El cuerpo no sabe callar

«Los que ven diferencia entre cuerpo y alma no tienen ninguna de las dos cosas»

-Oscar Wilde

Queridos(as) lectores(as):

Una de las más importantes aportaciones al estudio de la salud mental por parte del Psicoanálisis fue, precisamente, abordar el cuerpo como una realidad vinculada a la mente. ¿Qué es el cuerpo? Por un lado tenemos la cuestión material (brazos, piernas, cuello, manos, etc.), y por otro una anatomía imaginaria a partir de lo simbólico. ¿Un poco confuso, no? Así como diferenciamos mente de cerebro, lo simbólico de lo material, eso pasa con el cuerpo que responde a la histeria o neurosis misma. En el cuerpo, por tanto, se inscriben significantes y de él surgen los síntomas.

Es importante señalar que a diferencia de un síntoma médico, en el caso de la clínica psicoanalítica, se trata de una formación del inconsciente. Aquello que se manifiesta. Hay quienes se aventuran en decir que el síntoma es un sustituto de aquello que no se habla. Es decir, aquello que se calla, en el cuerpo se manifiesta. Hay mucho que hablar sobre eso, pero en esta ocasión quiero que nos quedemos justo teniendo bajo la lupa al cuerpo que no se calla y expresa, quizá de un modo negativo y en ocasiones perjudicial, el sentir reprimido.

Saber leer(se) (en) el cuerpo

Para Freud el cuerpo es una creación metafórica. El síntoma, como hemos visto, tiene una profunda relación con la vida psíquica del ser humano. Aquello que ha sido reprimido, pero que no se pone en palabras, logra vencer las barreras y encuentra el modo de manifestarse de alguna otra forma posible. Todo síntoma tiene un sentido, pero cabe señalar que es de origen inconsciente. Quiero poner un ejemplo para tratar de clarificar esto.

En una ocasión, cierto paciente llegó al consultorio quejándose de un malestar. Cuando le pregunté de qué se trataba, me comentó que le dolían mucho los brazos, que los «sentía muy pesados» al borde de sentirlos débiles y cansados. Le pregunté si había hecho algún esfuerzo físico, como haber ido al gimnasio o algo parecido y me comentó que no, que tenía tiempo que no hacía ese tipo de ejercicios. «Disculpe -le interrumpí- ¿qué ha estado cargando?». Poco a poco fuimos descubriendo que sentía todo el peso y la carga de ver por sus abuelos, que tenía que estarlos «sujetando». Pero por el otro lado, sentía la imposibilidad de soltarlos por temor a perderlos. Al poner en palabras eso, me comentó que fue sintiendo más fuerza en los brazos y que ya no le pesaban tanto.

Los brazos son tomados como significantes de una cadena discursiva, pudiendo ser sustituidos por otros en el cuerpo no-orgánico.

Un cuerpo, un llamado

Muchas personas, sobre todo en nuestro tiempo, suelen asustarse mucho porque empiezan a tener ciertos malestares que rondan por sus cuerpos, pero lo interesante es la profunda relación que le adjudican a esos malestares con los órganos interiores. Hay quienes sienten cosquilleos constantes en palmas de manos y pies, quienes sienten presión en el pecho, dolores punzantes en la cabeza, etc., y terminan asociando esos síntomas con algún padecimiento de salud. Se piensa, de modo fatalista, en problemas cardiovasculares, renales, pulmonares, neuronales, etc. ¿Pero qué tanto es eso realmente algo de condición meramente fisiológica?

Uno de los males propagados en nuestra exigente y delirante sociedad, es sin lugar a dudas el estrés, siendo una respuesta física o mental a una causa externa: mucho trabajo, mucho tráfico, demasiadas tareas, etc. Hablamos de un factor que afecta tanto lo material como lo simbólico. Es decir, el estrés si no se le controla puede ocasionar problemas de hipertensión arterial, insomnio, padecimientos estomacales, alteración de presión en el oído, etc. Pero también puede influenciar en lo estados de ánimo y hacer del sujeto alguien depresivo, colérico, ultra sensible, etc.

Ahora bien, hay que saber diferenciar las cosas. Los estados de ánimo pueden ocasionar síntomas neuróticos que provocan ciertas reacciones fisiológicas no permanentes. Un amigo, por ejemplo, me comentaba que ha tenido ciertos movimientos no voluntarios de su brazos, incluso hasta sentir que «le salta el párpado». ¿Será un problema de salud orgánica? Puede ser, pero también había que considerar la vida que estaba llevando hasta entonces. Una vez que se atendió con el médico correspondiente, éste le comentó que tenía altos niveles de estrés. Pero, de un modo u otro, el cuerpo está hablando, si no es que hasta gritando, que necesitamos hacer algo al respecto.

¿Qué hacer? Comencemos por respirar, atender las posibles causas y ver qué se puede hacer o qué es necesario dejar de hacer. Pero nunca dejar que las cosas «se solucionen con el tiempo», no hay que confiarse. Siempre la atención a tiempo nos puede evitar cosas peores.

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