¿Y si lo que necesitas es humor?

«Un día sin reír, es un día desperdiciado».

-Charles Chaplin

Queridos(as) lectores(as):

Quizá nos hace falta más pensar en esto que tanta falta nos hace día tras día, sobre todo ahora que los tiempos nos hacen sufrir tantas cosas. ¿Es que las cosas malas nunca acabarán? Así como hay cosas buenas, hay cosas malas. Es inevitable, tiene que haber cierto balance. ¿Pero sabemos vivir las circunstancias de tal modo que éstas no nos vivan a nosotros? Encontrar un momento para reír a pesar de tantas cosas horribles hace que todo valga la pena.

Fue el propio Sigmund Freud quien en su brevísimo texto, El humor (1927), decía que se trataba de «un don precioso y raro». Muy al contrario de lo que mucha gente amargada piensa sobre la gente humorística, hay que ver en el humor justo una clave que ayuda a que la realidad que vivimos, no nos sea tan pesada y logremos encontrar creatividad para salir adelante a diario.

El humor es libertad

Freud dice: «El yo se rehúsa sentir las afrentas que le ocasiona la realidad; rehúsa dejarse constreñir al sufrimiento, se empecina en que los traumas del mundo exterior no pueden tocarlo, y aun muestra que sólo son para él ocasiones de ganancia de placer». Me parece que lo que indica el padre del psicoanálisis es que se trata de la capacidad que uno tiene de aferrarse a la vida (pulsión) a pesar del dolor y la tragedia. ¿Pero eso significa que no toma en serio lo que está viviendo? No, de hecho es todo lo contrario, es tan serio para el humorista que le encuentra un lado «risible» de modo que pueda vivirlo sin verse perjudicado en totalidad.

En el mismo texto, Freud hace una comparación especulativamente hablando respecto a un criminal que atrapan un lunes. No es lo mismo que diga «no me importa nada. ¿Qué interesa que ahorquen a un tipo como yo? El mundo no se hundirá por eso», a que diga «¡vaya, empieza bien la semana!». En el primer caso podríamos decir que nos encontramos ante una actitud que sentencia algo definitivo, quizá de un modo que muestre una cierta superioridad del yo frente a la situación adversa. Sin embargo, en el otro caso, el humor se presenta como aquello que busca afianzar el principio de placer a pesar de la circunstancia trágica. ¿Es acaso una actitud cínica? No, más bien el humor se muestra de un modo opositor pero que acepta al mismo tiempo. Es una disminución del sufrimiento al obtener cierta ganancia de placer en el momento.

¿Qué pasa cuando en México, por ejemplo, ahora que en septiembre parece ser que los temblores son una «realidad inevitable»? El pensamiento colectivo del mexicano apuntala hacia la actitud humorística para hacer frente a lo traumático, tan es así que hasta el nombre del mes cambia a «septiemble». Si bien en El chiste y su relación con el inconsciente (1905) Freud decía que el chiste era un modo de afrontar una realidad dolorosa, más tarde evalúa la situación y advierte que el humor es algo más vital, algo que permite ser para seguir siendo sin dejarse afectar del todo por lo que está sucediendo. Es saberse reír de uno mismo ante algo malo. «Tómate con humor las cosas», dirían las abuelitas.

El superyó y el humor

«¿Tiene algún sentido decir que se trata a si mismo como a un niño, y simultáneamente desempeña frente a ese niño el papel de adulto superior?». El superyó es la instancia psíquica que trae al yo, de un modo, como si se tratara de una figura parental con poder sobre un niño. Es el vasallaje del que parece ser el ser humano no puede librarse tan simplemente. La relación que tiene el humor con el superyó, y que me parece que es una forma muy bonita de tratarlo por parte de Sigmund Freud, es a modo de acción que señala al mundo exterior y que con autoridad hace sentir al yo indefenso cierta confianza y seguridad al decir «véanlo: ese es el mundo que parece tan peligroso. ¡Un juego de niños, bueno nada más que para reírse de él!».

¿Qué pasa cuando un pequeño tiene miedo por algo del mundo? Alguna figura de autoridad se acerca y le hace ver que las cosas no son tan terribles como se creen. Pienso, por ejemplo, cuando los niños tienen miedo a la oscuridad o a un armario abierto en la noche. ¿Qué hacen mamá o papá? Le indican que no hay nada que temer, hasta en ocasiones hacen algo «chistoso» para que el niño pueda quedarse con la tranquilidad de que nada le podrá pasar. La risa ayuda a relajar o disminuir los niveles de tensión ocasionados por el miedo. Así, en palabras de Freud: «Si es de hecho el superyó quien en el humor habla de manera tan cariñosa y consoladora al yo amedrentado». Pero los papás no están todo el tiempo, por eso es que el superyó, con la ayuda del humor, nos ayuda a perder el miedo, apostando por el principio de placer que ayuda a nivelar las cosas.

Deja un comentario