La forma más pura de la desesperación es no ser quien realmente se es
-Kierkegaard
Queridos lectores(as):
En una época tan impredecible como lo es la nuestra, es muy común que haya un malestar generalizado conocido popularmente como «crisis existencial». Pero, ¿exactamente qué es? Si nos remitiéramos a una definición sencilla sería el no encontrar sentido en esta vida. Si profundizáramos más en ello, daríamos con un sin fin de pensamientos que nos llevan de la mano hacia la tristeza, el dolor, el miedo, la frustración, la desesperación.
Me parece que lejos de no haber un sentido de vida, lo que hay, más bien, es represión. ¿De qué? De lo que somos. ¿Por qué? Porque a nadie se le da gusto. Pero… ¿qué no acaso a quienes tendríamos que darle gusto, en primera instancia, tendría que ser a nosotros mismos? Sí, de hecho así tendría que ser, pero lo cierto es que estamos demasiado expuestos al otro, a manera de rendirle cuentas y satisfacer todo lo que espera de nosotros. Pero es un poco más complejo, porque ese otro es demasiado abstracto, es decir, no es un otro determinado, y más bien deberíamos orientarlo hacia el famoso Superyó freudiano. Esa «instancia» tan exigente, demandante y represora que nos hace ser todo, menos lo que somos. ¿Y qué somos? Bueno, eso ya depende de cada uno y lo que se niega a aceptar de sí.
Dime, ¿quién eres?
Recuerdo una escena en especial de la película cómica Locos de Ira (Anger Management, 2003), en la que el iracundo-pasivo de David Buznik (Adam Sandler) se ve cuestionado por el polémico terapeuta Buddy Rydell (Jack Nicholson) mientras se encuentra en una terapia de grupo. Les desarrollo el diálogo:
-Dave, háblanos sobre ti. ¿Quién eres?
-Pues, soy un asistente de ejecutivo en una compañía de productos para mascota.
-Dave, no quiero saber a qué te dedicas. Quiero que nos digas quién eres.
-Está bien. Soy un tipo bastante bueno. Me gusta jugar tenis, a veces…
-Tampoco tus pasatiempos, Dave. Mantenlo sencillo. Dinos quién eres.
-Yo sólo… ¿no me puedes dar un ejemplo de una respuesta correcta? -en eso voltea Dave y le pregunta a Lou, otro de la sesión grupal, qué contestó, mismo que se ríe-
-¿Quieres que Lou te diga quién eres? (Todos se ríen y ponen a Dave un tanto incómodo)
-No, yo sólo… soy un hombre amable, despreocupado. Quizá soy un poco indeciso a veces.
-Dave, nos estás describiendo tu personalidad. Quiero saber quién eres.
-¿Qué diablos quieres que te diga? (Dave contesta desesperado y explotando)
Un momento bastante incómodo y desesperante, sin lugar a dudas, cosa que nos resulta tremendamente familiar cuando experimentamos esas «crisis existenciales», donde resaltan preguntas de nosotros hacia nosotros mismos: ¿qué estoy haciendo? ¿qué hago aquí? ¿por qué no soy feliz? ¿por qué soy así?… ¿Les suena?
La crisis existencial o la falta de sentido se origina, principalmente, en nuestra incomodidad ante los momentos difíciles de nuestra vida. Momentos en los que creemos que no somos suficientes, que no podemos con las cosas, que las personas nos lastiman una y otra vez sin saber por qué si «supuestamente nos quieren, supuestamente no tendrían que ser así con nosotros porque no somos así con ellos», etc. Lo cierto es que lo que nos falta es perspectiva del momento. Nos hace falta salirnos un poco de nosotros mismos y contemplar con objetividad lo que estamos viviendo. Y eso, muchas veces, nos resulta imposible, ya que en la cultura en la que nos desarrollamos, se nos prohíbe de un modo u otro, porque eso sería ser «egoístas», «envidiosos», «narcisistas».
Pero… ¿por qué?
Es momento de escuchar(se)
¿Qué pasa cuando tenemos gripe? Vamos al médico. ¿Qué pasa cuando tenemos un examen en la escuela? Estudiamos. ¿Qué pasa cuando tenemos hambre? Comemos. Bien dicen que la vida es sencilla, es sólo que nos encanta complicárnosla. Muchas veces, la respuesta al problema que estamos pasando se encuentran en nosotros mismos, pero pareciera que estamos a la espera de que alguien más lo resuelva y que nos rescate. Una tradición bastante peligrosa, ya que nos inutiliza frente a la vida.
Simple y sencillamente, no podemos ir por la vida esperando que los demás resuelvan nuestros problemas o que nos digan qué hacer (¡mucho menos que nos digan quiénes somos o quiénes se supone que debemos ser!) Uno de los problemas más importantes de la vida ética es que se centra en el deber ser, es decir, en lo que debería ser. Cuando las personas hacen las cosas porque les dijeron que así tenía que ser o que las tenían que hacer de tal modo porque de lo contrario estarían haciendo algo malo, caemos en la peligrosa tendencia de no cuestionar el porqué de las cosas. Hacer por hacer es no hacer nada realmente. Hay que poner en duda para poder entender, para poder hacer. Al final, ¿qué no se supone que deberíamos hacer las cosas porque queremos?
Si aplicamos lo anterior al ser por ser, sin hacer un análisis sobre nuestra propia vida, sobre nuestra relación con el mundo (incluso para los creyentes sobre su relación con Dios o con su fe), nos daremos cuenta que las crisis existenciales se desarrollan en plenitud en nuestras vidas con el pleno derecho que les damos. A veces, las crisis existenciales no son sino una oportunidad para poder identificarnos a nosotros mismos entre la multitud.
Para concluir, retornemos a Kierkegaard por un momento: «Debo encontrar una verdad que sea verdad para mí». Esta sentencia que abre paso hacia el existencialismo, nos dice que es más importante vivir para luego poder descubrir aquella verdad que es en sí personal, sobre la cual habremos de fundar nuestra propia existencia, nuestro propio sentido de vida.
No tengan miedo a buscar ayuda para ello. Quizá lo que más necesitan en este momento es a ustedes mismos, escucharse, darse tiempo a ustedes mismos. Una asesoría terapeútica podría ser un gran regalo de ustedes para ustedes mismos. Hoy ya no es un tabú. Si están interesados, les recuerdo que me pueden escribir a mi correo y podré orientarlos: psichchp@gmail.com
