«Solía pensar que la peor cosa de la vida era terminar solo. No lo es. Lo peor de la vida es terminar con gente que te hace sentir solo».
-Robin Williams
Queridos(as) lectores(as):
Antes de iniciar con este encuentro, quisiera agradecerles por la acogida que le dieron a la trilogía de «Fragmentos de una vida», aunque sé que no han sido para nada fáciles de asimilar. He recibido varios comentarios donde me comparten que en algunos casos se han identificado, otros donde saben de historias así, en los que me dicen «yo lo viví, lo vivo». Y en verdad que siento con el corazón y el alma cada una de esas lamentables vivencias. En fin, les pido que no se rindan, resistan, y si es posible y necesario, busquen ayuda, no deben bajo ninguna circunstancia pasar tanto dolor y tristeza de manera solitaria. ¡No están solos(as)!
Y precisamente sobre el tema de buscar ayuda que quisiera compartir algo que he estado revisando y comparando con otros colegas comprometidos con la salud mental. ¿Qué pasa cuando no hay dinero para poder hacerse con los servicios de un profesional para poder tratarse? De un modo u otro, existen «recursos», existen medios para poder intentar probar la dulce miel del desahogo. Pero, ¿qué pasa cuando esas herramientas pueden causar más daño que bienestar?
Llamadas de madrugada
Hace unos días, J me comentó que pasó por una crisis terrible en la madrugada. Esta persona vive sola y si bien está yendo a psicoanálisis, hay momentos en los que «no se puede hacer nada». ¿Qué hacer? ¿A quién se podía recurrir en la madrugada? Por ahí alguien le comentó que existe una línea telefónica de 24 hrs en la que se puede solicitar «apoyo terapéutico» en casos de crisis. Dicha línea, por cierto, se «especializa» en controlar y evitar toda idea de suicidio. Así que no lo pensó más, buscó el número y llamó. «Toda noche oscura del alma, acontece a las 3 de la madrugada», no sé quién lo dijo, pero parece cierto. J me comentó que apenas y podía hablar por el sentimiento tan profundo que le ahogaba, por lo que cuando escuchó una voz del otro lado del teléfono, sintió un profundo alivio. Quiero pensar que esas personas que trabajan (y que supuestamente les pagan), tienen una carrera en relación con cosas psicológicas. Sin embargo, J empezó a llorar del otro lado del celular durante nuestra llamada. «Me dijo que qué tenía, que respirara, que le ECHARA GANAS… que le contara lo que estaba pasando». ¿Y luego? Me dice que la voz era de una persona ya grande, quizá unos 50-60 años, que «parecía que estaba quedándose dormida». J me dijo que le comentó que se sentía muy sola, que incluso se sentía rechazada… ¡y empezó a escuchar que la otra persona estaba roncando!

Peligros con «título»
Qué peligroso es querer jugarle al experto sin medir las consecuencias de ello. Quien piensa que puede «ayudar» al otro porque habla bonito, porque se leyó un libro de filosofía de calle, porque se le alumbró la vida cuando se fue a un retiro de 25 mil pesos a Cancún, no considera en verdad el riesgo de no conocer la teoría, los modos, los medios, las formas y, sobre todo, la responsabilidad que se tiene con la psique de la otra persona. Lo he dicho y lo seguiré diciendo, los famosos coachings, esos que tienen nombres en demasía extraños y pedantes, tales como hermenéuticos, ontológicos, metafísicos, dialécticos, etc., que dicen «enfocarse en la persona para ayudarle a trascender», no piensan que la gente en crisis no está buscando trascender, sin poder respirar sin dolor, poder vivir a pesar de las circunstancias. Por eso es que los únicos que pueden ofrecer servicios de salud mental son todos los que hacen carrera, tienen formación, estudios serios sobre la psique.
No me mal interpreten, pues también existen los coachings empresariales y esos son otra cosa muy distinta y que puede que funcionen más para la meta que se trazan. ¿Qué hubiera pasado si J necesitaba que el «profesional» de esa línea de «apoyo» le ayudara para evitar suicidarse? Si le estaba diciendo que se sentía sola, rechazada, y se quedó dormido… ¡qué barbaridad! Afortunadamente J pudo hablar con un vecino que vio que estaba despierto y, si bien no es un profesional de salud mental, cumplió con ofrecerle acompañamiento.
Estos programas tienen que ser revisados a profundidad, contratar a gente que realmente tenga estudios, que existan turnos para que puedan descansar también. Pienso en ese supuesto profesional, y aunque no lo crean, sí considero que la edad, la hora, el cansancio y pues a lo que se dedica, no son lo mejor en la suma de factores para lograr algo bueno. Yo sé que sí puede haber gente preparada en esos servicios, pero quizá son los menos. Y eso por supuesto que pone más en riesgo la vida de los que hablan que el poder ayudarles.
