Y tú… ¿sufres porque quieres?

«Si amas, sufres. Si no amas, enfermas»

-Sigmund Freud

Queridos(as) lectores(as):

Antes de comenzar este encuentro, me gustaría compartirles una cita del Dr. Arnoldo Kraus, Dolor de uno, dolor de todos:

«Predecir y medir las respuestas provenientes de los sentimientos ‘del alma’ no es materia sencilla. Cuestiones cotidianas ejemplifican la incapacidad para explicar los claroscuros del alma, ¿por qué el enamoramiento?, ¿por qué enloquecerse por la de allá y no por la de acá?, ¿por qué sentirse atraído por la hermana gemela con el pelo rizado en lugar de la del pelo lacio?, ¿por qué es imposible explicar el dolor del abdomen?, ¿por qué el deseo? […] Los lenguajes de la empatía, de la fraternidad, del odio y del dolor son meandros fundamentales del alma, propios de cada individuo, de la arquitectura que se traza y se modifica conforme transcurre la vida».

Perdonen si la cita es un poco larga, pero me parece que abarca muchos puntos importantes que en este encuentro habremos de buscar tratar de la mejor manera posible. El simple hecho de escuchar un «sufres porque quieres», demuestra una falta de sensibilidad, tacto, amor y real preocupación de quien lo expresa. No podemos decir que todos están obligados a tener profundos conocimientos (al menos básicos) de teorías psicoanalíticas o psicológicas, pero lo que es imperdonable es la frialdad y esa apática manera de responder ante alguien que nos comparte su dolor.

Siempre hay una razón (o más)

La frase con la que inicié este encuentro es de Introducción al narcisismo. Quizá es una de las más conocidas de Freud, pero al mismo tiempo de las que menos se consideran. Empecemos por entender que todo dolor tiene una ligazón con el amor. Y viceversa, de ahí que surja la sabiduría popular a decirnos «el amor es triste». Cuando una persona sufre, puede ser por varios motivos, mismos que al nos ser experimentados por nosotros, podríamos llegar al atrevimiento de juzgarlos: es que es una tontería, es que no vale la pena, ¡por favor, ni que fuera la gran cosa!… madura, ¿quieres? Etc.

Hay que considerar que nunca es fácil abrir el corazón para compartir cosas tristes o dolorosas, ya que existen ciertas resistencias de por medio (frustración, miedo, desconfianza, etc). «¿Qué pensará de mí si le digo que estoy triste?», por poner un ejemplo. Cuando la persona logra, tras una conflictiva lucha interna, romper esas resistencias y expresar sus sentimientos, y lo que recibe son regaños, comentarios burlescos, e incluso que hagan menos lo que siente, se va generando una idea silenciosa y profundamente dolorosa: no les importo.

Esa expresión, «sufres porque quieres», la he escuchado mucho en los últimos meses y he visto a quienes la reciben cómo pasan momentos de tremenda angustia, tristeza y depresión. De hecho, recientemente me enteré que a una paciente, una «amiga» suya, que se dice profesional de la salud mental, al comentarle una situación por la que está atravesando, le contestó con eso. ¡Y ya me imagino de qué modo! No piensan, no alcanzan a dimensionar la responsabilidad emocional, mental y hasta física que están generando por parte de a quien se lo dicen con esa apatía tan miserable.

Hacer consciente lo inconsciente

Esta es la tesis principal del psicoanálisis. ¿Pero para qué sirve exactamente? En su libro, Los perversos narcisistas, Jean-Charles Bouchoux nos dice lo siguiente: «Cuanto mayor es el encuentro con nuestro inconsciente, menos utilizamos los mecanismos de defensa y más ganamos libertad. Ya no estamos guiados por fuerzas inconscientes que se nos escapan, sino por motivaciones reales, o que nos lleva hacia la vía de la resiliencia». Si lo traducimos a un lenguaje filosófico, específicamente socrático: conocerse a uno mismo. Por ello es que aceptar nuestra falta es no tener nada que ocultar.

Para poder entender, o al menos dar ciertas explicaciones sobre nuestro dolor o sufrimiento, tendríamos que hacer un sincero análisis de nuestra vida. Poder dar con pistas que nos ayuden a entender por qué hay cosas que nos afectan tanto, que nos perturban, que hacen que algo aparentemente distinto nos perjudique de una forma tan dolorosa. Por eso es necesario que exista una escucha neutra para ello: por una parte, no nos darán por nuestro lado haciéndonos escuchar «lo que queremos», y por la otra, no seremos víctimas de los problemas y dolencias que el otro proyecta, quizá de manera inconsciente, en nosotros.

Nadie sufre porque quiere, es una realidad que tenemos que entender. Tengamos mayor empatía, amor, cariño y ternura ante el otro que se acerca con fe y esperanza a nosotros, buscando encontrar consuelo o palabras que le ayuden a encontrar paz durante la tormentosa tempestad en su vida. Nunca está de más un abrazo, pero siempre una escucha atenta y cariñosa puede salvar vidas.

¿Te gustaría comenzar tu análisis? Te escucho… no estás solo(a)

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