Un helado y una ocasión para vivir

Queridos(as) lectores(as):

En esta ocasión, quiero compartirles una de las tantas enseñanzas que mi papá me dejó. Justo me acordé de ésta en particular el día de hoy. Espero les guste y sea para ustedes una ocasión para vivir.

Para mi papá, el mejor helado del mundo era el de vainilla. En los últimos años de su vida solía decirme en las tardes «Hec, ¿y si me invitas un helado de vainilla?», a lo que con todo el gusto de mi corazón le decía que sí. Para esto, en la contra-esquina de mi departamento hay una heladería de cierta marca, por lo que nada más tenía que salir, cruzarme y listo.

Pero en una ocasión, mi papá me preguntó si me podía acompañar. Le puse su cubrebocas y le ayudé a ir por su helado. Al llegar, le ayudé a sentarse en lo que yo iba a pedir su helado. A lo que la señorita del lugar, que ya me conocía por lo del gusto de mi papá, me dice «joven, hoy no tenemos el helado de su papá», entonces me quedo mirando las otras opciones y vi que tenían napolitano (fresa, chocolate y vainilla). «Pues aunque sea ese tiene vainilla, así que por favor, deme un napolitano». Llego a la mesa con mi papá, ve el helado y sus ojitos se llenaron de alegría como si se tratara de un pequeño niño.

En un momento, se comienza a reír:

-¿Por qué te ríes?
-Jeje, es que Hec, hoy le ganamos a este lugar.
-¿Ah, sí? ¿Por qué lo dices?
-Yo nada más quería un helado de vainilla, y me dieron otros 2.

Así era mi papá. Así era quien fuera mi más grande maestro de vida. Muchas veces vamos por la vida pensando que sólo hay una cosa por hacer, que no hay opciones. ¡Pero vaya que las hay! ¿Por qué cerrarnos a una sola posibilidad y negarnos la ocasión de vivir? A veces, lo que más queremos es lo que más nos aleja de lo que más nos haría felices. Es cosa de pensarlo. Mi papá tenía claro eso, por eso es que encontraba siempre motivos para sonreír.

Te extraño y te quiero, pa’.

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