¿Psicoanálisis, yo?

Hace unos días, me encontré en una cafetería a un viejo conocido. Intercambiamos unas cuantas palabras y nos pusimos al día sobre nuestros trabajos. Pero hubo un momento en el que se mostró algo «incómodo», siendo cuando le comenté que yo tenía relación con el psicoanálisis.

Además del ya clásico (y a veces molesto) «no me vayas a estar analizando», se expresaba desafiante respecto a las teorías de Freud (reduciendo, claro, todo a él y a lo que se cree que dijo él). Y claramente hay cosas que siguen siendo demasiado inquietantes para muchas personas respecto al psicoanálisis, sobre todo eso de que «siempre todo tiene que ver con sexo». Para serles franco, llegué a disfrutar el encuentro porque todo lo que él me debatía sobre la práctica psicoanalítica era desde un punto común de ignorancia por el tema. Y miren que no los culpo, no es que tengan que ir por la vida sabiendo qué es o qué se hace en el psicoanálisis. Así como tampoco me culpen que ignore mucho sobre las teorías cuánticas o sobre quién es el actor o la actriz del momento en las telenovelas mexicanas.

En fin. Llegó un momento durante nuestra charla en la que él decidió hacer algo oportuno: preguntarme sobre el psicoanálisis. Optó por informarse, pues. Una vez que le di un breve recorrido por la teoría (brevísimo), empezó a pensar por él mismo fuera del prejuicio. «La verdad, Héctor, es que no creo que el psicoanálisis sea para todos». Y en efecto, no lo es. Él me decía que estaba más convencido por otro tipo de terapias ya que, para él, ofrecían otro tipo de ayuda «quizá más centradas en las cosas de cada uno».¿Pero exactamente a qué cosas se refería?

Nuestra plática no pudo durar más tiempo y él se tuvo que retirar. Pero quisiera aprovechar eso que nos compartió de que «el psicoanálisis no es para todos». El irse a analizar, a mi creer, es una cuestión de valientes. No es algo fácil, de hecho es algo complicado. Es un momento muy íntimo en el que se comparte absolutamente todo, y no sólo cuestiones sexuales (mismas que no tienen exigencia alguna de estar relacionadas con todo). Cuando uno está en análisis, está a merced de su propia palabra, está a merced de sí mismo. Bien puede descubrir a los peores monstruos, pero también a la fantástica persona que está oculta y que no puede salir al encuentro con los demás.

Para que pueda suceder, la persona tiene que estar dispuesta a enfrentarse a sí misma, a sus miedos, a sus recuerdos bellos y terribles, a sus ilusiones y a sus tristezas. Se requiere de cierta capacidad de reflexión que, al mismo tiempo, exige humildad para reconocer lo bueno y lo malo. Pero también se requiere una actitud crítica para darse cuenta que muchas veces lo bueno y lo malo están disfrazados entre sí. Y claro: se necesita amor. Ya que el psicoanálisis, al menos yo lo sostengo de ese modo, es un gran acto de amor donde no existe un dedo inquisidor sino una escucha amable y generosa, un momento para uno mismo.

Es por todo esto, y evidentemente mucho más, que el psicoanálisis no es una cosa que se necesite tomar, no, es una cosa que se quiere hacer. Siempre digo que es la parte vivencial del «conócete a ti mismo» del famoso Oráculo de Delfos. Mi conocido también tenía razón en que no todo es psicoanálisis, de hecho, el buen Freud llegó a decir que él no era nadie para desautorizar otras terapias o, incluso, inclinaciones hacia la fe, ya que si ayudan a las personas, son cosas buenas. Y en verdad esperamos que todo ayude a la gente.

Les dejo un Link para informarse mucho mejor sobre qué es y que hace un psicoanalista:

Qué es y qué hace un psicoanalista – Gustavo Dessal

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