«El que no inventa, no vive».
-Ana María Matute
Queridos(as) lectores(as):
Ahora que estoy empezando el curso Julio Cortázar: cuentista del hombre en la Universidad Panamericana, mi alma mater, he vuelto a «hojear» los libros de este fascinante escritor argentino que, desde mi adolescencia, siempre ha ocupado un lugar de honor en mi biblioteca gracias a mi madre. Y no es fácil leer por leer a Julio, porque Cortázar no es sólo un autor famoso, sino que orienta una lectura bastante inquietante posibilitada a partir de su cultura asombrosa y por el camino que trazó a la psique humana después de haber leído a Sigmund Freud.

Entre las muchas dudas que suelen salir al momento de adentrarse al mundo cortazariano, una que predomina por mucho es la de: ¿qué son los cronopios y qué son los famas? De hecho, en el libro Historias de cronopios y famas (1962), todos caemos en la curiosidad de encontrarnos qué son tales cosas. Y no, no encontramos explicación alguna de estos neologismos del autor argentino. Fue hasta el 20 de marzo de 1977, que en el programa «A fondo», del periodista y conductor español, Joaquín Soler, que durante la entrevista con Julio Cortázar, pudimos enterarnos sobre lo que eran.
Explicaciones a pura pérdida
Tras ser cuestionado sobre el origen de estos seres, Cortázar empieza diciendo «cuando me piden explicaciones es a pura pérdida, porque a mí me cuesta mucho explicar cosas que no me las explico yo mismo». Fue en París en 1956, durante un concierto en honor a Igor Stravinski en el Théâtre des Champs–Élysées, que nos cuenta nuestro autor lo siguiente:
«Me quedé completamente solo en ese inmenso teatro. Entonces, de golpe, tuve una sensación de que había en el aire personajes indefinibles, una especie de globos que los veía de color verdes, muy cómicos y muy amigos y su nombre era «cronopios» […] Vino así, el nombre y la imagen, y es por eso que al principio cuando se los define, se busca la definición en el mismo libro; empecé a escribir sin saber cómo eran y luego ya tomaron un aspecto humano, relativamente humano porque nunca son completamente seres humanos, con esas conductas especiales de los cronopios que son un poco la conducta del poeta, del asocial, del hombre que vive un poco al margen de las cosas; frente a los cuales se plantan los famas que son los grandes gerentes de los bancos y los presidentes de las repúblicas, de la gente formal que defiende un orden, etc».

Exacto. Sí, justo así. No se entiende a la ligera y seguramente se han dicho «tengo que volver a leer esto porque no me quedó claro». Descuiden, me parece que justo nos volvemos en este momento un personaje más en las intenciones de Julio Cortázar. Los famas se presentan como el elemento apolíneo, es decir, que siguen un orden determinado, que no se dejan doblegar por la novedad y que buscan un fin determinado sin cosas aparte. Mientras que los cronopios son elementos dionisiacos, que van de aquí para allá, sin orden alguno, desafiando y logrando distintas posibilidades.
Ah… ¡qué freudiano! (Esperen…)
Podríamos entender que nuestro autor, siguiendo esa postura de «el niño que creció pero que no lo hizo realmente» que lo caracterizó en su vida, hizo uso de la imaginación que posibilitó una literatura entre lo surrealista y el realismo mágico. Pero lo que nos debe llamar la atención con estos personajes tan curiosos, es la necesidad que llevó a Cortázar a crearlos, porque lo que hace en este esfuerzo literario no es sino un efecto de identificación meramente personal que termina por facilitarle las cosas. Es decir, siguiendo la biografía de Julio, podemos ver que los cronopios son unos más como él, mas no al revés. Recordemos aquello que decía el mismo autor: «Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas». La rebeldía era muy propia de Cortázar, pero no una rebeldía cualquiera de su época, sino algo que permitía una alternativa más personal y que, al mismo tiempo, aseguraba una identidad en medio de tanto conflicto social.

Pensando un poco en psicoanálisis, incluso me atrevería a hacer una cierta comparación con estos personajes y la segunda tópica freudiana. Veamos qué sale:
Ello – Cronopios / Yo – Esperanzas / Superyó – Famas
¿Esperanzas? Sí, así es. En la misma entrevista con Soler, Cortázar habla de este tercer personaje y dice lo siguiente:
«Las esperanzas son personajes intermedios, que están un poco a mitad de camino, sometidas a la influencia de los famas o de los cronopios, según las circunstancias».
El Ello es lo más primitivo del ser humano, el Superyó la proyección e interiorización de la ley o de la autoridad y el Yo es lo que trata de cumplir con las exigencias del Ello y con los límites el Superyó. Esa figura que llamo «el gran negociador», me parece que puede verse con claridad reflejado en las esperanzas de Julio Cortázar. Las circunstancias, en efecto, nos influencian de un modo u otro. Vaya cosa interesante, pues les aseguro que en este breve acercamiento a uno de los tantos contenidos literarios cortazarianos, me topé con un acercamiento a lo expuesto por Freud. Y sí, puede que me equivoque, pero al menos pude experimentar lo divertido que es ser un cronopio… ¡que se dejen venir los famas a decirme que estoy equivocado!

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