Carta a una persona confundida

Querido(a) lector(a):

He querido escribirte esta pequeña carta porque quiero decirte que, de un modo u otro, te entiendo. Que los días han sido complicados: pandemia, crisis laboral, crisis económica, cambios políticos brutales, violencia, etc. ¿Qué hacer? ¿Se puede hacer algo? Quizá sean unas de las tantas preguntas que te formulas a cada rato, día con día. Y puede ser algo en verdad desesperante, porque parece que no hay respuestas suficientes o al menos que sirvan para contestar de algún modo la intriga del malestar tuyo y el de los demás. Los días están por llegar, ¿qué días? ¿cuándo? Es que siempre está llegando algo y también nosotros. Me parece que fue hace unos días cuando escuchaba a un paciente decir «es que parece que estoy sobreviviendo». Se quejaba dolorosamente. ¿Qué puedo hacer? -me preguntaba esperando que le respondiera-. Por un momento guardó silencio y no hizo sino llorar… Creo que eso era lo que en verdad necesitaba hacer. Después continuamos la sesión y algo había cambiado, ya no era el mismo ser doliente, al menos ya no se notaba tanto y pude escuchar unas bromas y notar una breve pero sincera sonrisa en su rostro al finalizar.

¿Por qué nos aferramos a una vida Disney? Es decir, por qué nos ponemos tercos de modo que nos exigimos cosas que son simple y sencillamente muy complicadas, a veces hasta imposibles. Hay que entender que, como decía Frieda Fromm: «No te prometí un jardín de rosas». Hay demasiada expectativa en nuestros días y muy poca realidad. Hay quienes dicen que es ser pesimista al pensar así, pero no, al contrario, es mostrarse fiel a no intentar ver cosas que no hay, cosas que no son, y precisamente quedarnos con lo que hay y aprender a hacer las cosas posibles en su tiempo y en su circunstancia. Nos confunden tantos mandatos sociales que están pensados para unos pero que, de un modo burlesco, se vuelven exigencias para todos. ¿Por qué creemos que necesitamos dinero para poder dar una larga y bonita caminata? ¿Por qué pensamos que descansar es no hacer nada? Hay cosas que debemos aprender a decirlas por su nombre y a vivirlas tal como son. ¿No quieres salir a caminar? ¿Prefieres quedarte en casa? ¿No quieres ver a nadie? Pues no hagas nada de eso, date la oportunidad de ser tú y de escuchar lo más que puedas tu deseo. ¿Quieres ver a alguien pero no sabes exactamente por qué? Búscale y descúbrelo. Dicen que también hay que saber escuchar a nuestro corazón, ¿por qué no hacerlo?

Sé que puede que estés pasando por un momento en el que sientes que el mundo se te cae a pedazos, puede ser que así sea, pero hay cosas que puedes descubrir en esto. Habrá personas que se irán, otras que llegarán, descubrirás nuevas oportunidades o te darás cuenta que la solución la tienes arrinconada por ahí. Desespera, pero no te rindas. Resiste. Si una flor se marchita en el jardín, no significa que no haya más que mirar. La vida está ahí, hay que vivirla. Hay que aprender cosas nuevas, descubrir nuevos lugares, aprender a ver el mundo de las posibilidades (reales) y darnos la oportunidad de arriesgarnos. Hay y habrá momentos en los que no se pueda hacer nada, ¿para qué forzar las cosas? No perdamos en cuenta que uno hace lo que puede con lo que tiene. Habrá lágrimas, habrá llanto, pero siempre hay esperanza. La familia, los amigos, los alegres conocidos son ocasiones de auténticos encuentros. Hay que abrir el corazón y dejarse sorprender.

Resiste, que vamos muchos en el mismo camino y siempre habrá quien te ayude cuando ya no puedas. Confía.

¡Saludos!

Héctor

P.d.: ¿Qué te hace feliz? Quizá empezando por ahí…

2 respuestas a «Carta a una persona confundida»

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