Ghosting o el desaparecer

«Él no está aquí; pero en la distancia comienza el murmullo de la vida, y como un fantasma entre la lluvia rompe el nuevo día sobre las calles desiertas».

-Alfred Tennyson

Queridos(as) lectores(as):

Hace poco escuché a una persona decirle a otra «te han aplicado el ghosting«. Debo confesar que dicha noción nunca la había trabajado como tal, pero cuando me puse a investigar de qué se trataba, identifiqué algunas conductas que son muy comunes, sobre todo en los últimos años, de escuchar en los pacientes cuando acuden a su análisis. Quizá es una de las acciones más difíciles, tristes y dolorosas de tolerar y/o aceptar, ya que hablamos de un duelo muy particular que nos remite a la «muerte violenta» de una persona pero que, en este caso, es la desaparición violenta en vida sin explicación alguna.

¿Qué ha sucedido? ¿Qué hice? ¿Qué no hice? ¿Qué dije? ¿Qué no dije?, un sin fin de preguntas que sólo generan una tremenda angustia en las «víctimas» y que no encuentran, en la mayoría de los casos, respuesta alguna, generando estrés, ansiedad, depresión, aislamiento social, miedo a generar nuevos vínculos, etc. El ghosting es una acción que ocasiona problemas que varían entre los individuos, pero que conducen a situaciones que no hay que dejar de atender.

¿Qué es el ghosting?

La noción la traemos del inglés, misma que se deriva de ghost (fantasma). Forzando un poco la traducción, podríamos considerar «imagen o espectro fantasmal». Entonces, hablamos de un rastro, de algo que está pero ya no está. Una complejidad lingüística que encuentra mayor explicación en el fenómeno como tal: queda de la persona lo que fue. Un recuerdo en sí mismo doloroso y triste. Ahora bien, este comportamiento es de alguien que sin decir nada, sin dar una advertencia, de un momento a otro desaparece de la vida de alguien más. Corta toda relación y «desaparece» de todo posible contacto. Erróneamente se piensa que sólo sucede en una relación amorosa, sin embargo, esto sucede precisamente en cualquier tipo de relación. ¿Pero por qué sucede? Habría que analizar, como siempre, caso por caso, pero podemos hacer una cierta apuesta que es un perfil compartido de quienes tienen dificultades para relacionarse por largo tiempo y con seriedad con los demás. Evidentemente hay inseguridades y miedos de por medio, que se vuelven tan insoportables que encuentran en la «huída y en el desaparecer» la respuesta para lidiar con ello.

¿Entonces se puede justificar el ghosting? Por supuesto que no, sólo sirve para entenderlo. Sin embargo, hay que aclarar que tal como lo mencionaba anteriormente, deja en una situación muy vulnerable a la víctima. Hacía la comparación con la «muerte violenta» de una persona querida, que en el duelo nos deja sumidos en una profunda tragedia, sin explicación alguna que nos pueda «consolar». Al no existir motivos o razones de por medio, la víctima sufre en soledad esa terrible desolación. En algunas ocasiones, las personas que aplican el ghosting pueden volver a hacerse presentes, con una actitud que pareciera que no son conscientes de lo que hicieron ni de lo que ocasionaron (hasta parecerían cínicos con ello), pero que innegablemente tendrán un tremendo sentimiento de culpa y remordimiento. En otras, lo cierto es que su desaparición se da para toda la vida.

La naturaleza del fantasma

En la Guía del viajero intergaláctico (1979), el escritor y guionista británico, Douglas Adams, dice: «Entonces, ¿qué es un fantasma?. Creo que un fantasma es alguien que murió de forma violenta o inesperada con un asunto pendiente entre manos. Que no puede descansar hasta que lo haya acabado o solucionado». Esa desaparición violenta, en efecto, nos habla de un profundo temor que existe en quien practica el ghosting. Ciertamente se trata de una «manera fácil» de poner fin a un vínculo o a una relación. ¿Pero qué hay de por medio en esto? El ghosting facilita las cosas al no someter a obligación alguna a expresar ningún sentimiento o emoción y menos tener que pensar en las del otro. Aquí hablamos de un cierto egoísmo que no posibilita el ver más allá de uno, sentenciando al otro a lidiar con lo que le está provocando. Un colega psicólogo habla mucho sobre la negligencia afectiva.

Es interesante analizar lo que otros expresan con suma facilidad respecto a las personas que aplican el ghosting, cosa que podríamos ver como «perfectamente entendible». En muchas ocasiones se les tacha de personas inmaduras, irresponsables, narcisistas e incluso hasta carentes de educación y tacto. El dolor habla por uno, me parece. «Es que yo nunca haría eso», suelen repetir. Y puede ser que sea cierto. Pero tal como lo promovemos constantemente en el psicoanálisis, habría que atender caso por caso. No todos gozamos de una correcta formación emocional, sentimental, etc. Insisto, no se trata de justificar, sino de tratar de entender esta dolorosa acción.

Rescatando a la víctima

En definitiva la víctima queda en una situación muy vulnerable y delicada, con un profundo dolor y tristeza que puede llevarlo a otras situaciones de riesgo. Hay que comprender que esto afecta mucho más a personas con baja autoestima, con problemas de ansiedad y aquellas que «son extremadamente sensibles». No es para menos, después de todo hablamos de que han jugado con ellas y las han lastimado. Jugar con el corazón de las personas, es un pecado imperdonable (dice el personaje del manga/anime Seven Deadly Sins, Escanor). Es por eso que la persona que ha sufrido el ghosting tiene que saber lo siguiente:

  1. Al no tener mayor información sobre lo sucedido, NO ES NECESARIAMENTE SU CULPA. Hay que ser más empático con uno mismo y menos exigente y cruel.
  2. Hay que aceptar que se trata de un duelo y que hay que entrar a un proceso para poderlo ir superando gradualmente.
  3. Que no se llene la cabeza con pensamientos negativos sobre la persona ausente, ya que por lo mismo, al no saber qué ha sucedido, no se puede juzgar con facilidad. Hay que sólo aceptar y trabajar con lo que es propio.
  4. Buscar ayuda, de preferencia profesional para garantizar una escucha neutra, y poder hablar sobre el tema. NO ES CUALQUIER COSA, una vez más, estamos hablando de UN DUELO.

En muchas ocasiones, es factible entender que se trate de localizar a la otra persona y tratar de obtener respuesta, pero mi querido(a) lector(a), también es importante tener en cuenta la dignidad de uno y no dejarse someter por actos desesperados que sólo ocasionan humillación y dolor. Quizá sea conveniente fijar un cierto número de oportunidades para recuperar el contacto, pero pasado del mismo, ya no es conveniente. Hay que aceptar las cosas, aunque nos duela profundamente.

Sí, sé que no es justo, que es una grosería y todo lo que gustes agregar, pero recuerda una cosa: es mejor sufrir una injusticia que cometerla. No llenes tu corazón con resentimiento, sólo vas a empeorar. Date la oportunidad de vivir este duelo y no pierdas contacto con el mundo. Hay mucha gente que te quiere y que te piensa, y que quizá esa persona realmente no te convenía tenerla a la larga en tu vida. Mi querido amigo Martín me compartía ayer algo que también ya había escuchado anteriormente y que se piensa desde el aspecto religioso: «La persona que ya no está en tu vida es porque Dios escuchó cosas que tú no».

Si estás pasando por algo así, te abrazo y espero que salgas adelante y sólo sea un mal recuerdo, pero que no te paralice y que puedas seguir viviendo con pasión cada día. «Los días están llegando» y tú con ellos.

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