«Me rebelo, luego somos».
-Albert Camus
Queridos(as) lectores(as):
Justo vengo regresando de una entrevista que me hizo una querida amiga (ya les diré luego dónde la podrán ver y escuchar) para su podcast. Abordamos el tema de la inmediatez. Tocamos para ello varios temas que, a mi creer, son importantes para considerar. En un momento, se me preguntó que si tenía algún consejo para lidiar con la inmediatez, por lo que solté algo que justamente he estado trabajando a nivel personal y con algunos de mis pacientes: decir «no».
¿No? Así es. La inmediatez es un fenómeno que nos está desbordando al los seres humanos en distintas cosas día a día (aquí puedes leer un poco más sobre esto). Pero uno de los principales problemas al que nos enfrentamos es la incapacidad o imposibilidad de tener, irónicamente, tiempo para nosotros y lo nuestro. ¿Tienen aplicaciones en sus celulares de bancos, supermercados, servicios, etc.? Lo más seguro es que sí, por lo que les pediré que se enfoquen en las de supermercados. Sí, puede ser (para algunos) maravilloso no tener que ir a hacer las compras, sin embargo, ¿han pensado que el que ustedes pidan por esas aplicaciones no hace que reciban sus productos a la hora que ustedes quieren? Es decir, con toda la facilidad del mundo pueden programar la entrega, pero por lo general, o pasan unas horas o de plano hablamos de un día para que reciban sus pedidos. ¿Y qué pasa si por alguna razón tienen que salir y no tienen contemplado a qué hora regresan? Simple y sencillamente, tendrán que esperar a que regrese, cuando se pueda, el servicio. Así que muy de inmediato y seguro no es…
Siempre dispuestos
Ya habíamos hablado en encuentros anteriores de lo peligroso que es llevar las cosas a los extremos. En esta vida, no es recomendable ser ni optimistas ni pesimistas, sino realistas. Ojo, no estoy diciendo que no tengamos ilusión o esperanza de algo mejor o que nos convenga, hay que serlo a su justa medida, por ello es que conservar los pies en la tierra y pensar con la cabeza fría, nos ayuda a dar las debidas proporciones a las cosas que esperamos. En México, al menos, es muy difícil o al menos complicado que alguien diga «no», porque existe un mandato demasiado clavado en el inconsciente colectivo, de «ser amables, de ayudar, de echar la mano», cosa que ha permitido una degradación de las intenciones y una intensificación del abuso. «Das la mano y te jalan del pie». Y cuando se trata de familiares y amigos, la cosa empeora. ¿Cómo le dices que no, que no puedes, que no quieres, ayudarle a tu abuelita en esto? ¿Cómo le vas a decir que no a tu amigo cuando la otra vez te ayudó? Queridos(as) lectores(as), ¿están viendo cómo la culpa es una realidad que se mezcla de manera muy sutil con las acciones? ¿Qué tanto hacemos las cosas porque queremos, porque podemos, porque nos sentimos en deuda/con culpa, etc.?

Cuando tenemos esa idea de estar siempre dispuestos, puede ocasionar en nosotros profundos malestares y problemas que ni siquiera lo eran. Pienso, por ejemplo, cuando un ser viene a nosotros a pedirnos dinero, quizá no le podamos dar la cantidad exacta, quizá sea en parte porque estamos cortos de dinero, pero lejos de decir «no», movemos cielo mar y tierra, y aunque sea un porcentaje de lo que pidió, se lo damos. Y ahora entramos en un problema de que nos falta esa cantidad de dinero para lidiar con nuestros pendientes. El problema aumenta cuando el «luego te lo pago, a la primera oportunidad» se vuelve parte de un discurso de prórroga. Ya no existe la desesperación por conseguir el dinero, por lo que, aunado a la «confianza» que existe por ser familia o amigos, el deudor se da el lujo de hacer que el otro espere ahora. Ya que es curioso que en la gran mayoría de las veces, por pena, por vergüenza, por cinismo o por desgraciados, en vez de hablar con la persona que les prestó para explicarles que no tienen todavía el dinero por x o y razón, hay quienes se esconden, no contestan mensajes ni llamadas, hacen como que no pasa nada y, lo que es peor, cuando se les pide el pago, se indignan y hasta se ofenden. Y el que prestó, se las ve negras ahora para cumplir con lo suyo.
La imagen que damos
Hay que advertir que el ser humano está estrechamente ligado con la imagen, con la idea que quiere dar respecto a su ser, a su modo de vida, etc. Por lo que cuando tiene o tenemos la posibilidad de ayudar, lo hacemos «con todo el amor del mundo SIN ESPERAR NADA A CAMBIO». ¡Por supuesto que no! Siempre existe la espera aunque sea de un «gracias», de una sonrisa o de una alabanza por parte del que ha sido salvado por nuestra misericordia y bondad. El reconocimiento es algo que aflora en lo más profundo del inconsciente. Si decimos que «no», al contrario, creemos que generamos una idea o imagen muy negativa sobre nosotros: que somos malas personas, que qué mala onda, que qué miserables, etc. Y eso, curiosamente, resulta insoportable para el ego herido de nosotros.
Pero, ¿qué pasa cuando el poder decir «no» también va hacia nosotros mismos? Es decir, ¿nos es fácil decirnos que no a placeres, a vicios, a caprichos? ¡Qué difícil es tener el dinero y no poder usarlo en lo que queramos cuando queramos! ¡Prudencia, mis amigos, prudencia! El tener dinero, el tener los medios o las facultades para lograr algo, para poder tenerlo, no implica nunca que sea una exigencia del ya. En México usamos la expresión «se ve que te quema las manos el dinero» cuando una persona se desespera por comprar cosas, y que en muchos casos lo hace tan imprudentemente que termina gastando más de lo que tenía. Total, el famoso tarjetazo, ya me preocupo después. ¡Qué necesidad de estar sufriendo de a gratis! Pero, no, de hecho no es así de fácil. La famosa expresión «sufres porque quieres», en psicoanálisis la tenemos PROHIBIDA. Siempre hay un por qué detrás de lo que hacemos, que puede ser consciente o inconsciente, pero que hace que nuestras acciones muchas veces se hagan «por hacer». Podríamos pensar tantas cosas del sujeto que «desperdicia» su dinero y no entender o tener claridad de ello.
El «no», por tanto, es una palabra que nos ayuda a tener prudencia, a actuar con calma y poder contemplar los escenarios en torno a determinada situación. Tampoco se trata de decir que no de manera inmediata y sin pensar, hay que ser prudentes, aceptar que no siempre se puede todo y que hay ocasiones en las que no podemos ni debemos hacer o decir algo. Y, recuerden, quien vive de imagen, que no se arrepienta después de que no lo vean más allá de eso…
