Apegados al Tiempo

«Más vale perder un minuto en la vida, que perder la vida en un minuto»

-Proverbio español

Queridos(as) lectores(as):

Atendiendo a la sugerencia que me ha hecho Jirel, quisiera que nos tomemos un momento para hablar sobre el tiempo. ¿Pero cómo podemos hablar de algo que desconocemos en realidad? Es decir, toda medida del tiempo que tenemos es meramente una invención humana. Recordemos que para Immanuel Kant, tanto el espacio como el tiempo son intuiciones puras del ser humano. Podemos hablar del pasado y del futuro en tanto que nos encontramos en el presente. Estamos «atrapados» en el ahora, en tanto que el ayer se habla a partir de los recuerdos y el futuro se espera a partir de la expectativa.

Percibimos el tiempo a modo de que pensamos que los fenómenos o hechos se van desarrollando a lo largo de intervalos sucesivos. Fue gracias a Albert Einstein con su Teoría de la relatividad con la que se invalidó, de cierto modo, al tiempo como una constante universal. David Hume nos aporta, con sus estudios sobre la perspectiva, que cada ser humano es capaz de mirar lo mismo sin estar mirando lo mismo. ¿Confuso? No, es simple, cada uno de nosotros percibe las cosas según su propia experiencia. Por ejemplo: un adulto puede ver un auto de carreras, conociendo sus partes, su capacidad, sus dimensiones, etc., mientras que para la mirada de un niño pequeño, lo que está ahí es un «rrun-rrun». Justo así pasa con el tiempo: cada uno lo percibimos de manera distinta. Lo que para unos se puede pasar muy rápido, para otros es quizá demasiado lento.

El movimiento y la consciencia

Siguiendo lo planteado por Einstein, debemos considerar que de lo más importante en lo relacionado con el tiempo es el movimiento. El ser humano experimenta el tiempo a modo de un flujo continuo, por lo que existe lo que conocemos como «espacio-tiempo». Si podemos sostenernos en esto, podríamos entender que el aquí y el ahora es justo el presente al que llegamos de otro presente que recordamos como el pasado y que avanzamos a otro presente que especulamos como futuro. Sin el movimiento, no podemos entenderlo. La física cuántica, en sus novedosos estudios, cada vez se acerca a la confirmación de que el tiempo no es más que una ilusión.

De hecho, es curioso, porque si recuperamos la idea de inmortalidad en el mundo griego clásico, ellos apostaban a que los recuerdos inmortalizan a los hombres, los sucesos, etc. Por eso es que hablamos de Historia, y cuando lo hacemos estamos teniendo presente lo que ocurrió miles de años atrás. ¿Será que el tiempo entonces está ligado directamente con el lenguaje? Así es, al menos eso es lo que vamos descubriendo. Porque nosotros hablamos sobre el tiempo, no del tiempo. Hablamos entonces de la necesidad de una consciencia observadora, es decir, sin quien observe o sea testigo, no pasa nada.

Sin caer en terrenos de la Física, podemos acercarnos a una evolución de la consciencia que percibe un ahora determinado entre la gama de posibilidades que existen. De ahí que se hable de cosas tales como el famoso multiverso. Pero no hay que desestimar esto de la consciencia observadora, ya que nos es imposible desmentir eso de que «si no lo veo, no pasa». Y caeríamos en un debate metafísico, incluso teológico, interminable. De hecho, para San Agustín de Hipona, tener clara la diferencia entre la esencia divina (la eternidad) y la esencia humana (lo contingente), le permitió comprender más lo que conocemos como finitud.

Percepción y arreglos

Hace unos días estuve visitando algunos museos. Me pareció llamativo quedarme a contemplar algunos fósiles. Mi papá una vez me explicó que lo que veíamos realmente era una configuración neuronal, en tanto que si recordamos algo del pasado, lo recordamos ahora; por lo que si vemos objetos del ayer lo que estamos realmente observando es un arreglo anatómico del objeto hoy. La consciencia observadora, por tanto, me permite que el fósil que veía en el museo sea lo que es hoy, no ayer. Esta capacidad es propia del ser humano, mas no de otro animal, al menos no tenemos evidencia científica que nos contradiga hasta ahora.

Regresando a Kant, él planteaba un experimento mental que me parece muy interesante realizarlo en este momento. Él decía que no podíamos pensar nada fuera de las intuiciones puras que son el espacio y el tiempo. Por ejemplo, pensemos en una manzana. ¿Cómo la pensaron? ¿De qué color? ¿Sobre qué? ¿En dónde? ¿Cuándo? Etc. De hecho, aquí agregamos el factor de la imaginación para poder recrear esa manzana determinada de cada uno de nosotros. Pensando incluso en aquellas cosas que «no logramos recordar con exactitud», no es de sorprendernos que empleemos incluso la fantasía para rellenar esos espacios mentales. Pero para ello también nos ejercitamos en el espacio y tiempo de nuestra propia consciencia observadora.

Delirio por el tiempo

Desde que lo leí en mi adolescencia, El perseguidor de Julio Cortázar me atrapó. En ese cuento, inspirado en la vida de saxofonista, Charlie Parker, el escritor argentino tiene demasiadas consideraciones respecto al tiempo que detallan un cierto delirio que el ser humano tenemos sobre el mismo. Johnny, uno de los personajes más irritantes dentro de la literatura universal, ve el tiempo no como una necesidad, sino como un mero formalismo:

«[…] Pasado mañana es después de mañana, y mañana es mucho después de hoy. Y hoy mismo es bastante después de ahora, en que estamos charlando con el compañero Bruno y yo me sentiría mucho mejor si me pudiera olvidar del tiempo y beber alguna cosa caliente«.

En la clínica psicoanalítica, podemos ver con mucha claridad cómo el tiempo es uno de los grandes malestares en tanto que hay arrepentimientos y profundas frustraciones que se ven arrastradas con el «pasado, el presente y el futuro», pero que en ese espacio analítico, pareciera no tener una medida exacta en el discurso del paciente. Incluso, es curioso que muchas veces se inicia la sesión con mucha impaciencia y se termina con un desánimo brutal por la «rapidez» con la que ha concluido o con lo «tardado» que ha sido.

Sea como sea, el tiempo sigue siendo una noción que nos tiene a todos muy atrapados. No pienso que algún día nos «libraremos» de su «cruel yugo», pero sí me parece importante que cada uno de nosotros tratemos de ver que, tras ese fondo temporal, lo único que tenemos es vida y que no sabemos cómo ni cuándo dejaremos de tenerla. Quizá nos inmortalicen con los recuerdos y es por ello que queda siempre camino por andar…

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