Ven, preparemos un mate

«La paciencia es amarga, pero dulces son sus frutos»

-Jean Jacques Rousseau

Queridos(as) lectores(as):

No, en este encuentro no les voy a enseñar cómo preparar un delicioso mate. Sin embargo, me parece que puede resultarnos de mucha ayuda lo que preparar un mate nos enseña en realidad. Mi mamá era una persona que disfrutaba mucho del mate, tanto así que me contagió el gusto por el que muchos amigos sudamericanos, especialmente argentinos y uruguayos, bien tienen el tiempo necesario para ello. Ella me decía: «Ven, preparemos un mate. Pero no tengamos prisa en ello». ¿Qué significa eso? Quizá haya quienes no tienen idea del mate y todo el ritual que conlleva prepararlo. Vamos a quedarnos con eso: el ritual. No es nada más echar la hierba a la calabaza o a la taza (que se conoce también como mate o matera), ponerle agua caliente y beberla. ¡Por supuesto que no! Hay que saber hacerlo, con tiempo sobre todo. Un ritual nos habla mucho de las intenciones, y cuando hay de por medio un proceso de calma y paciencia, es justo donde tenemos que detenernos.

Mi mamá también decía: «Cada quien prepara su mate, nada de andar metiéndose con el mate ajeno». Pero vamos a recuperar una noción que dije arriba, es decir, paciencia. Y como ya es costumbre en este espacio, habrá que abordarla desde su etimología. Paciencia viene del latín patientia, es decir, «cualidad de aquel que sufre». Sin embargo, iremos un poco más atrás en el tiempo para recaer en el mundo griego, y es aquí donde se pone interesante. Los griegos conocían dos palabras, de las cuales «preferían» más hupomonē, misma que se orienta hacia una virtud personal que «conlleva una resistencia valiente que desafía al mal». Más adelante hablaremos de esto. La otra palabra es makrothumia, misma que más bien la encontramos a partir de la influencia cristiana, de la cual san Pablo nos explica se trata de «esperar tranquilamente a cuando se pueda hacer algo».

¿Esperar tranquilamente?

Me parece que esta invitación, sobre todo en nuestros días tan desesperantes y desesperados, podría ser algo muy «prohibitivo». ¿Quién tiene el tiempo para esperar tranquilamente? Es decir, muchas veces estamos en situaciones en las que no podemos esperar a que las cosas pasen, que «fluyan», así sin más. Hay que hacer algo y ya. Sin embargo, ¿qué significa eso de «hacer algo»? Muchas veces, en nuestra ilusión de control, perdemos la realidad con ello. Hay momentos en los que, por alguna extraña razón, pretendemos tener o ser la solución para algún problema. Narcisos, narcisos… Y pues no es cierto. Justo, en el fortalecimiento de la vida interior y de la persona misma, la virtud de la humildad nos ayuda a ser conscientes de lo que sí está en nuestras manos y de lo que no. En esto, tendríamos que encontrar ejemplo en los grandes estrategas militares de la Historia, quienes tenían que saber «ver de más» durante las batallas para poder hacer los movimientos pertinentes. Nunca se ganó una guerra actuando como simios rabiosos, porque cuando sí pasó, las consecuencias fueron desastrosas incluso para los «ganadores».

Al tratar la makrothumia como aquello de esperar tranquilamente, podemos perder el piso. Es decir, no se trata de no hacer nada, sino al contrario, es saber esperar para poder hacer algo bien. Y esto, por supuesto, va de la mano con nuestra famosa y querida prudencia. El esperar es hacer algo vital, es poder tener tiempo, poder analizar las cosas y no actuar a lo salvaje. Ahora bien, volvamos a hupomonē. Imaginemos a un soldado, ahora que hablamos de batallas, que se encuentra herido, pero que no puede quedarse a esperar que alguien lo salve. Hay que resistir y seguir combatiendo. Evidentemente no será lo mismo, sin embargo, ese tipo de paciencia «centra» al sujeto en el «no hacer de más cuando no se puede». ¿Cuántas veces, el actuar de manera impaciente, lo hacemos sin pensar y sólo encontramos la derrota, el fracaso o incluso un dolor innecesario? La combinación de ambas nociones es necesaria para poder entender y comprender que paciencia significa «date tu tiempo», «sé consciente de ti», «haz lo que puedas con lo que tengas», etc.

«Si no tiene comezón, no se rasque«

Siempre recuerdo con especial cariño, y profundo agradecimiento, esta sencilla frase que un profesor en mi alma mater nos dijo en un momento determinado. Es decir, ¿cuántas veces hacemos nuestros problemas que son ajenos? Sí, en buena medida el amor, la empatía y el deseo de ayudar puede hacer que caigamos en la desesperación de querer solucionar problemas que no son nuestros. Una vez, mi mamá estaba preparando su mate y yo vi que «no le había puesto suficiente» hierba. Por lo que en lo que ella estaba supervisando el agua mientras se calentaba, yo le puse más a su mate. Cuando ella vio eso, me dijo «no, espera, no hagas eso, no es como me gusta a mí». Después me explicó que ella disfrutaba su mate de modo que se fuera «diluyendo» a su tiempo y a su ritmo, porque ponerle más hierba haría que el sabor se concentrara mucho y ya no sería de su agrado.

Muchas veces pensamos demasiado por los demás, partiendo de nosotros mismos como un absoluto. «Es que yo pienso que esto debería ser así», «es que yo hago las cosas de este modo», «es que a mí me gusta esto de esta manera», etc. Sin embargo, cometemos la imprudencia de olvidarnos del otro, por irónico que nos resulte. La paciencia nos ayuda a mirar el mundo y a saber participar en él. No es algo malo preocuparse por los demás, pero si retomamos la forma en la que nos expresamos, quizá podríamos encontrar mejores formas de hacer las cosas. Es decir, recordemos que vivimos en un mundo de la opinión, en la que cada uno habla y aporta desde su experiencia. Pero no olvidemos que aunque haya eventos o cosas que sean «parecidas» a las que ya hemos experimentado, no significa que el otro participe de ello de la misma manera, porque las circunstancias no son necesariamente iguales. Por eso, insisto en una frase mía: existir es compartir (experiencias).

2 respuestas a «Ven, preparemos un mate»

  1. Es muy fácil caer en la soberbia y en el narcisismo. Es difícil encontrar la
    Humildad de reconocerlo y la fuerza para cambiarlo. Todo es cuestión de perspectivas pero no podemos centrarnos sólo en lo que hacen o dejan de hacer los demás asumiendo que ellos están mal y nosotros bien. Abracemos la realidad propia y ajena.

    Me gusta

Deja un comentario