La depresión y la falta

Para A.

Queridos(as) lectores(as):

Hoy en día es demasiado común escuchar: me encuentro deprimido. Y parece ser algo que todavía se debate entre aquellos que dicen «échales ganas» y los que hacen menos ese hecho. Me parece que es tanta la deformidad interpretativa que genera dicha noción, que precisamente descuidamos que estamos hablando de una falta.

Es decir, la depresión en ningún momento es sinónimo de tristeza. No, porque en sí la depresión es la falta o ausencia de ánimo, mismo que puede deberse a varios factores desde lo biológico, lo social, etc. Pero también consideremos que es la falta de interés e incluso de pasión por las cosas. Por tanto, aunque la depresión sea algo que se diagnostica después de una revisión médica (que en su mayoría se trata de los neurotransmisores), no es ni será nunca algo tan definitorio que lo podamos incluir dentro de un sentimiento determinado.

La falta de esperanza

La pérdida de interés o pasión por la vida tiene una génesis muy particular y, por supuesto, muy subjetiva. Es decir, la depresión no se contagia. De hecho, si nos orientamos por la etimología latina de la palabra, que es depressio/depressionis, entendemos que se trata de un hundimiento, pero específicamente de «una zona de hundimiento». La ley de los cuerpos nos dice que dos cuerpos no pueden ocupar el mismo espacio al mismo tiempo, por lo que el hundimiento del sujeto se da en su propio centro.

Esta falta de interés nos conduce a una confesión silenciosa que nos habla sobre la pérdida de la esperanza. Hablando de esto último, es curioso, pero importante hacer notar que la esperanza es un «no saber», es decir, es algo que «no sabremos si pasará, si lo tendremos, si llegará, etc». Pero nos aferramos al lado optimista sobre algo que no depende de nosotros, al menos no al 100%.

El muy querido Julio Cortázar, definía la esperanza de este modo (lo parafraseo): «Es que la esperanza no nos pertenece a nosotros, le pertenece a la vida, pues no es otra cosa que la vida defendiéndose a sí misma». ¿Recuerdan los encuentros anteriores en los que hablábamos sobre la negación de la vida? Es como si la vida nos dijera: «Espera, calla, que así es esto, pero no es todo». El problema yace en que no escuchamos lo que la vida nos dice, ¡lo que nos grita! Todavía hay algo más. Sin embargo, ¿por qué nos deprimimos a cada momento?

Aquello que no era mío

Si yo les preguntara, ¿qué aman de la vida? Estoy seguro que me podrían decir un sinfín de cosas. Habrían respuestas que coincidirían: a los amigos, a la familia, comer, bailar, la música, a la pareja, etc. Y otras que serían «disparates» para los demás. Hay quienes aman incluso aquello que es insignificante o que al menos eso creemos: caminar, silbar, tararear una canción, ver el cielo, etc. Sin embargo, la depresión nos aleja de aquello que decimos amar porque, después de todo, «de qué sirve esto para lo que estoy pasando». Ese notable desprecio por aquello que nos apasiona, no es más que el producto de un malestar social que nos hace ver tan poca cosa lo nuestro. Y entramos al terreno de la insana comparación, terca y aguerrida, con la vida de los demás. «Es que ellos hacen lo que les gusta y les va bien, yo lo hago y parece que no pasa nada». Pero sí pasa, y mucho.

La depresión, como veíamos al principio, se ha caracterizado por la ausencia o falta de estado de ánimo. Ni somos felices ni estamos tristes. «Ser y estar». Pero, ¿es que acaso tenemos que ser y estar siempre de alguna manera? ¿No se puede simplemente ser y estar, así sin agregar algo más? El problema que yo veo al menos en esto, es una exigencia frenética de nuestra cultura a tener que ser o estar según los estándares establecidos. «Es que no estés triste, ¡debes ser feliz!» Semejante atrevimiento es un atentado contra la vida de cada uno. Hasta en eso se quieren meter con nuestra subjetividad. Y no, no hay que hacer caso.

La depresión que me aleja de mí

Ahora que estoy escribiendo esto, me pongo a pensar si no es que la depresión lo único que hace es ponernos en falta de nosotros mismos, como si no fuera suficiente lo que somos. ¿Qué somos? Lo que estamos siendo. Hoy sonreímos, mañana lloramos, la vida es así ya que no goza de ninguna lógica y de ninguna ley que disponga el acontecer de cada uno de nosotros. Es absurdo pensar que porque soy buena persona, me pasarán cosas buenas, y viceversa. Gustave Flaubert dice que «cuidado con la tristeza, es un vicio». Así como lo puede ser la alegría. Y es que, una vez más, la negación de la vida es no aceptar los tiempos que nos tocan vivir, con todos su matices e instrucciones. Si hay que sonreír, sonreiremos; si hay que llorar, lloraremos.

Si nos vamos a exigir algo en esta vida es precisamente vivirla. ¿Cómo puedo ser mejor? ¿Cómo puedo hacer mejor las cosas? ¿Es que tengo que cambiar acaso para que me vaya mejor? Son preguntas tan insistentes, que no es de sorprender que nos pongan en un estado permanente de ansiedad y desesperación. Pero en la ansiedad y en la desesperación olvidamos que hay una acción por hacer. Y esa acción depende de nosotros. Si quisiéramos recuperar el interés o la pasión por las cosas que decimos amar, me parece preocupante que estemos esperando que alguien más nos diga cómo hacerlo. La sinceridad con uno mismo es vital. «Es que amo bailar pero no tengo ganas de hacerlo», ¡pues no bailes ahora! A veces, la vida es tan simple que nos resulta imposible de creérnoslo. Recuerden: todo a su tiempo y a su ritmo. No hay prisa.

Mi poema favorito

Hace unos días, platicaba con una querida amiga con quien comparto el gusto y amor por la poesía. Llegó un momento en el que le hablé sobre mi poema favorito. Tal como se lo dije a ella: «Este poema lo guardo en el corazón y lo recito en voz baja para recordarme por qué late cuando siento que estoy por rendirme». Y quiero compartirlo con ustedes, esperando se vuelva al menos uno de sus poemas favoritos de hoy en adelante.

Oración a la vida

Ciertamente, así ama un amigo a otro.

Como yo te amo a ti, hermosa vida.

Si en ti me alegré o lloré así te amo, Vida,

con tu felicidad y tus penas.

Y cuando tú misma hayas de liquidarme,

me separaré con dolor, con el mismo dolor

que un amigo se aleja del regazo de su amigo».

Lou-Andreas Salomé

Y como alguien que también padece de depresión, lo único que les puedo decir es que he encontrado la «cura» compartiendo con los demás mis pasiones y ellos las suyas conmigo. Al final de cuentas, en esta vida estamos muchos.

No están solos, cuentan conmigo.

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