Queridos(as) lectores(as):
Espero que estén bien. He recibido mensajes de su parte preguntando por qué ya no he escrito nada en estas últimas semanas. Les comparto que mi papá falleció el miércoles 21. Ya era grande y tenía varios problemas de salud, pero su partida fue en paz y sin sufrimiento. Agradezco a mis amigos, familiares, ex alumnos, colegas, etc., por todos sus gestos generosos de amor y respeto, primero hacia mi papá, y por su cariño y compañía para conmigo.
Pero la vida debe seguir, por eso es que las crónicas también deben seguirse redactando. En esta ocasión, como bien advierte el título, retomaré lo que ya hace tiempo mencioné brevemente sobre aquella escuela filosófica conocida como estoicismo y cómo puede ayudarnos a lidiar con la «difícil vida».
Notas estoicas
Recordemos un poco sobre esta escuela. Su fundador fue Zenón, quien por el año 300 a.C. visitó Atenas, proveniente de la isla de Chipre. En aquellos años, se estaba dando lo que conocemos como la época helenística de la Filosofía, es decir, varias escuelas fueron fundándose a partir de las enseñanzas de Aristóteles, Platón y demás filósofos griegos clásicos.

Zenón fue aprendiendo de las diversas escuelas, sin embargo, se empeñó en la empresa de crear la suya. Para esto, encontró en la Stoa Pintada, un pórtico en el centro de Atenas, el lugar indicado para ello. Sus alumnos se conocieron, precisamente, como «estoicos». ¿Qué significa stoa? Grosso modo, columna. Y esto tendrá que ser tomado en cuenta para entender la postura de la filosofía de Zenón. Si bien fueron sus alumnos, Cleantes y Crisipo, quienes ampliaron el conocimiento de sus enseñanzas, no tenemos ningún texto de ellos en la actualidad. Tuvieron que pasar varios años para que el estoicismo encontrara en los filósofos romanos una mayor difusión. Pensamos específicamente en tres: Séneca (maestro de Nerón), Epicteto (un esclavo que logró obtener su libertad) y Marco Aurelio (emperador romano). ¡Qué vidas tan distintas!
Pero, ¿qué enseña el estoicismo? Sin duda sería interesante e importante hacer un gran resumen de las ideas de esta escuela, pero vamos a limitarnos a decir lo siguiente (pidiendo perdón a mis colegas filósofos que lleguen a leer esto por mi atrevimiento): ¿cómo ves la vida? Tal cual, el estoicismo es una invitación a una profunda reflexión de cómo participamos de y en la vida. Podemos decir que es una visión de la filosofía como terapia para nuestra mente. De hecho, no es nuevo, ya que Sócrates sostenía que la Filosofía se encargaba de curar nuestra alma. (Podemos agregar aquí que el estoicismo debe ser considerado como una columna de la psicología, el psicoanálisis y demás psicoterapias).
No despreciemos la mente
Hace poco, sostuve una brevísima plática en una red social con una mujer a la que sigo. Ella en una de sus stories compartía que pasaba por momentos de depresión e invitaba a sus followers a que no descuidaran su salud mental. Además de felicitarla por brindar ese consejo tan valioso en una época tan complicada, se prestó la oportunidad para que ella, generosa y valientemente, me compartiera un poco sobre su padecer. Por ello es que también me animé a escribir sobre esto. Gracias, querida A.

Curiosamente recordé un librito que se volvió popular hace ya varios años, mismo que era prohibido por muchas mamás mexicanas porque era de los Simpson’s, de esos «dibujos del demonio». El libro en cuestión se llamaba Guía para la vida, y el autor era el mismísimo Bart Simpson (El Barto). Evidentemente el contenido era pura broma y cosas irreverentes, pero no dejaba de ser algo llamativo y no dudo que uno que otro tema haya servido para muchas cosas a incontables personas. Yo guardaba mi copia bajo la cama para que no desapareciera como la primera copia que tuve…
Pensando en A, así como en varios de mis conocidos que me han reconocido una «manera estoica de llevar el duelo por mi papá» (cosa que me sorprende que lo digan), quise volver a escribir sobre eso, porque es cierto que la Filosofía, sobre todo la Clásica, tiene mucho que aportar para nuestra vida moderna.
Muchos de nuestros pensamientos que nos dan vueltas y vueltas en la cabeza a diario (hay quienes le llaman ansiedad), tienen una génesis en nuestra imaginación, en nuestra fantasía o en nuestra manera desesperada en la que vivimos. ¿Cuántas veces nos preocupamos por cosas que o no han pasado, que no van a pasar, que ni siquiera tienen que ver con nosotros, etc.? Esto deviene en emociones negativas que nos consumen a modo de crisis depresivas o existenciales (si nos arriesgamos a jalar de ese hilo). Se nos olvida que no todo está bajo nuestro control, que no todo está en nuestras manos, y pasamos a hacernos responsables de cosas que, como diría un profesor de la carrera, «si no tenemos comezón, para qué nos rascamos». Esto nos habla del modo en el que participamos del mundo, del modo en el que el exterior nos afecta y demuestra que nuestro interior no está lo suficientemente fortalecido.
Seamos stoas
Cuando daba a los estoicos en las clases de Filosofía de mis alumnos en la prepa, me gustaba decirles que aprendiéramos a ser stoas o columnas, que fuéramos fuertes y resistentes ante «la marea, la adversidad y los desastres». Muchos de ellos solían quejarse y se consolaban a sí mismos diciendo de mí que era «insensible y poco empático» sobre las cosas al actuar de ese modo. Pero lo que me esforzaba porque entendieran no era esa actitud fría y «desinteresada», al contrario, el estoicismo nos ayuda a canalizar nuestras pasiones, a medir nuestras emociones, a conocer nuestros límites y alcances en esta vida.
¿Qué haces si ves que viene un coche a mil por hora hacia ti? Te quitas. ¿Y si no puedes? Te mueres o quedas muy mal herido. Es decir, debemos aprender a lidiar con la vida y con sus circunstancias, ser conscientes de lo que podemos o no hacer, de aprender a valorar nuestras capacidades y las oportunidades que tenemos para aprender para no sólo ser mejores, sino hacer mejor las cosas. Precisamente la gran virtud que fortalece el estoicismo en cada uno de nosotros es la phronesis o prudencia.

Esto último es la llave para entender el gran mérito de la escuela estoica y que ya habíamos mencionado con anterioridad: muchos problemas de la vida lo son por la manera en la que los vemos, por la manera en la que los hacemos realmente problemas. La prudencia es una virtud que encara a la vida, que pone el freno para no aventarnos a lo tonto y ponernos en riesgo. Esto pasa mucho con la depresión, ya que ese volver a nosotros mismos y dolernos por «lo miserable que puede ser la vida», nos ciega y nos hace descuidar que la vida no es ni buena ni mala per se, sino que es el modo en el que la vivimos, las cosas que permitimos, las cosas que nosotros mismos generamos en gran parte de los momentos. Hay cosas que se controlan, otras que no. Hay veces que estamos solos, porque no aceptamos la compañía que otros nos ofrecen cuando no se trata de los que esperamos. Tantas cosas…
Por último, una columna no sólo es fuerte para sí misma, sino que es parte del sostén de un techo que bien podría caérsele a todos. También podemos servir de ejemplo para quienes la están pasando incluso peor que nosotros… y eso jamás lo sabremos.

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