Breve nota sobre la decisión

«Toma consejo en el vino. Pero decide después con agua»

-Benjamin Franklin

Queridos(as) lectoras(as):

En esta ocasión comparto con ustedes la inquietud que me ha hecho llegar Silvia, quien me escribe desde Colombia: «¿Qué pasa con la decisión? Es decir, ¿cómo saber que estás decidiendo correctamente?». Sin duda no es un tema tan sencillo de abordar, pero hagamos un esfuerzo. Primero, ¿qué es eso de decidir? Viene de la palabra latina decisio, es decir, «aquello que se escoge ante todas las posibilidades». Pero vamos a centrarnos en caedere, que se traduce como «talar, cortar, matar». Precisamente, si lo aterrizamos en la idea de «tomar una decisión», lo que estamos haciendo es «cortar con todo lo demás, ponerle fin y quedarnos con una parte».

Pero la toma de decisiones es un tema que tiene sus amplios e interesantes cursos que incluso llegan a aspectos de negocios y política. Por ello es que resulta algo tan complejo. Pensemos por un momento si nos resulta difícil qué elegir del menú cuando el mesero llega a preguntarnos qué queremos, ¿qué pasará cuando de una persona y su decisión depende la vida, el trabajo, la salud, etc., de miles de millones? No es nada fácil, mas no por ello debemos complicarnos de más la vida.

Volver a uno mismo

Mi querido colega, Gabriel Rolón, en una ocasión le alcancé a escuchar que decía «toma la decisión con la que puedas vivir». ¿Pero qué significa eso? En alguna ocasión pasada, platicábamos respecto a conocer nuestros alcances y límites. Eso requiere que abracemos la humildad y seamos sinceros con nosotros mismos. El filósofo francés, Jean-Paul Sartre, decía que «la libertad sin responsabilidad, no existe». Entonces, quien decide y no se hace cargo de las consecuencias, está fallando. Pero, Héctor, ¿qué sucede si pasan cosas que no esperaba tras la decisión que he tomado?, me podrán preguntar. ¿Quién es capaz de ver más allá del hoy? Hay cosas que precisamente no están en nuestras manos, pero que tenemos que «aprender sobre la marcha» y ver qué se puede hacer al respecto. Es interesante que ante la imposibilidad de decidir, uno se torne un indeciso, pero hay que tener cuidado con eso. J.P. Morgan decía que «los indecisos tienen tres clases de dificultades: las que han tenido, las que tienen y las que esperan tener».

¿A qué nos remite esto? A la expectativa. Y eso, una vez más, a la falsa idea de control que solemos albergar en nuestro más profundo deseo. No sé si desgraciada o afortunadamente, pero lo cierto es que no podemos pensar tanto la vida. Hay momentos en los que hay que decidir «de ya», y pues cuál tiempo para meditar. Es ahí donde la importancia de la experiencia de vida nos hace falta. ¿Pero qué pasa cuando no tenemos la suficiente experiencia como para atrevernos a decidir tan rápido? Precisamente para eso está la figura del otro. Hay que acercarse a aquellos que nos llevan ventaja en varios puntos y tomar sus consejos y opiniones con seriedad, respeto y agradecimiento. Cuando no sepamos qué hacer, por tanto qué decidir, no olvidemos que las preguntas se hicieron para ser contestadas, y que el otro puede que tenga algo que decirnos. Parte de la humildad, por tanto, es reconocer nuestros alcances y límites.

Un pequeño problema…

Sin embargo, hay que ser conscientes que como seres humanos partimos con cierta «desventaja», y eso es que en muchas ocasiones somos demasiado impulsivos. Nos dejamos dominar por las pasiones y luego las consecuencias de nuestras decisiones son enormes. En algunos casos, nuestra decisión se orienta en la falsa sensación de seguridad que tenemos porque nos sentimos muy capaces y «no necesitamos de la aprobación de nadie más». Sí, bueno, es importante tener confianza en uno mismo. ¿Pero qué clase de confianza se le puede tener a alguien que viendo que es peligroso hacer algo, sin pensarlo, corre y se avienta al riesgo sin más? Muchas de esas «enseñanzas» de la vida actual, tales como «sin miedo al éxito» y puntadas de ese nivel, desestiman mucho las propias inseguridades de una persona. Sí, hay que apuntalar hacia el éxito siempre, pero sin dejar de ser prudentes. La antigua enseñanza familiar se hace presente (al menos en México y América Latina ha de sonar mucho): «¿Si tus amigos se avientan, tú también lo haces?». No busquemos encajar en donde terminaremos por quedar fuera.

Friedrich Nietzsche decía que «los hombres no deciden por lo más racional sino por lo que les llena el corazón de resolución y de esperanza». Por supuesto que queremos pensar que las decisiones que tomamos serán lo mejor, pero insisto en que hay que entender que si no somos capaces de vivir con lo que hemos decidido, en el sentido de comprometernos y ser responsables con ello, mejor no hagamos las cosas o tomemos más tiempo para aprender cómo hacer las cosas mejor. Sí, ¿pero qué pasa cuando no hay tiempo? Vuelvo al punto mencionado más arriba: aprendamos a preguntar, a que nos puedan orientar. No está de más nunca decir «no sé», ¿qué terquedad hay en querer saber todo?

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