hagamos lo que hagamos, ¿de qué sirve?».¿Tiene que acaso ser todo práctico cuanto hacemos? ¿Bajo qué lupa observamos lo práctico?

Mi querida amiga, Rocío, compartió un reel en sus redes sociales en las que mencionaba lo que es para ella lidiar con la depresión y cómo encontró un quehacer que le permitía no luchar directamente contra la depresión, sino contra su falta de intención. Ella mencionó un lugar al que fue para comprar ciertas cosas que le permitirían hacer algo específico en su hogar. «Tal lugar debería ser patrocinador de mi depresión», ¡no saben cómo me reí con ese comentario! Lo interesante aquí es que ella hizo y fue contestando las preguntas kantianas en el proceso. Quizá no sea la solución más grande y efectiva, porque la depresión tiene otras maneras de tratarse, pero el poderse mover de lugar y realizar algo que daba indicios de mejores intenciones en ese aquí y ahora, permitieron que ella fuera más allá de la «inutilidad» a la que parece se nos sentencia al estar deprimidos.
Una rica taza de café…
¡Qué horror! ¿Con este calor? Sí, ya lo expliqué, pero vayamos más allá de la simple interpretación de eso. Es decir, cuando nos tomamos un café, hacemos nuestro el tiempo y podemos pensar muchas cosas en el proceso. Esa posibilidad de apertura nos indica varios caminos a seguir. La idea principal de eso es fortalecer la esperanza de que siempre se puede hacer algo, que siempre hay alternativas, pero debemos renunciar a la falsa ilusión de que siempre habremos de controlar los resultados. Dejarse sorprender por la vida es ver lo que no veíamos, vivir lo que no vivíamos. Muchas veces nos privamos de tantas cosas porque vivimos abnegados a «lo que debe o debería ser», lo que se supone que «tendríamos que hacer». La humildad también nos ayuda a restarle protagonismo de nosotros a las cosas mismas.
La depresión nos ayuda a ponerle pausa a nuestras prisas. Es curioso cómo la depresión puede ser incluso una herramienta bastante útil para combatir los efectos de la inmediatez. Tantas veces pensamos tantas cosas que no tenemos claridad de ninguna. Así, ¿de qué sirve pensar lo que se piensa? En el gran orden de las cosas, tenemos que aprender a distinguir lo que es, lo que aparenta ser y lo que queremos que sea. Sólo así podemos tener calma en nuestra mente y en el cuerpo. Quien diga «debes» es porque seguramente vive la obsesión más tiránica sin entenderla. Quizá la formulación más apropiada y que nos puede ayudar a enfrentar la depresión podría ser: haz, si quieres, lo que puedas con lo que tengas. Uno debe callar, escuchar y hacer. ¿Qué? Escuchemos al deseo, sin abandonar la prudencia.
