Llamado al corazón

Queridos(as) lectores(as):

Como ya es costumbre, espero que estén bien y con salud. No hay que bajar la guardia ante esta pandemia, pero no olvidemos que existen otras que todavía, a estas alturas, no hemos podido eliminar.

Justo el día de ayer compartí en mis redes sociales una breve reflexión sobre la importancia de saber respetar a quienes padecen de cuestiones mentales (estrés, ansiedad, depresión, etc.) y que no los abordemos con cosas tales como «no es para tanto», «no sufras nada más por sufrir», etc. En verdad no seremos nunca capaces de dimensionar lo que están pasando en su ya de por sí conflictivo estado. Es por eso que quiero compartir con ustedes en este encuentro un llamado al corazón.

No te entiendo, pero quiero intentarlo

¿Qué sucede cuando estamos padeciendo una enfermedad física? Dependiendo, claro está, de qué enfermedad se trate, pero siempre será una experiencia incómoda y que nos limita en demasiados aspectos. Se incrementa nuestra vulnerabilidad y quisiéramos, muchas veces, que nos trataran con más amor y con mayor entendimiento. Bien dice el dicho popular «no sabe cuánto pesa el costal sino el que lo carga», ya que en verdad nunca podremos entender al otro, sólo podemos tener una idea (quizá vaga) de lo que está pasando.

Recuerdo al querido Horacio Etchegoyen que en una parte de su maravilloso libro, Fundamentos de la técnica psicoanalítica, hablaba sobre la importancia de la empatía, pero no sólo deberíamos pensarlo en la figura del psicoanalista, sino en general. Entendamos que todos somos partícipes de la misma realidad, pero que la manera en la que la percibimos es muy distinta. Por poner un ejemplo clásico: el duelo nunca será vivido de la misma manera sin importar la cercanía familiar o de amistad. Eso se debe, en buena medida, a la carga afectiva que depositamos en la persona y/u objeto.

Es por eso que quienes padecen algo de índole mental tienen una complejidad aún mayor por tratar. La mejor manera de comenzar a acercarnos a ayudar a quienes sabemos que están lidiando con eso, no es otra sino «no puedo imaginar cómo te sientes, pero aquí estoy para escucharte», y nada más. Hay que tener presente que nuestra opinión no es algo que importe en ese momento, hay que dejar que la persona hable para que empiece a aligerar la tremenda carga que trae encima. Recordemos: la cura comienza por la palabra.

Nos hace falta ternura

Nuestra condición humana es conflictiva, pero a pesar de ello, nadie niega que las muestras de amor son las que más se esperan. En el encuentro pasado, hablábamos sobre el mensaje que estamos esperando que llegue, pero también faltó comentar que hay cosas que, sin importar de quién vengan, son y serán bien recibidas (aunque no lo expresamos). Toda muestra de afecto nos ayuda a «seguir adelante», en primer lugar porque nos demuestran que estamos aquí y que somos tomados en cuenta, que importamos, y en segundo lugar, porque nos permite luchar con los escenarios y guiones oscuros que en nuestra mente muchas veces nos inventamos, más en tiempos de desolación.

Hace unos días, salí de mi casa y me encontré un graffiti, mismo que me pareció muy bello por el tremendo significado: «Que la tristeza encuentre ternura». Hoy más que nunca debemos entender y aceptar que TODOS la estamos pasando mal de un modo u otro, que lo que más necesitamos es justo poder ser consolados. ¿De qué manera? Son incontables las maneras en las que podemos consolar, y sobre todo hacer sentir queridas a las personas. La importancia de los detalles, sin importar qué tan pequeños o grandes sean, genera un verdadero consuelo para el corazón. Por eso es que es importante que no tengamos miedo de expresar la ternura que podemos llegar a sentir por aquellos que se sienten abrumados. Un amigo sacerdote jesuita siempre dice «prefiero compartir un buen vino con alguien que se siente solo, a degustar un buen vino solo».

La importancia de un experto

Ahora bien, tampoco debemos descuidar el hecho de que hay cosas que por mucho que podamos escuchar de un ser querido, no somos la mejor opción para ayudarle al 100%. Es decir, hay cosas que se deben trabajar y sólo puede ser con un profesional de la salud mental: un psicoanalista, un psicólogo, un psiquiatra. Muchas veces, hace falta no sólo una psicoterapia, sino el apoyo de algún fármaco que nos ayude a ir tratando nuestros malestares. Por mucho amor que haya de por medio en la escucha que brindemos a nuestros seres queridos, siempre hará falta una escucha que pueda ser objetiva y neutral.

Sin más, me despido por ahora. Y quedo al servicio de ustedes por cualquier duda que pudieran tener.

¡No estamos solos en esto!

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