Necesito ayuda: un paso a la vez

Vivimos en una época donde el individualismo va marcando pautas cada vez más detalladas sobre lo que cada uno de nosotros tiene que hacer para «salir adelante»; cierto es que no podemos ir por la vida esperando que alguien solucione nuestros problemas, sin embargo, eso se debe a que hacemos de ese «alguien» un otro y no un «nosotros mismos».

Les quiero contar una anécdota:

Saúl es un joven arquitecto que durante poco más de 6 años ha logrado realizar su sueño de poner junto con sus amigos un despacho propio. Durante ese tiempo, Saúl se empeñó en ser el brazo ejecutor de la idea misma, es decir, todo pasaba por su responsabilidad y dejaba muy pocas tareas, si no es que ninguna, a sus amigos. Un día, Saúl se desplomó entrando a su oficina. Cuando despertó yacía sobre el sillón de la sala de juntas y estaba siendo atendido por un médico. Diagnóstico: altos niveles de estrés. Saúl tuvo que hacer un cambio radical en toda su vida para poder reducir esos niveles y poder darse la oportunidad de dejarle más tareas a sus allegados.

Me atrevo a pensar que muchos de los problemas que tenemos a lo largo del día se deben a que no queremos aceptar la ayuda de alguien ya que creemos que no sabrán hacerlo de la misma manera en la que nosotros lo haríamos, cosa que resulta un tanto evidente. Pero entre otras cosas, no buscamos ayuda porque nos han inyectado la idea de que «sólo los débiles se quejan».

«Tenemos» que demostrar todos los días lo capaces que somos de hacer las cosas y muchas veces lo hacemos a costa de nuestra propia salud, tanto física como mental. Y ese «tener que» es resultado de la alta competitividad que se da en lo social y en lo laboral, porque cierto es que nadie es indispensable. Así como llegamos a un trabajo podemos ser despedidos al día siguiente. Y a veces sólo es por «mala suerte», ya que pueden acontecer varias razones que den paso a eso.

Pero cuando el ser humano es consciente de sus límites, cuando rompe con lo social y establece un verdadero parámetro de sus capacidades, con humildad y aceptación se abre hacia el otro solicitando que le ayude. No es de débiles, es de gente coherente. Además, hay un deje de perversión, es decir, cuando una persona se siente o se considera indispensable para el goce (incluso para el sufrimiento) del otro, se encierra en sí mismo y se vuelve precisamente un «todo lo puedo». Hay un narcisismo sin trabajar.

En esta vida, todos necesitamos de todos. Es cuestión no sólo de pensarlo, sino de asumirlo.

P.d. Gracias, G.

Deja un comentario