La ausencia de mí

Queridos(as) lectores(as):

Espero que estén bien y con buena salud. Hay que seguir teniendo precauciones y cumpliendo con las recomendaciones para evitar contagios. Si no hay necesidad de salir, #QuédenseEnCasa.

Cierto es que el tema del que hablaremos en este encuentro no es nuevo, pero es un hecho que se ha intensificado. ¿Les suena algo como «es que nadie me busca»? Hoy en día parece que es una realidad que pesa, y duele, más. Pero, ¿exactamente quién es ese «nadie»? Es importante que comencemos con ese cuestionamiento, ya que igual pasa con el «nada», el «nadie» es algo que resulta muy revelador.

Es un hecho que nos referimos a una persona en específico, porque también es imposible que suceda que, en efecto, nadie nos busque. Siempre somos pensados por alguien (eso incluye a quienes llaman para cobrar alguna deuda institucional), pero no significa que seamos pensados ni hablados por quienes quisiéramos que lo hicieran. Hay una exigencia, una demanda, que es silenciosa; exigencia que va de la mano con la carga afectiva que hemos puesto en determinadas personas.

El mensaje esperado

Pondré un ejemplo: a Susana le hablan (o escriben) todos los días sus amigas, sus hermanos, sus papás y hasta sus tías (de esas que mandan Piolines con bendiciones). Pero está triste, incluso decepcionada, ya que el mensaje que espera tanto no llega. ¿Y de quién es? Pues se trata de aquella persona que tanto quiere y de quien tanto espera. Ciertamente hablamos de un asunto de expectativa que no necesariamente se asemeja a la experiencia de lo real. Puede tratarse del chico que le gusta, del novio, de su crush, no sabemos. Pero lo que sí sabemos es que no llega el mensaje, y eso mantiene a Susana en un momento de mucha infelicidad.

Sin embargo, ¿realmente es esa persona de la que depende la felicidad de Susana? No, no lo es. Lo que sucede, retomando el tema afectivo, es que para ella hay un círculo de personas que tienen un peso mayor en su día a día. Y dentro de esas personas, por supuesto que hablamos de niveles de importancia. No es que sea malagradecida con sus amigos, su familia y demás, sino que hay cosas que son especiales y que ocupan lugares privilegiados. Y el amor es una de ellas.

Aquello que nos falta

¿Qué es exactamente lo que estamos esperando leer? Un «te quiero», «cómo va tu día», «estoy pensando en ti», ¿qué es? La respuesta va ligada con nuestra falta. Pero, ¿cómo podemos estar seguros de que los demás saben qué es aquello que tanto nos duele? Decía Jacques Lacan que el amor es «darle lo que no tengo a quien no es». Y de ahí nos podemos debatir por mucho tiempo con qué quiso decir al respecto, pero para no ser tan ortodoxos, plantemos lo siguiente: ofrecemos lo que quisiéramos recibir. Empecemos con eso.

He leído que muchos colegas psicoanalistas se avientan a «diagnosticar» sin reparo alguno a personas (espero no sea así con sus analizandos). Cosas tales como «es una persona neurótica obsesiva porque…», y termina siendo algo muy cuestionable, algo propio de un análisis salvaje y no ético. ¿Es que acaso está mal que las personas deseen? Por supuesto que no. Pero, ¿por qué hacer relucir el malestar que están pasando? Retomando el ejemplo de Susana, ella en un momento dice «es que quisiera que x persona me escribiera, para por lo menos saber que le importo». Hay una declaración en sumo interesante. Misma que, sin duda, TODOS podemos llegar a hacer en cualquier momento de nuestra vida.

Pero, ahora sí, caigamos en el «quien no es». Quizá nos vayamos por la sencilla respuesta de decir «es que no es la persona, sino la que creemos que es», y sí, pero me parece que esa persona no es necesariamente un tercero. Es decir, ese «quien no es» podría tratarse de uno mismo. Porque ese «te quiero» muchas veces pensamos que lo tenemos que escuchar, sentir, constatar viniendo de alguien más.

La ausencia de mí

¿Qué idea tenemos exactamente sobre nosotros mismos? En la Fenomenología del Espíritu, Hegel nos habla de la necesidad del sujeto de buscar el constante reconocimiento por parte del otro, pero que se olvida que el otro también está buscando un reconocimiento. Entender que el otro muchas veces somos nosotros mismos y la manera en la que nos proyectamos nos advierte de la manera en la que nos reconocemos a nosotros mismos, es un paso para poder asegurar nuestra falta y así no tener nada que ocultar.

Si quisiéramos no pasar por lo que la «pobre» Susana está pasando, tendríamos que preguntarnos qué tanto somos nosotros los que no nos estamos asegurando lo que tanto nos falta. De ahí no estaríamos pasando por aquello de «dar lo que no tenemos» por darlo. No sé, es apenas una invitación para la reflexión y en ningún momento pretende ser todo esto una sentencia absoluta, pero lo que sí tenemos que tener muy claro es que el estar ausentes en nuestra propia vida es justo lo que Kierkegaard advierte sobre la desesperación: morir sin morir. Y, también, quizá aquello que tanto nos falta es lo mismo que, ahora sí, al otro que es alguien más. Y el mensaje tampoco llega…

Me encantaría leer sus comentarios.

¡Pasen una excelente semana!

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